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¿Por qué la leyenda de Messi no necesitaba la Copa del Mundo?

Aclaremos una cosa: Messi no necesitaba esta Copa del Mundo para asegurarse su lugar en la mesa de los G.O.A.T, de todas maneras, algunos lo posicionan con este título en la cabecera de la mesa.

LUSAIL, Qatar -- Kylian Mbappé había convertido el primer penal de Francia en la decisión por penales, era la cuarta vez que superaba al arquero argentino, Emiliano Martínez, en la final, después de su hat-trick. y Lionel Messi avanzó para patear el penal para Argentina.

El saber popular sugiere que por lo general prefieres que tus mejores pateadores lo hagan al final o, al menos, cuando todo dependa de ellos para evitar la derrota. Pero no hubo nada convencional en esta final, o si me pongo a pensarlo bien, en este Mundial.

Messi se detuvo por un momento con las manos en la cadera, comenzó con la carrera, envió al arquero Hugo Lloris hacia un lado y a la pelota hacia el otro. Estaban 1-1, y ahora ya no dependía de él. Y quizá, hubo algo enormemente liberador en esto. No había nada más que él pudiera hacer para ayudar a la Selección Argentina para ganar esta Copa Mundial y, para que algunos terminasen de convencerse que él es el G.O.A.T. al tener el premio mayor de este deporte en sus manos. Nada excepto alentar y ser el capitán apoyando a sus compañeros, algo que hizo, dándole a cada uno de los que iban a patear un abrazo y chocando los cinco.

Argentina se iba a convertir en el equipo campeón unos minutos después, cuando Gonzalo Montiel convirtió su penal para quedar 4-2 y así conseguir una ventaja irrefutable. Pero fue ese momento anterior, después de que Messi pateó cuando realmente se habrá dado cuenta de que él ya no podía hacer nada más. De alguna manera habla de lo que, hasta un domingo por la noche en Qatar (un día del que en el futuro les hablaremos a nuestros nietos), lo había estado persiguiendo en una carrera en la que ha superado todos los records: no haber podido ganar la Copa del Mundo.

En un deporte de equipo, es una medición arbitraria, y en este deporte, es especialmente absurda. Sólo puedes tener cuatro o cinco oportunidades para intentarlo, si tienes suerte; por lo general en tu primera chance eres demasiado joven y demasiado grande en la última. No hay garantías de que puedas estar en buenas condiciones físicas cuando llegue el momento de la competencia y, a diferencia del fútbol de clubes, no puedes controlar el grupo que te acompaña porque no puedes elegir tu nacionalidad. Alfredo Di Stefano nunca ganó un Mundial. Tampoco lo hizo Johan Cruyff… ni Cristiano Ronaldo.

Esto no es lo que determina su status dentro del grupo de los G.O.A.T. o directamente como el G.O.A.T. pero definitivamente hace desaparecer una inmerecida nube que ha estado por encima de él durante muchos años.

El debut de Lionel Messi con Argentina duró dos minutos, y para algunos pareció un presagio. Era el verano de 2005, era una promesa de 18 años que jugaba en Barcelona, entró después de los 63 minutos y recibió una roja por un supuesto codazo 120 segundos después.

Incluso mientas su carrera despegaba, incluso mientras sumaba copas y Balones de Oro, incluso mientras superaba todos los records del equipo catalán por goles anotados (que logró en 2016) y apariciones (en el verano de 2021), e incluso mientras que muchos lo consideraban el Número 1 de este deporte (y el resto, los fanáticos de Cristiano Ronaldo, lo tenían como el Número 1A) siempre sobrevolaba esa duda. ¿Cuándo lo iba a lograr con Argentina?

De hecho, había algunos en casa que cuestionaban si realmente deseaba ese triunfo para su nación. Después de todo, él había dejado el país a los 13 años para irse a vivir a Barcelona. Posteriormente, en 2016, poco después de la Copa América Centenario, anunció que se retiraba del seleccionado, citando diferencias con la federación. La reacción fue prácticamente unánime y una campaña nacional por su regreso puso énfasis en lo absurdo que había sido el hecho de cuestionar su lealtad. Estuvo de regreso a tiempo para la clasificación para el Mundial de 2018.

Pero hasta ese punto, los números de la era Messi no eran suficientes para Argentina: en cuatro Copas América y tres Mundiales, cuatro medallas por el segundo puesto y muchos momentos de arrepentimientos y de lo que hubiese podido ser.

Los que siguen a Messi de cerca dicen que el momento clave fue la Copa América 2019. Argentina perdió en la semifinal ante los anfitriones, Brasil, y después del partido, Messi fue decididamente diferente. Se enojó con el árbitro y mostró una actitud que pocos habían visto antes. Unos años antes se había convertido en el capitán, pero este era un Messi diferente: este era un Messi enojado, un Messi amenazador, un Messi que enfrentaba a cualquiera. Este fue el Messi que se iba a materializar después del partido contra Países Bajos, el que le dijo a Wout Weghorst: "¿Qué mirás, Bobo?".

Al mismo tiempo, su relación con Barcelona, donde había estado durante casi dos décadas, era cada vez más tensa después del fichaje de Antoine Griezmann. A muchos les pareció que estaba listo para redoblar la puesta con Argentina. En 2020, envió el ahora infame "burofax" en un intento de forzar una salida. Consiguió lo que había querido en 2021, sumándose a Paris Saint-Germain como agente libre y el mismo año terminó con la maldición con Argentina y ganó con su selección la Copa América en 2021.

De alguna manera, todo lo que siguió ese verano fue un preludio de esta noche en Doha. Argentina estaba dirigida por Lionel Scaloni, un exjugador que, sobre todo, alejó el psicodrama y el circo mediático (característicos de sus regímenes anteriores, como el de Jorge Sampaoli en 2018 y el de Diego Maradona en 2010) de sus jugadores. Bajo el mando de Scaloni, Argentina arrancó una larga racha invicta y desarrolló un sistema que se despegó de su dependencia de Messi. Él pasó a ser un valor agregado y por lo general un elemento decisivo, pero no el plan de juego completo. Mientras tanto, el hecho de jugar en PSG junto con otros astros como Mbappé y Neymar lo corrieron un poco del foco de atención todo el tiempo mientras que la liga francesa le ofreció un poco de respiro en comparación con la ardua rutina de todas las semanas en LaLiga.

Es fácil, después de todo, ver cómo todo se estaba encaminando hacia una dirección: para que Messi finalmente se quedase con el premio mayor. Pero incluso eso significa olvidarse de lo que hizo para que Argentina llegara hasta aquí y pudiese cruzar la línea.

Messi rompió el hielo contra México, enviando a la SelecciónAargentina hacia una victoria crucial después de haber perdido el partido inicial contra Arabia Saudita. Anotó en todos los partidos de eliminación hasta la final, y contra los franceses, convirtió un penal para poner el partido 1-0, dio pie al contrataque que lo dejó 2-0 y estuvo allí para meter el que hubiese sido el gol ganador en el alargue, de no haber sido por el antebrazo de Montiel que dio lugar al penal con el que Mbappé empató el partido.

Hay un valor simbólico ineludible en el triunfo contra el equipo de Mbappé, el día que el francés anotó un hat-trick en la final. Era el pasado que llegará en breve contra el inevitable futuro por el control del presente. Y por ahora, el presente todavía le pertenece a Messi.

Aclaremos una cosa: Messi no necesitaba esta copa para asegurarse su lugar en la mesa de los G.O.A.T. Era algo que quería regalarles a sus compañeros y a su nación, después de 22 años de vivir en el extranjero (y contando). No porque era algo que les adeudaba, sino porque los ama. De todas maneras, algunos, ahora con su Copa del Mundo posicionan a Messi en la cabecera de la mesa de los G.O.A.T., y está bien que sea así. Cada uno tiene su propio criterio.

Para mí, no es una discusión que se gana con números, no si estás comparando manzanas con osos hormigueros.

¿Messi ganó cuatro títulos de la Champions League? Genial: Pelé no llegó a jugar en la Champions League (o la Copa de Europa, como se llamaba antes) porque el gobierno brasileño aprobó una serie de leyes para evitar que se mudara a otro país. Y Diego Maradona jugó en la época en la que tenías que ganar en tu liga para poder entrar, no terminar dentro de los cuatro primeros.

Durante la mayor parte de su carrera, Pelé no contó con el beneficio de un grupo que lo rodeara compuesto por los mejores jugadores del mundo, independientemente de su procedencia. Tampoco Maradona, que jugó en una época en la que los clubes sólo podían sumar a tres jugadores extranjeros. Messi juega en una época altamente polarizada, donde los "súper clubes" (como Barcelona y PSG) tienen 10, 20 y hasta a veces 40 veces más presupuesto que la mayoría de sus rivales. No fue el caso de los otros dos.

También está el riesgo de confundir logro con grandeza, ya que sólo puedes conseguir lo que es de tu era. Ganar una Copa del Mundo es un logro, pero eso no proporciona grandeza de manera automática.

Así como tampoco puedes decir con tanta facilidad que los atletas del día de hoy son naturalmente mejores porque hay mejores canchas, mejor ciencia del deporte, mejores genes, mejores técnicas de entrenamiento o lo que sea. Puede que sea cierto que si teletransportaras a Sir Bobby Charlton de 1968 al presente, Harry Kane podría ser mejor. Pero, ¿y qué si es así? ¿Eso significa que Bobby Charlton es un fiasco? No en mi libro.

Para algunos, la grandeza es tan abstracta que trasciende la cancha. Pelé y Maradona, cada uno a su manera, tenían un carisma, una presencia y una significancia social que quizá Messi no tenga. No porque sea menos futbolista, sino porque simplemente tiene una personalidad diferente, y por lo general no puedes separar a los dos. Si Muhammad Ali se hubiese quedado como Cassius Clay, no se hubiese pronunciado sobre cuestiones sociales y sólo se hubiese limitado a hacer entrevistas aburridas y estereotipadas, ¿seguiría siendo “El Más Grande”? (Reconozco que él mismo se lo puso, pero entienden mi punto).

Lionel Messi ha completado unos cuantos casilleros pendientes el domingo por la noche al ganar la Copa del Mundo, pero es una lógica que no comprendo. ¿Para mí? Me contento con ver que la grandeza obtiene su recompensa. Eso es suficiente para mí. Y, no, no fue sólo grandeza con la pelota en sus pies.

Repasando este torneo, el entrenador de Argentina, Scaloni, habló de confianza, de poner tu destino en las manos de tus compañeros, de creer en ellos. Eso es lo que Messi ha hecho en este torneo, y se lo vio de manera más enfática durante esa larga caminata hacia el círculo central después de convertir su penal al final.

Messi confió en sus compañeros. Y ellos no lo decepcionaron. Así como él tampoco los decepcionó a ellos.