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San Luis y Atlético de Madrid, un matrimonio en crisis

Los papeles de la relación con San Luis son revisados en los escritorios de España. Lo que comenzó como una relación sólida hoy parece muy cerca de romperse

Las primeras noticias eran una promesa de cosas mejores. El futbol mexicano se casaba por primera vez con un equipo europeo. Los votos iniciales eran similares a los que marcan el inicio de todos los matrimonios: hablaban de un amor largo y duradero. Pero hoy, tres años y medio después, el enlace se encuentra en su primera crisis. Y no es muy difícil encontrar las razones del desencuentro, a pesar de que los primeros pasos habían sido firmes…

Fue en abril de 2017 cuando todo empezó. El Atlético de Madrid hizo formal su idea de invertir en México. Era en San Luis, una plaza con tradición, pero con problemas directivos, económicos y deportivos que habían alejado a su equipo de Primera División.

El acuerdo parecía conveniente para la ciudad y también para la Liga MX, que ha tenido problemas para encontrar socios solventes y con un prestigio intachable.

Alberto Marrero fue nombrado como responsable del proyecto y la mano española empezó a verse pronto. La remodelación de las instalaciones de entrenamiento y la remodelación del estadio Alfonso Lastras eran apenas las acciones de forma. Había otras más de fondo: reestructuración de divisiones inferiores; formación de jugadores; ajustes en el organigrama; mejora de los servicios médicos y de los procesos de nutrición, entre muchas otras. Todo, con los ojos del Atlético de Madrid, uno de los mejores equipos del mundo.

El 6 de mayo de 2019, apenas con dos años en México, la primera parte del proyecto se cumplió: el equipo logró el prometido ascenso a la Primera División. Marrero hablaba entonces de la viabilidad del proyecto financiero y prometía terminar el estadio en 2020. “Algo que ninguna directiva anterior había logrado”.

Todo parecía caminar en firme, pero había piezas que no gustaban.

Alfonso Sosa, el técnico que logró el Ascenso, incomodaba a la nueva directiva. Según se dice, en las conversaciones internas el club no veía en Sosa los tamaños de un técnico de Primera División.

El comunicado oficial de su despido dijo otra cosa: que el técnico había hecho comentarios homofóbicos y discriminatorios contra jugadores de su equipo y eso no se podía tolerar en la institución. No es momento de debatir cuál fue la verdad y tampoco de insinuar que ese fue el motivo de las desgracias posteriores.

Pero si algo es cierto fue que, a partir de ahí empezaron los huracanes, que, se debe decir, han sido muchos y de alta intensidad.

El 21 de octubre de 2019 hubo un enfrentamiento entre las porras de San Luis y Querétaro en las tribunas del Alfonso Lastras. El grado de violencia fue grotesco y no se detuvo durante varios minutos. Al final, derivó en la suspensión del partido y en sanciones para el equipo.

Ni siquiera había pasado una semana y ya había otra mala noticia. Gustavo Matosas, el técnico que reemplazó a Sosa, fue inculpado por tratos corruptos en la contratación de jugadores en sus anteriores equipos. Varias grabaciones daban cuenta de que había sido así. El técnico uruguayo había sido presentado en la institución apenas 48 días antes de ser despedido. De todo tomaban notas las oficinas de Madrid.

El 19 de diciembre el club presentó como su director técnico a Guillermo Vázquez con miras al Clausura 2020.

Y entonces todo cambió.

Vino la pandemia y muy pronto el anuncio de la reducción de sueldos en el equipo. No faltaba mucho para la crisis deportiva que mantuvo al equipo en los últimos lugares cuando pudo reanudarse el futbol. Así fue durante la mayoría de las jornadas del Guardianes 2020 y la goleada de 5-0 contra el Mazatlán FC fue sólo la última mala noticia del joven matrimonio entre el Atlético de Madrid y el futbol de San Luis. Guillermo Vázquez fue despedido y hoy de nuevo no hay rumbo.

Pero hay cosas peores. Los papeles de la relación con San Luis son revisados en los escritorios de España. Lo que comenzó como una relación sólida hoy parece muy cerca de romperse.

El problema es que en el futbol no hay terapia de pareja.