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Cien historias rumbo a Qatar 2022: Messi y Ronaldo contra la historia

Ronaldo y Messi se saludan antes del comienzo del amistoso jugado en 2014 en Old Trafford Getty Images

Lionel Messi mira la Copa del Mundo con anhelo y decepción. Cristiano Ronaldo llora cabizbajo y esconde el desconsuelo tras su mano derecha. Hay 8 años y un océano Atlántico de distancia entre estas dos imágenes, Messi en Brasil 2014 y Cristiano en Alemania 2006. Son, en un punto, la misma fotografía. Los mejores futbolistas de este siglo en su momento más cercano a conquistar el Mundial, el único trofeo que falta en sus pobladas vitrinas, las más grandes del fútbol actual.

Desde que se juega al fútbol, en todos los rincones del planeta, se discute quién es el jugador más grande de todos los tiempos. Talento, jugadas memorables, carisma, récords y títulos, todos son argumentos válidos para destacar al mejor entre los mejores. Las discusiones, ya se las pueden imaginar con detalle, no tienen demasiado sentido. Hay, sin embargo, cierto acuerdo sobre quiénes son, por ponerle algún límite, los 5 mejores de la historia.

Dentro de ese selecto club, ganar la Copa del Mundo es una marca de distinción. Ese trofeo dorado distingue a unos pocos. Es una pulsera que habilita a ingresar al VIP donde sólo se divierten Maradona, Pelé y Beckenbauer. Otros cracks históricos, como Cruyff, Di Stefano, Eusebio o Puskas, también tienen un lugar en ese Olimpo del fútbol pero siempre se les recuerda el mismo detalle: nunca pudieron ganar un Mundial.

Qatar 2022 será la 5ta oportunidad de Messi y Cristiano para averiguar cuánto pesa la Copa del Mundo. Tras 16 años disputándose el trono de rey del fútbol, ambos ya se aseguraron un lugar entre los más grandes. Su rivalidad es un momento único en la historia del fútbol. Nunca antes, y probablemente nunca después (Mbappé y Haaland podrían decir algo al respecto), una misma generación ofrendó a dos futbolistas de esta jerarquía para que compartan escena por tanto tiempo. Maradona y Pelé, que no llegaron a ser contemporáneos, es el único antecedente que se podría comparar.

Como admitieron Messi y Cristiano varias veces, esa competencia los potenció. Los empujó a esforzarse más y a ganar más. Conquistaron todos los títulos que disputaron en aquellos memorables años en Barcelona y Real Madrid. Y, también, en los otros destinos europeos a los que fueron después persiguiendo más gloria. Si hay que ejemplificar su dominio absoluto quizás este dato sea ilustrativo: En 12 de las últimas 13 temporadas uno de ellos ganó el Balón de Oro (7 Lio y 5 CR7). Sólo Luka Modric, subcampeón en Rusia 2018, pudo quitarles la cima por un ratito. Así de importante es hacerlo bien en un Mundial.

LA FOTO DE MESSI
Lionel Messi mira la Copa del Mundo, decíamos. El cuadro es renacentista. El centro de la imagen lo comparten el capitán de Argentina y el trofeo más deseado. Los ojos de Lionel y la esfera dorada que corona la Copa están a la misma altura. No puede haber más que unos centímetros entre ambos. El 10 está pálido, su gesto es rígido pero su mirada es, a la vez, concentrada y calma. Asume esa tragedia, estar tan cerca y tan lejos de la máxima gloria, con la entereza de los verdaderos gigantes. Hay algo de mito griego en la escena.

En primer plano, y fuera de foco, hay varias espaldas. Algunas, genéricas, parecen hacer uso de sus teléfonos móviles para capturar algo de la tristeza del momento. Un recuerdo amargo para llevarse del Maracaná, mejor que nada. A la derecha, la espalda y la calva más relevante es la de Joseph Blatter en su última final como presidente de la FIFA, antes de ser expulsado en 2015 en pleno escándalo de corrupción. Otra tragedia en ciernes que suma dramatismo a la foto.

En el decorado, de frente a la cámara, rodeando a Messi y la Copa, aparecen más personajes secundarios. Un par de fanáticos de Flamengo, que hubieran preferido tener en la final a Brasil; otro futbolista argentino, Pablo Zabaleta, con la mirada derrotada, anclada al piso; y unos hombres de traje que parecen custodiar la escena. Todos, salvo uno, miran hacia otro lado, acaso garantizando cierta privacidad. El pelado de traje, en cambio, nos mira a nosotros. Nos intima a recordar que estamos viendo algo histórico.

La foto se llama “El partido final”. La tomó el reportero gráfico chino Bao Tailiang para el Chengdu Economic Daily. El instante inmortaliza a Messi y a la Copa del Mundo durante la ceremonia de premiación que siguió a la final de Brasil 2014, el Mundial que ganó Alemania. Unos meses después, la imagen fue elegida como la foto del año en el World Press Photo, el concurso de fotoperiodismo más importante del mundo. Quizás sea, además, una de las mejores fotos de la historia de los Mundiales.

Bao Tailing tenía 28 años y nunca había cubierto un Mundial de fútbol. “Como era mi primera vez no tenía grandes expectativas. Solo esperaba que todo saliera bien”, recuerda. Entre los apenas 12 partidos que fue a fotografiar estuvo esa final. Cuando le preguntan, buscando una fórmula para el éxito, cómo hizo para capturar aquella imagen, responde: “Tienes que escuchar a tu sentido de la situación. Si tu corazón te lo dice, intenta fotografiarlo. El resultado será algo especial”. Esos ojos frescos, fanáticos del fútbol pero aún sin corromper por la burocrática rutina laboral, pudieron ver un poco más allá en un momento clave. “Algunos dicen que la foto revela toda una historia, cuenta la historia de una gran decepción. Creo que es verdad”, admite.

En 2014, la historia de las decepciones de Messi con la Selección argentina recién había comenzado a escribirse. Lionel había tenido un debut triunfal con la camiseta de su país en juveniles. Al triunfo en el Mundial Sub 20 de 2005 hay que sumarle la medalla olímpica en 2008. Pero con la Mayor las cosas siempre fueron más complicadas.

Debutó en el Mundial 2006, igual que Cristiano. Fue el revulsivo de lujo para una generación consolidada que mereció mejor suerte. Su berrinche silencioso, sentado en el banco sin ingresar en la derrota ante Alemania en 4tos de final, es la postal trágica de lo que pudo ser diferente. En 2007, ya con más protagonismo, perdió la final de la Copa América ante Brasil. Había dolor pero confianza en el futuro. El 0-4 ante Alemania en 4tos de Sudáfrica 2010, en el pico de su carrera y con Maradona como DT, fue una decepción gigante. La Copa América 2011, de local, y otra derrota antes de la semis, marcó el punto más bajo de su relación con la Selección. Ese día hubo silbidos para todos, incluso para Messi.

La reconstrucción que encabezó Alejandro Sabella como DT revirtió aquella situación y acercó al pueblo argentino a su Selección. En el Mundial de 2014 el equipo fue de menos a más, compensando con esfuerzo y rigor táctico la desventaja de ritmo de juego que mostraba ante otras potencias. Paradójicamente, su mejor partido lo jugó en la final, el 0-1 ante Alemania.

Años más tarde, en una entrevista con FIFA TV, Messi revisó los momentos más destacados del torneo. Uno de ellos, es aquella chance de convertir que tuvo ante los alemanes, su clásica diagonal del centro a la izquierda, el control y el zurdazo cruzado que Neuer, resignado, acompañó con la vista. Una acción que fue gol decenas de veces en Barcelona esta vez, con la Selección y en la final de un Mundial, pasaba junto al palo pero del lado incorrecto.

Messi repasa la imagen con atención. Cuando la pelota se va afuera, de su cara se escapa un gesto honesto y de profunda decepción. “Qué se yo, qué querés que te diga”, alcanza a responder. “Una lástima. Esa y otras más que tuvimos. En ese partido las más claras las tuvimos nosotros. Nos vamos a arrepentir toda la vida de esas ocasiones que tuvimos y no pudimos meterla adentro”, sentencia.

Esa sensación de cosa juzgada, de chance perdida “para toda la vida” se terminó de formar en la mente de Lionel Messi luego de perder dos finales de Copa América ante Chile, en dos años consecutivos. La derrota en Santiago en 2015 y en Nueva Jersey en 2016 rebalsaron el vaso de las decepciones. Minutos después del partido en EEUU, Lionel renunció a la Selección convencido de que nunca sería campeón con su país: “Ya lo intenté mucho. Es increíble, pero no se da. Hoy nos pasó otra vez y otra vez en los penales. Son cuatro finales las que me toca perder, las que nos toca perder, tres seguidas. La verdad que es una lástima, pero tiene que ser así. No se da, lo intentamos, lo buscamos, pero ya está. Se terminó para mí la Selección”.

La tristeza le duró dos meses. Más calmado y más consciente de que hay cosas en la vida que no va a poder dejar de hacer nunca, como querer jugar al fútbol para su país, Messi regresó al equipo nacional. Ni la muy pobre actuación de Argentina en Rusia 2018, que apenas se pudo maquillar clasificando con agonía a 8vos de final y dándole algo de pelea a Francia, luego campeón, logró correr a Lionel de su camino hacia un título con la Selección.

Ya con Lionel Scaloni como DT, la Copa América 2019 fue una muestra de lo que iba a venir. El equipo argentino empezaba a mostrar una renovación necesaria y un funcionamiento que, en lugar de depender de Messi se potenciaba con él. Fue en 2021, cuando la pandemia volvió a llevar el torneo Sudamericano a Brasil, que Messi, por fin, pudo ser campeón con Argentina. Recién en su 5ta final con la Selección mayor, Lionel sumó su 1er título internacional y el 1ero de Argentina desde 1993. Si no recuerdan lo que significó este trofeo para Lio, veánlo llorar de alegría durante el festejo en Buenos Aires, dos meses después de la conquista.

Desbloqueado el trauma de las finales, Messi y Argentina volvieron a levantar un trofeo este 2022, en la Finalissima ante Italia. La Selección mostró un superlativo estado de forma y se consolidó como candidata para Qatar 2022. Pero todavía falta para el Mundial, que se jugará esta vez a fin de año, y esa sensación de ser muy buenos muy temprano es algo inconveniente que ronda en el aire.

LA FOTO DE CRISTIANO
Cristiano Ronaldo, decíamos, llora cabizbajo. Siempre más expresivo, el portugués no oculta el dolor por perder aunque lo esconde con una mano en el rostro. El modelo de la camiseta de Portugal, su número 17 y la fecha en la camiseta “Portugal-França, 05/07/2006”, son indicios evidentes del paso del tiempo. Pero son sobre todo los pequeños bucles que pueblan la cabeza de Cristiano lo que revelan su juventud. Aquel rostro aniñado se adivina, oculto en la sombra de su mano derecha que rasca el cráneo buscando respuestas. El brazo izquierdo, en jarra sobre su cadera, compone la imagen de la derrota impensada.

En segundo plano, aparece un Thierry Henry también más joven pero igual más maduro que aquel Cristiano juvenil. Una Francia veterana, la misma base campeona en 1998, acaba de destruir el sueño portugués con un penal de Zidane y vuelve a una final mundialista. No será un final feliz para los franceses pero Tití no puede saberlo y sólo se preocupa por el sufrimiento de su rival. De fondo, otros franceses y portugueses intercambian saludos, pero este encuentro potencial, que la foto sugiere, es especial.

Un año antes de aquella semifinal en la Copa del Mundo de Alemania, Cristiano Ronaldo, la figura ascendente del último gran Manchester United de Ferguson, había tenido un comentado cruce con Henry, entonces consagrado atacante de Arsenal. Con apenas 19 años, Cristiano jugó un partido consagratorio en el viejo Highbury, se encaró con el francés y mandó a callar a la tribuna local tras uno de los 2 goles que marcó en 3 minutos. Lo que para muchos fue una pelea entre un niño irrespetuoso y un delantero consagrado era, en realidad, un cambio de guardia en la Premier.

Aquella imagen mundialista que capturó el reportero gráfico inglés Michael Steele es parte de una secuencia que confirma esa transición ordenada. Cristiano se lamenta, Henry lo detecta y se acerca. Se funden en un abrazo fraterno. Ronaldo hunde su cabeza en el hombro del francés. Tití, lejos del resentimiento, le dice algo al oído al portugués, que escucha respetuoso. Es un momento clásico de la vida, paternal, donde la experiencia le susurra a la juventud.

Aquel Mundial de Alemania 2006, fue el 1ero y el mejor de todos los que Cristiano jugó. Portugal hizo sufrir a Francia y terminó 4to tras caer ante los locales en el juego por el último lugar en el podio. Ronaldo era entonces, con apenas 21 años, la joven figura que le daba sorpresa a una Selección lusa con cracks como Deco o Figo.

Cristiano se presentó con gol, de penal, ante Irán en la victoria 2-0 en el 2do juego de la fase de grupos. Fue el gol más joven de Portugal en Mundiales. De todas sus participaciones mundialistas, en ninguna volvió a mostrarse tan desenvuelto. Lejos de los reflectores, con menos presiones que las que quería tener, Cristiano disfrutó esa Copa del Mundo como nunca. Sus gambetas eléctricas, sus bailoteos sobre el balón y sus disparos potentes le agregaron frescura a un equipo portugués ya muy aceitado.

Por eso, visto a la distancia, no sorprende que aquel festival de patadas y expulsiones que fue el duelo de 8vos de final ante Países Bajos haya tenido a Cristiano como principal presa. La Batalla de Nuremberg, como se recuerda a aquel partido que Portugal ganó 1-0, pudo haber sido el último de Cristiano en ese Mundial. A los 34 minutos, una patada de Khaalid Boulahrouz sacó al portugués de la cancha. La imagen de su rostro, inconsolable y deformado por el llanto mientras deja el campo, es otra de las imágenes icónicas de su carrera. Un año y medio después, contaba orgulloso el neerlandés, que lo supo por Van der Sar, la pierna derecha de Ronaldo todavía tenía las marcas de los tapones.

Se temió que la patada podría haberlo lesionado gravemente, pero Ronaldo volvió a la cancha para los 4tos de final. Aquel duelo ante Inglaterra también es clave en su biografía. Su intervención reclamando la expulsión de Rooney, compañero en el United, generó mucho enojo en el país donde jugaba. Para colmo, el pase a semis se definió por penales y el último tanto lo anotó ese arrogante diamante en bruto que era Cristiano en ese momento.

Para las semis, ante Francia, Cristiano ya era casi el que conocemos hoy. Un tipo amado y odiado por igual, ante el que nadie puede permanecer indiferente. Aquel día, los muchos ingleses que veían segura la victoria ante Portugal fueron al estadio a silbar al jovencito del United que los había dejado afuera. Los franceses, ya que estaban, se sumaron. Fue apenas la primera de las muchas silbatinas que recibiría de ahí en más. El joven Cristiano reaccionó como lo haría siempre, aceptando gustoso ese rol de villano. "Me gustó que me abuchearan. Tal vez los aficionados de Francia estaban molestos por ver a un jugador peligroso”, afirmó.

Aquel joven Cristiano culpó al árbitro uruguayo Jorge Larrionda de la derrota. Consideró injusto su arbitraje, dijo que favoreció a Francia: “Debería haber mostrado tarjetas amarillas, pero no lo hizo porque Portugal es un país pequeño. Sólo tenemos que seguir trabajando y entonces seremos un país grande". Ese fue su objetivo el resto de su aventura en la Selección; poner a su país en la mesa principal. "Francia no fue mejor que nosotros. Consiguieron un penal, pero no mucho más. Teníamos muchas ganas de llegar a la final, pero no lo hemos conseguido. Es el fin de nuestro sueño", concluyó.

El sueño de Cristiano de ser campeón con Portugal, en cambio, se mantuvo. Los Mundiales que siguieron fueron, más o menos, un calco uno del otro. Ya sea quedando afuera en 8vos ante la luego campeona España, en Sudáfrica 2010, en fase de grupos en Brasil 2014 o en los 8vos de Rusia 2018, ante Uruguay, siempre CR7 fue la figura dominante. Estando mejor o peor físicamente o futbolística, dos veces llegó al Mundial como Balón de Oro, Cristiano siempre dio la cara. Tiró del equipo todo lo que pudo y lo llevó más lejos de lo que podrían haber llegado sin él. Quizás el mejor ejemplo de esto sea el memorable 3-3 ante España, en fase de grupos del 2018, cuando, con 33 años, coronó el triplete de aquel concierto con un imponente tiro libre a los 87 minutos.

Para Rusia 2018, Cristiano y Portugal ya estaban satisfechos. Habían conseguido lo que querían en la Euro 2016, en tierra francesa y ante la Selección gala que frustró el sueño mundialista una década atrás. La venganza fue dulce. Aquel equipo portugués alcanzó un nivel de autonomía de su máxima figura que le costó volver a tener después. Cristiano fue la figura de aquella gesta, pero sus compañeros mostraron que habían formado un equipo confiable por encima de todo. En la final, CR7 debió salir por una lesión a los 25 minutos. Portugal, lejos de caerse por la ausencia de su capitán y estrella, se hizo fuerte y se quedó con la Eurocopa que quería, la primera de su historia, con gol de Éder en el minuto 109.

Con la tranquilidad de la tarea cumplida, en 2019 la Portugal de Cristiano volvió a campeonar. Recuperó aquella versión consolidada, ese equipo superior a la potencia de sus individualidades, y se quedó con la primera Nations League que se disputó al vencer 1-0, con tanto de Guedes, a Países Bajos. Hoy, sin un presente arrollador, aunque en la pelea en la Nations League, y con estos trofeos en las manos, Cristiano, al igual que Messi, mira a la Copa del Mundo de Qatar 2022 con menos urgencias que las que tenía antes.

QATAR 2022, ¿EL FINAL DE PELÍCULA?
Lionel Messi llegará al próximo Mundial como capitán de una Selección que lleva meses funcionando cerca de la perfección. Es una situación inédita en su carrera. Lo habitual, en las Copas del Mundo anteriores, era verlo disfrutar en sus clubes y sufrir con su país. Ahora, la situación es inversa. Incluso, jugará en Qatar con una camiseta emparchada con los trofeos levantados en los últimos años. Argentina es candidata, pero Lio se lo toma con mucha calma.

“Estamos muy ilusionados con poder hacer grandes cosas. Venimos de ganar la Copa América después de haberlo buscado tanto tiempo, de haber estado tan cerquita muchas veces y no tener la posibilidad de poder consagrar con la Selección”, afirmó en una entrevista reciente. “Esto nos da un envión grande para lo que viene en poquito tiempo. Estamos bien. Todavía nos falta para ser uno de los grandes candidatos. Hoy por hoy no lo somos, hay otras selecciones mejores”, agrega para quitarse presión antes de tiempo.

En 2020, en la entrega del Botín de Oro al goleador del año, Cristiano Ronaldo también respondió sobre sus expectativas para el Mundial de Qatar. “Ya ganamos algo especial, la Euro. Tenemos que tener los pies en la tierra”, respondió. “El Mundial es un sueño. Es posible, todo es posible. Pero también hay que ser realistas. Como dije muchas veces, mi sueño es ganar algo con Portugal y ya gané dos títulos, lo que me hizo más feliz que todo lo que gané con los clubes en los que jugué”, concluyó con tono conformista.

Ese Cristiano no suena al CR7 que conocemos. No es el Cristiano que le dijo a Piers Morgan en una entrevista en 2019 que era “un adicto al éxito”. “En mi trabajo quiero ser el mejor del mundo”, sintetizó. Presionado por el entrevistador dijo que es el mejor jugador de la historia, pero se mostró más cómodo aceptando que es “uno de los mejores”. Este Ronaldo parece uno más maduro, que ya empezó a hacer arqueo de caja viendo que está por cerrar el local. Valora lo conseguido en lugar de pensar en lo que todavía le queda por conquistar.

A comienzos de 2022, Messi y sus compañeros de PSG tuvieron un momento a solas con la Copa del Mundo durante un evento promocional. El francés Presnel Kimpembe, que fue campeón en 2018, dijo: “Es la copa más linda”. Lionel agregó, “es la más especial, también”. Cristiano, seguramente, está de acuerdo.

Messi y Cristiano irán contra la historia en Qatar 2022. Por 5ta vez, intentarán ganar el Mundial. No sabrían hacer otra cosa. Son competidores natos y están acostumbrados a pelear por llegar a lo más alto. Irán contra la historia, porque saben que ganar un Mundial los hará grandes entre los más grandes. ¿Quién podrá decir que Messi no está a la altura de Maradona, o por encima, si llega a darle, también, un título mundial a su país? ¿Quién podría negar que Cristiano superó a Eusebio, y se codeá con Pelé o Beckenbauer, si consigue además la primera Copa del Mundo para los lusos? Sería el final soñado, de película, para sus gloriosos legados.

Y también irán contra la historia porque ambos ya aprendieron a conformarse. Llevan una década y media en la primera plana del fútbol mundial, extasiando fanáticos, levantando trofeos y batiendo récords en cada partido. Cumplido el deseo de ser campeones con sus países, ya no necesitan de un Mundial para estar en la historia. Ellos, héroes contemporáneos de un deporte global y cotidiano, profesionales privilegiados, que podrían seguir vigentes incluso hasta 2026, ya son parte de la historia grande del fútbol. En Qatar 2022 volverán a demostrarlo, levanten la copa más linda y especial, o no.