“Pibe, de última te probás, aprovechás, conocés la ciudad, hacés un poco de playa y te venís”, le dijeron para terminar de convencerlo. Cuando llegó a la sede, con un humilde bolsito, lo recibió el cantinero. El Gallego Iglesias lo miró y pensó por dentro: “Si este es jugador me hago cura”.
Jamás imaginó que ese día estaba frente al máximo goleador de la historia de Nacional, el hombre que tiene una tribuna a su nombre en el Parque Central y al que la hinchada del club le regaló una casa como forma de ayudarlo y homenajearlo.
Un 12 de enero, pero de 1938, se concretó el pase de Atilio García de Boca Juniors a Nacional. La historia es increíble porque, en realidad, los tricolores no habían ido por el pase de Atilio. Todo comenzó a fines de 1937 cuando el directivo Atilio Narancio viajó a Buenos Aires en procura de traer a un 9 de Boca Juniors de apellido Providente. Al llegar a la capital argentina se encontró con que el jugador había acordado su salida al fútbol brasileño.
Fue entonces cuando los dirigentes de Boca le entregaron la lista de jugadores que podían ceder a préstamo y allí encontró un nombre que le resultaba familiar: “Acá hay un Atilio, tocayo mío. Si se llama Atilio debe ser bueno. Me lo llevo”. Era ni más ni menos que Atilio García.
Dice la leyenda que el joven no estaba muy convencido de venir a Montevideo, al punto tal que los dirigentes de Boca lo persuadieron diciéndole: “Mira pibe, vas, te probás y a otra cosa; de última, aprovechás, conocés la ciudad, hacés un poco de playa y te venís”.
El 11 de enero llegó a la capital uruguaya. Lo llevaron a la sede de Nacional donde se encontró con el cantinero y se cruzó con Roberto Porta que tiempo después reveló en una nota: “Lo vi cansado, sudado, había viajado desde Colonia, entonces le dije bienvenido: ¿porque no se da un baño y descansa bien? Mire que jugar acá es bravo…”.
El 15 de enero de 1938 se produjo su debut en un amistoso contra Chacarita. Nacional ganó 3 a 2 con dos goles del humilde delantero de Junín. Era el inicio de la leyenda.
Atilio García se convirtió en el máximo goleador de la historia de Nacional con 466 goles, de los cuales 330 son oficiales en 329 partidos, según la página oficial de estadísticas del club que lleva su nombre: Atilio.uy.
Junín, como se lo conocía, formó parte del Quinquenio de los tricolores entre 1939 y 1943. Fue 8 veces goleador del Campeonato Uruguayo: 1938 (20 goles), 1939 (22), 1940 (18), 1941 (23), 1942 (10), 1943 (18), 1944 (21) y 1946 (21).
Es el máximo anotador clásico con 34 goles en 44 partidos y tiene el récord de convertir cuatro goles en un clásico, el 8 de diciembre de 1949, cuando Nacional venció 5-1 a Peñarol.
Su último partido oficial con la camiseta blanca lo jugó el 19 de noviembre de 1950 ante Bella Vista al que venció 3 a 0. La despedida ocurrió el 21 de febrero de 1951 en un amistoso ante el Botafogo.
El grado de idolatría que despertó Atilio García en la gente es difícil de describir. La simple mención de su nombre alcanza para ser identificado. El club lo inmortalizó con una tribuna del Parque Central. Pero si hay un gesto que habla del corazón es el que tuvo la gente. En el año 1943 los hinchas de Nacional hicieron una colecta con el objetivo de reunir fondos para comprarle una casa.
“En aquella época los jugadores de fútbol ganaban lo mismo que un empleado de una oficina pública. Era un trabajo común y corriente. Por eso se preocupaban de obtener un empleo para el futuro. Porque dejaban la carrera y era muy difícil poder comprarse una casa. La hinchada de Nacional hizo una colecta y le regaló la casa a Atilio García. Eso fue una cuestión tremenda. Puedo asegurar que no hubo ningún jugador que despertara la admiración e idolatría que despertaba Atilio. Hubo muchos, pero lo de Atilio era algo tremendo”, reveló Hernán Navascues, un hombre de larga trayectoria, en el programa partidario Pasión Tricolor.
El día que la gente reunió el dinero y compró la casa, se organizó una caravana y llevaron a Atilio en andas hasta su nuevo hogar para entregarle las llaves.