<
>

El fútbol latinoamericano se hace respetar en el Mundial de Clubes

SEATTLE/MIAMI (Enviados especiales) -- Una de las grandes incógnitas de este nuevo Mundial de Clubes era cuán grande iba a ser la diferencia que los equipos europeos, con su poder económico absoluto en el escenario internacional a cuestas, eran capaces de sacar contra rivales de otros continentes. También, si los representantes latinoamericanos estaban en condiciones de honrar la historia de la región en un certamen de características tan singulares. Tras la primera fecha, se pueden sacar algunas conclusiones parciales al respecto de ambas cuestiones.

La principal es que los conjuntos de Sudamérica y México han demostrado estar a la altura. La grandeza proverbial del continente fue distinguida en la jornada inicial. Ninguno de los clubes de la Conmebol perdió en su debut y Monterrey le sacó un empate histórico al Inter subcampeón de Europa. Solo Pachuca falló contra Salzburgo sobre el final del partido.

Vale la pena comenzar el análisis con un elogio a Boca Juniors, Fluminense, Palmeiras y Monterrey que compitieron y en diversos momentos superaron en el juego a Benfica, Borussia Dortmund, Porto e Inter respectivamente. En los cuatro encuentros no se notó para nada la distancia financiera y si no hubo una victoria latinoamericana fue solo porque hubo fallas puntuales en la definición y en defensa.

Además, Botafogo, River Plate y Flamengo no dejaron dudas y vencieron a Seattle Sounders, Urawa Red Diamonds y Esperance de Túnez. De los ocho representantes del continente, 3 ganaron, 4 empataron (ante europeos) y solo uno perdió. Cuando se enfrentaron a rivales con menos jerarquía, ganaron con autoridad, y cuando chocaron con adversarios más poderosos, se plantaron y estuvieron a tiro del triunfo.

Alguien dirá que los equipos de Europa viajaron a este Mundial extenuados al final de la temporada y que no le dan la misma relevancia que el resto del mundo. Parece una excusa muy simple, porque todos están todavía en plena competencia y, a la hora de salir a la cancha, la motivación de una Copa del Mundo debería ser suficiente, por más nueva que sea.

Tal vez, este campeonato sirva para comprender la verdadera grandeza del fútbol de estas tierras. Una grandeza que no tiene que ver con la billetera, sino con el talento innato y con el temperamento con el que los futbolistas latinoamericanos compiten. Una grandeza que quizás sea suficiente para equiparar las distancias que impone el dinero.

La última victoria oficial de un equipo sudamericano sobre un europeo fue en 2012, cuando Corinthians le ganó a Chelsea en el antiguo Mundial de Clubes. Parece demasiado tiempo para dos continentes que han sido parejos desde que el fútbol existe. Incluso, no es una temeridad decir que los mejores jugadores y los mejores equipos han sido de esta región.

Luego, el extractivismo futbolístico posterior a la Ley Bosman hizo que los clubes de los países más postergados perdieran competitividad en manos de las naciones concentradas. Entonces, Europa con sus dólares y sus euros dio vuelta la historia, ya que en la "era Copa Intercontinental", la mayoría de los títulos quedó en poder de los equipos de la CONMEBOL.

Otra explicación posible para este buen inicio de los latinoamericanos se encuentra en el factor anímico. Hay una sensación de oportunidad única. De "es ahora o nunca". Boca, por ejemplo, tuvo que esperar 24 años para poder volver a enfrentar a Bayern Munich, club contra el que solo jugó la Intercontinental 2001, que perdió en el tiempo suplementario.

Es una chance que no puede dejarse pasar, y así lo sienten los propios futbolistas. Ellos se prepararon para no ser meros espectadores de un torneo que parecía preparado para encuentros decisivos solo con europeos en competencia. Dejaron la vida, corrieron hasta la última pelota y ofrecieron un estilo de juego que a los europeos poco les gusta: el del roce, más físico. Pocos espacios, mucha presión y un contexto desfavorable para la calidad individual del rival, que en más de una ocasión se vio apagada por el buen trabajo colectivo de los equipos CONMEBOL.

El apoyo del hincha, un factor fundamental que alimenta el espíritu

Para nadie es un secreto. En ningún lugar del mundo el fútbol se vive como en Sudamérica y así lo hicieron sentir en esta primera semana de Mundial en Estados Unidos. En un país en el que el fútbol es un pasatiempo menor, la fiesta sudamericana no pasó desapercibida, con Palmeiras y Boca como principales focos que deslumbraron al mundo entero.

Los hinchas verdes coparon Nueva York con una marea de fanáticos que se transformó en noticia nacional, mientras que la fiesta de Boca pasó de la playa de Miami al Hard Rock, donde más de 50.000 hinchas llenaron las tribunas para convertir el recinto en una Bombonera 2.0.

Este plus fue clave y hasta los propios jugadores destacaron el valor de tener un público nutrido. Esto fue fundamental para achicar diferencias de jerarquía y envalentonar a los suyos, que salieron a la cancha con un espíritu renovado, con sed de gloria.

En cambio, para los europeos poderosos la situación no fue similar. Real Madrid jugó con muy pocos fanáticos españoles en las gradas y fue acompañado por hinchas locales o mexicanos que viajaron para la ocasión. No son simpatizantes de otro nivel, solo es una manera de explicar lo que significa el torneo en uno y otro continente.

Pascal Gross, mediocampista del Dortmund, afirmó que tienen que "acostumbrarse" a jugar en estadios con menos gente de la que usualmente lo hacen en Alemania. La hinchada del equipo amarillo parecería no terminar de aterrizar en Estados Unidos y así lo sintió el jugador, quien también puntualizó que "las tribunas están más cerca del campo de juego" que en su estadio, una diferencia que para él es clave.

En Boca-Benfica, el 90% de los presentes apoyaba al club argentino, con apenas un puñado de portugueses que llegaron a acompañar a su club en Miami. Es una situación que podría repetirse durante el Mundial: hinchas europeos alejados del campeonato y sudamericanos muy motivados. Quizás eso que sucede en las tribunas sea similar a lo ocurre en la cancha.