DOHA -- "Primero hay que saber sufrir". Por más trillado que esté, el tango Naranjo en flor forma parte de la cultura popular argentina desde hace más de tres cuartos de siglo. En su muy abordada poesía, coloca a la aflicción y a la angustia como el primer paso del amor. Como si el sufrimiento fuera la materia prima de la felicidad consecuente.
Lo primero que hizo la Selección Argentina en la Copa del Mundo de Qatar 2022, fue sufrir. O mejor dicho "saber sufrir", que es diferente. Porque una cosa es atravesar la angustia solo con dolor y autocompasión y otra es transformarla en combustible para seguir el camino hacia la felicidad. Eso fue lo que hizo el equipo de Lionel Scaloni: aprendió de la derrota contra Arabia Saudita, cambió y ahora está en cuartos de final con el ánimo fortalecido.
En esa frustración inicial se esconde una ventaja argentina sobre Países Bajos de cara a los cuartos de final del próximo viernes. Porque en un Mundial en el que el aspecto anímico ha sido tan importante y en algunos partidos fue el principal motivo de los resultados, haber conocido la frustración cara a cara puede ser fundamental en las instancias de definición.
La Albiceleste ya sabe bien lo que es estar al borde del precipicio. Jugó sus últimos tres partidos con la obligación de ganar para seguir en carrera y lo hizo, siempre con justicia y autoridad. Su energía competitiva está a tope desde la segunda fecha contra México. No tuvo tiempo de relajarse jamás y, aunque esto podría generar un desgaste mental mayor, en esta instancia es preferible a la peligrosa y quizás ficticia tranquilidad que genera no haber pasado por situaciones límite.
La intensidad, la concentración y la constancia no se negocian en esta Copa. Puede haber errores técnicos o estratégicos, pero sin estos valores será muy difícil triunfar en Medio oriente. Scaloni, su cuerpo técnico y el plantel lo aprendieron a la fuerza, pero lo tienen muy claro. Así jugaron contra México, Polonia y Australia y así ganaron.
Países Bajos, por su parte, tuvo un camino mucho más despejado. En lo futbolístico no mostró cualidades superiores a las de su próximo rival, pero la naturaleza de los rivales y de los partidos fue diferente. En el debut logró vencer a un Senegal sin potencia ofensiva; luego fue superado por un Ecuador que atacó más pero quedó conforme con el empate y cerró la primera fase con una victoria obvia contra el peor equipo del torneo, Qatar.
Clasificó líder sin problemas y se midió ante Estados Unidos. El cuadro de Gregg Berhalter manejó la pelota y tuvo oportunidades, pero su falta de jerarquía en ataque no le permitió lastimar a la Naranja, que pegó rápido gracias a un golazo de Memphis Depay y luego dominó las acciones. El combinado dirigido por Louis Van Gaal jamás estuvo en desventaja y siempre controló el marcador, lo que no significa que no haya evidenciado deficiencias en el juego.
¿Cómo reaccionará Países Bajos cuando le toque correr desde atrás? No lo sabemos. Solo una vez le sucedió este año, en la UEFA Nations League, y empató 2-2 contra Polonia. De todos modos, el Mundial tiene una exigencia mental muy diferente a cualquier otro certamen y las comparaciones no son pertinentes. Lo seguro es que no ha visto desde cerca la frustración.
Además, la gran mayoría de sus jugadores están viviendo su primera experiencia mundialista tras la eliminación de Rusia 2018. Van Gaal es el técnico más experimentado del campeonato, pero sus futbolistas son jóvenes que recién el viernes enfrentarán por primera vez a un campeón mundial en el máximo torneo. Solo Daley Blind, Stefan de Vrij y Memphis Depay estuvieron en el duelo de 2014.
Entonces, aquella derrota increíble en el ya lejano debut podría ser una ventaja para la Selección Argentina en estos momentos en los que cualquier detalle es capaz de inclinar la balanza. La importancia del saber sufrir.