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Callejero y lírico, la gente no comía para verlo jugar, y pararon un partido para saludarlo: el recuerdo de Walter Gómez

Walter Gómez, el uruguayo que se transformó en leyenda de River Plate. @RiverPlate

Mateo Cabral y Propios. Corazón de la Unión. La calle fue su escuela y la Plaza 5 su lugar de recreación en un barrio donde se respiraba fútbol. Cuando no quería laburar se iba para el fondo de la casa, arrancaba unos limones, y se ponía a dominarlos sin dejarlos al suelo.

Jamás imaginó debutar con la Selección de Uruguay con 17 años, perderse el Mundial de 1950 por una agresión, que la gente le dedicara cantos y dejara de comer para ir a verlo jugar, y mucho menos, que se detuviera un partido para felicitarlo.

Walter Gómez dejó una huella imborrable en River Plate de Argentina. Su nombre forma parte de las grandes leyendas del club. Su historia es digna de ser recordada.

Gómez nació el 12 de diciembre de 1927 en el barrio de la Unión. A los 14 años, un vecino que vivía a la vuelta de su casa -de apellido Domínguez- lo llevó a Central Español donde lo ficharon en la Cuarta División.

Un buen día, jugando contra Liverpool en Belvedere, faltó el 8 de la Tercera y el técnico Manolo Facal llamó al botija en cuestión. Aquella tarde jugó en las dos categorías.

Poco tiempo después, en agosto de 1945, debutó en Primera División en un partido contra Defensor en el Parque Rodó. De ahí a la Selección fue tan solo un paso. Con apenas 17 años lo convocaron para jugar un amistoso contra Argentina en Buenos Aires. Uruguay viajó con un equipo improvisado y perdió 6 a 2, pero cuando el técnico lo sacó la gente se paró a aplaudir al chiquilín.

Al año siguiente Walter Gómez fue fichado por Nacional donde comenzó a codearse con la gloria. “El entrenamiento era más severo, había que ganar siempre, pero encontré compañeros magníficos y me adapté rápidamente. Viví una época muy linda”, rememoró en una nota con El Diario.

El pase a River

Todo venía viento en popa hasta que, en un clásico, Gómez se enojó con las decisiones del árbitro y lo agredió. Fue suspendido por un año, lo que motivó que Antonio Liberti, presidente de River, cruzara el charco para convencer a los dirigentes de Nacional y contratarlo.

“Pagó un millón de pesos por mi pase; era un montón de plata”, expresó Gómez que no olvidó jamás el día de su debut en Rosario ante Newell’s. Es que, al minuto de juego, marcó su primer gol con la camiseta de la banda roja. “El pase me lo dio Labruna. Cuando volvíamos para la mitad de cancha, Angelito me dijo: ‘Es a cuenta de todos los que vas a hacer conmigo’... La verdad es que tuve compañeros excelentes en River”, expresó en una nota con El Gráfico.

En los millonarios vivió una época de gloria que quedó inmortalizada en un canto de la hinchada: “La gente ya no come por ver a Walter Gómez”. No fue el único, los parciales de River también cantaban: “El tren se para, la gente se alborota, para ver a Walter Gómez cómo juega a la pelota...”.

“Todo lo que diga de la época de River es poco. La verdad que la gente me quiso desde el primer momento, e inventaron aquel canto que me emocionaba mucho”, expresó el uruguayo.

Al club de Núñez llegó como 8 pero en un partido que perdían contra Estudiantes, el técnico Minella lo cambió de posición y lo colocó de 9. “Hice el gol del empate de cabeza. Uno de los dos goles que marqué de cabeza en los seis años que estuve en River. De arriba yo no sabía nada. Para mí el fútbol se jugaba únicamente a ras del suelo”, rememoró.

Maracaná

La tarde que Uruguay ganó el Mundial de 1950, Walter Gómez jugaba con River ante San Lorenzo. Pero su cabeza, como señaló en una nota, estaba en Río de Janeiro.

Yo no pude jugar el Mundial del '50 para Uruguay porque me habían suspendido el año anterior por un lío que se armó en un partido local. Solo conseguí que me dejaran seguir jugando en el exterior, y así llegué a River. Aquel día en el primer tiempo pregunté cómo iban. Después buscaba con la mirada a la gente de River afuera de la cancha, para saber cómo seguía la final. En el primer tiempo hice un gol, y en el intervalo Héctor Ferrari me dijo: ‘Hueca, los tuyos ganaron la Copa del Mundo...’. No le creí. Yo, como la mayoría de los uruguayos, estaba seguro de que Brasil nos pasaría por encima. Cuando entré a la cancha para el segundo tiempo lo anunciaron por los altoparlantes. El público me ovacionó como homenaje a mi país, y todos mis compañeros y los jugadores de San Lorenzo me vinieron a felicitar. Me temblaron las piernas y lloré”, expresó Gómez en una nota con El Gráfico.

El fútbol arte y romántico

Su carrera comenzó a ser un continuo ida y vuelta. En agosto de 1956 se fue a Italia, inicialmente al Milan, pero, por un problema de nacionalidad y cupo de extranjeros, recaló en el Palermo. Jugó dos años y regresó a Nacional donde estuvo hasta fines de 1960. En 1961 se fue al Cúcuta de Colombia, al año siguiente jugó en Once Caldas y en el 63 regresó a Uruguay. En 1964 pasó al Deportivo Galicia de Venezuela donde fue campeón, pero el fallecimiento de un hermano apuró su regreso a Uruguay. Tiempo después llegó el retiro.

“Si llegué a algo en el fútbol fue por la calle. El que no tiene calle, en esto, no tira. Yo aprendí todo en el baldío, en el potrero. A los 12 y 13 años jugaba contra mayores y gané una experiencia inolvidable. Yo dormía con la pelota debajo de la almohada y aprendí mucho viendo a otros grandes como Aníbal Ciocca, de quien siempre fui hincha a muerte”, expresó en Estrellas Deportivas de El Diario.

Después de abandonar el fútbol, Gómez se negó a ser técnico, iba contra sus principios: “Hoy todos quieren resultados, se fue al diablo el romanticismo. Ya no dejan driblear a nadie. Y así mataron el fútbol, el arte, lo que la gente quería y pagaba por ver. Antes estaba lleno de dribleadores, ahora aparece uno de tanto en tanto”.

Y agregó: “La dirección técnica no me interesa. Me la ofrecieron muchas veces, pero nunca acepté. Pienso que mi carácter no ayuda para este trabajo. Además, tendría que ir contra la corriente porque todos buscan resultados, todos los técnicos enseñan a destruir y no a crear, a mi siempre me gustó la romántica, la lírica, la de hacer un arte del fútbol”.

Con el paso de los años, Walter Gómez se radicó definitivamente en Argentina y trabajó en la intendencia del Estadio Monumental. “Argentina es como mi segunda patria; acá todos me quieren y cuando llegué para radicarme definitivamente, River me abrió las puertas y me ofreció trabajo”.

Un 4 de marzo de 2004 Walter Gómez falleció debido a una afección pulmonar. El expresidente del club, Osvaldo Di Carlo, fue claro el día de su emotiva despedida: “Lo perdimos en la Tierra, pero para todos los que lo conocimos, Walter Gómez es eterno”.