DOHA -- La legión de los resilientes eliminó a la legión de los hombres felices. Croacia, en penaltis, clasifica a semifinales al vencer a Brasil, en un juego pasado por drama, intensidad y en el que dos hombres marcaron la diferencia: Luka Modric y el arquero Dominik Livakovic, quien había atajado antes tres disparos a Japón.
En Croacia, todos están locos, todos están Lukas.
El 0-0 había enviado a tiempos extras. Neymar rompió los bostezos en la pizarra e igualaba a Pelé en 77 goles. Claro, los goles de O’Rey dieron tres títulos a Brasil. Los goles de O’Ney aún no cotizan en la gloria mundialista. Bruno Petkovic haría el 1-1 al minuto 117. Drama, Histeria. Y en los penales, por Brasil erraron Rodrigo y Marquinhos.
Antes de la irrupción mágica de Neymar, un hombre había administrado el partido. Luka Modric fue el Leónidas en la emboscada, batiéndose, inspirando, comandando, bufando, convertido en la esencia de esa guerra casi clandestina que jugaba Croacia en su terreno. Y el mismo Luka generaría el gol del empate.
MANIATADO...
Brasil, desconcertante... y desconcertado. Maniatado, encapsulado, sin la libertad de fabricar por carriles interiores, obligado a buscar apoyos en su zona baja, no fue capaz de vulnerar a Croacia. Intentó de todo. Pero los duelos individuales, con una marcación de zona perfecta, hasta de tres hombres atentos a los relevos, terminaron por asfixiar los recursos que habían resplandecido ante Corea del Sur.
Nada que reprocharle a Croacia. Se apegó a sus recursos, sus urgencias y su estilo. Acordonó perfectamente su tercio de terreno, y redujo cualquier tipo de espacios. Neymar y Richarlson iban de expedición, pero con la madeja croata, sólo lograron generar dos jugadas a profundidad y un solo susto, con un disparo lejano sin éxito.
En medio de esa confrontación. El desgaste era para ambos equipos. Croacia con una sincronía y concentración sólo sufría cuando Vinícius Júnior marcaba la jugada diferente, la acción individual, o invitaba a la pared al compañero.
La mejor opciones de Croacia eran las descolgadas de Josip Juranovic, entendiendo que con ese esquema bizarro, variable, persistente de un 3-3-4 de Brasil, Danilo dejaba comprometido su territorio, al grado que por llegar tarde a la cobertura, se carga la primera amarilla del partido.
¿Ensucia Croacia la cancha? Absolutamente. El fin justifica sus medios y hasta sus miedos. Está a una sola jugada afortunada o eventualmente a un resistencia estoica de 120 minutos de ser preciso, para exprimir la forma en que Brasil ha asumido plenamente su compromiso.
La segunda mitad abre dos desafíos. Croacia regresa a la cacería adelantada, en busca de provocar errores y precipitaciones en la salida. Eso, lejos de incomodar a Brasil, lo complace. Tite, inteligente, decide salir desde el fondo, con elaboración más amplia hacia el frente, eso le permite incluso disponer de una línea de cinco atacantes, que facilitan encontrar receptores en una segunda línea de ataque.
El beneficio es inmediato en la calidad del juego. La inestabilidad en la marca de ambos genera que Brasil tenga oportunidades con Vinícius y la más clara con Neymar, pero al llegar forzado, estrella su disparo en el cristo del arquero croata.
La súbita belicosidad de Croacia desordena y desconcierta a Brasil, apto para la presión, pero no la marca. Lo que origina que los europeos inclinen la cancha y empiece incluso a ganar los balones divididos. Brasil está roto. Y Tite empiezan a buscar en la banca y en la pizarra soluciones.
Uno de sus jugadores más flojos es Lucas Paquetá, pero hay paciencia con él. La primera opción es Antony por Raphinha, y Rodrygo por Vinícius Jr, había también agotado su arsenal, el físico y el de sus habilidades. Además, Croacia empezaba a inquietar demasiado por derecha, con incursiones hacia el centro, y cada vez se acercaba más a la meta de Allison Becker.
Sin duda, el jugador que escribe la historia del juego es Luka Modric. Es el que guía, el que precipita, el que anticipa, el que releva, el que se ofrece para desahogar la jugada, y especialmente le concede el armado del juego, y con la solidez en el fondo del guardameta Livakovic, a quien Brasil no puede vulnerar en cuatro posiciones de gol mano a mano.
Con la inevitable jornada de tiempos extra, Tite termina por prescindir de sus Tres Reyes Magos. Releva a Richarlison por Pedro, y toda la supuesta explosividad amazónica termina en la banca, dejando la responsabilidad absoluta de un milagro en Neymar. Pero no ocurre y la prórroga hereda el drama en 30 minutos de alargue.
Después de 106 minutos de letargo, apareció, finalmente el jogo bonito. Triangulación y penetración al área, donde Neymar, a fuerza, decisión y esa calidad para definir, consigue el 1-0.
Pero Croacia sólo está muerto hasta que acude a su propio sepelio, y un remate de Petkovic al minuto 117, tras un desborde y servicio de Orsic, a pase profundo de Modric, pone el 1-1.
Ya en los penaltis, Brasil falla dos (Rodrygo y Marquinhos), mientras Croacia acierta sus cuatro intentos y se vuelve Lukas con la gran actuación de Modric y Livakovic.