Fútbol Americano
Daniel Rodríguez, ESPN Digital 2y

Pumas: Las ilusiones duran hasta que se topan con la realidad

Pumas llegó como invitado de rebote a una fiesta en Barcelona a la que le habría convenido no asistir, pues se convirtió en la ‘variedad’ de la noche.

Pobre, muy pobre imagen dejó el equipo mexicano en el Camp Nou: muerto de miedo, carente de recursos, se hizo pequeñito ante el rival y el escenario, y resultó un simple juguete con el que el Barça se divirtió.

Para nadie es un secreto que las posibilidades de que un conjunto azteca —cualquiera— le gane a uno de élite son prácticamente nulas; sin embargo, en estas oportunidades históricas que brinda el futbol, las formas son fundamentales. Importa cómo se pierde y la imagen que se deja, por supuesto que sí.

El Barça necesitaba un rival y tras las cancelaciones de la Roma y el Atlas, el Club Universidad apareció en el escenario, y de inmediato comenzaron a revolotear los recuerdos de aquella victoria sobre el Real Madrid en la disputa del Trofeo Santiago Bernabéu.

Nada más alejado de la realidad. Son otros tiempos, otros futbolistas y hasta otra la mentalidad. Andrés Lillini, tan elogiado por su trabajo y transformación al frente de los universitarios, esta vez fue incapaz de transmitir lo trascendente que resultaba demostrar que su equipo y el balompié mexicano tienen calidad.

Fue uno de esos partidos en los que se pierde la emoción de forma prácticamente instantánea —al minuto 5’ iban 2-0— debido a las abismales diferencias entre uno y otro equipo.

Los Lewandowski, Pedri, Dembelé, Busquets y compañía parecían ‘extraterrestres’ al lado de unos felinos que carecieron de todo: actitud, mentalidad, coraje, raza, entrega e inteligencia.

Son de sobra conocidas las distancias entre la Liga MX y cualquier club importante de Europa, ya no digamos el Barcelona; sin embargo, aquí resulta oportuno hacer esta ociosa pero reflexiva interrogante: ¿el resultado hubiera sido el mismo si un equipo grande de Argentina asiste a disputar el Trofeo Joan Gamper?

Seguramente el Barça también habría ganado y de forma contundente, pero con toda certeza que el rival metía las manos, demostraba amor propio, vergüenza deportiva, competía pues, llevando sus recursos al límite.

Eso es lo que Pumas no hizo, competir. Y competir no significa enfrentar de tú a tú a un gigante, eso es imposible; tiene que ver con la forma en que le plantas cara, con no sentirte menos desde antes del silbatazo y salir a pelear sin complejos, sin pánico escénico.

¿Mucho pedir? Quedó demostrado que , porque a final de cuentas aunque era un partido de pretemporada y una fiesta en el Camp Nou, el ensayo no le sirve en lo absoluto al Barça, que no encontró resistencia ni exigencia alguna. Vamos, enfrentar a su filial —la que ahora dirige Rafa Márquez— hubiese sido un mejor ejercicio y con mayores conclusiones para Xavi Hernández.

Así las cosas, Pumas aceptó la invitación para ir a Barcelona, se paseó en los días previos al compromiso, se permitió soñar, se ilusionó, pero llegó el domingo y se topó con la realidad.

A final de cuentas, las ilusiones siempre terminan cuando se topan con la realidad.

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