Jannik Sinner es el menos italiano de los tenistas italianos. Su aspecto es casi el de un nórdico y su juego en de un espigado jugador de cancha rápida, lejos de la tradición del país al que representa. Sin embargo, se ha convertido en el primer tenista italiano que alcanza el número 1 del mundo.
A sus 22 años, es la consagración para un jugador que, para muchos, está llamado a estar en la cima del tenis durante los próximos años, rivalizando con Carlos Alcaraz, que le ha superado ligeramente en precocidad pero junto al que ya ha protagonizado algunas batallas gloriosas.
Su nombre saltó de la esfera italiana cuando en 2020, el año de la pandemia, alcanzó en París los octavos de final y se cruzó con Rafael Nadal, entonces dueño y señor del torneo. Entonces fue el primer jugador que alcanzaba esa ronda en su año de debut desde que en 2005 lo hiciera Nadal. Aquel año venció a Alexander Zverev y lucía orgulloso su triunfo ante un Top 10 a sus 19 años.
El año antes, había ganado los NextGen, que afrontan a los mejores jóvenes de final de temporada y su nombre empezaba a acompañarse del adjetivo prometedor.
Ahí la gente empezó a situar en el mapa San Cándido, la localidad alpina, cercana a la frontera con Suiza, donde nació el 16 de agosto de 2001 y donde, como no podía ser de otra manera, empezó a destacar en el esquí, deporte en el que tuvo una carrera honesta, que compatibilizó también con el fútbol, antes de que en su vida se cruzara Ricardo Piatti.
Aquel rasgo, que resulta curioso, acompaña siempre su biografía, hasta el punto de que al tenista le molesta un poco que se lo recuerden permanentemente. El entrenador italiano, que ya había moldeado otros campeones como Novak Djokovic o Maria Sharapova, se lo llevó a su Academia de Burdighuera, en la Riviera italiana, lejos de su Tirol natal, donde empezó a destacar temprano, hasta que dio el salto al circuito profesional en 2018.
De las imágenes de aquellos primeros años, cuando empezaban a compararle con Roger Federer -había nacido junto a la frontera Suiza- a las de ahora destaca lo poco que ha cambiado su rostro, que sigue siendo aniñado, infantil, con esos rizos pelirrojos y esa cara de pícaro.
Pero su tenis ha cobrado una enorme dimensión, acompañado esta vez del tándem Simone Vagnozzi y Darren Cahill, que ya había conducido antes al número 1 del mundo a Lleyton Hewitt, André Agassi o Simona Halep.
En 2021 alcanzó en Miami su primera final de un Masters 1000 y, tras un año 2022 menos prolífico, volvió con fuerza el año pasado, cuando sumó en Toronto su primer M1000, acabó el año entre los 8 mejores y quedó finalista del Torneo de Maestros.
En esos años también empezó la rivalidad con Alcaraz. La revolución llegó con el nuevo año, cuando Sinner empezó el año sumando en Australia su primer Grand Slam, antes de levantar en Miami su segundo Masters 1000 y empezar a llamar con fuerza al número 1 del mundo. Sinner encarna junto a Alcaraz la generación que pide paso tras los años de dominio del "Big 3". Son los dos primeros tenistas nacidos en el nuevo siglo que se mueven en el medio centenar de victorias en Grand Slam.
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