En tiempos donde el mundo parece girar alrededor de contratos, ligas de primer nivel y figuras que pisan las canchas como verdaderas estrellas, el rugby de de Buenos Aires volvió a demostrar que todavía existe un corazón que late fuerte desde lo amateur. Reviví el partido, en Disney+ Plan Premium y ESPN 2.
La final del URBA Top 12 entre Newman y SIC fue mucho más que un partido: fue una fiesta, una declaración de principios y un recordatorio de por qué los clubes argentinos siguen siendo tan únicos como auténticos.
Las tribunas en la Catedral del CASI estallaron desde temprano. Familias enteras, generaciones mezcladas, viejos emblemas del club abrazados con chicos que sueñan con algún día estar ahí. Camisetas históricas, banderas hechas a mano, bombos, cantos que nacen del alma y una pasión que sobrevive a cualquier avance del profesionalismo. En un mundo donde el deporte parece cada vez más negocio mandan la identidad y esa pertenencia que no se compra. Se hereda, se vive y se transmite.
En la cancha, Newman se quedó con una final cargada de tensión y emoción. Pero más allá del resultado, lo que realmente brilló fue el espíritu amateur de jugadores que día a día se preparan para rendir al máximo luego de pasar horas en una oficina o en la facultad, que entrenan sin contratos y sin perseguir ningún otro premio más que el orgullo y el consuelo de poder dejar todo por una camiseta que sienten propia.
La tarde en San Isidro, en realidad, fue la frutilla del postre de otra temporada inolvidable para el rugby de clubes argentino, un modelo muchas veces reconocido en el mundo no sólo por su nivel deportivo y por ser una cantera inagotable de talento, sino por su implacable rol social. Aquel que indica que es más importante formar personas antes que atletas, que invita a construir una comunidad y que se sostiene en sus tradiciones y su identidad.
Mientras el sol caía y los hinchas seguían cantando y festejando, quedó claro que -incluso en esta era del súper profesionalismo- nuestro rugby amateur no solo resiste: emociona, inspira y demuestra que su esencia es parte irrenunciable del ADN ovalado argentino.
