Después de lo que fue la legendaria carrera de Fred Perry, el tenis británico tuvo una importante sequía en cuanto al dominio de este deporte a nivel mundial. Perry, múltiple campeón de torneos de Grand Slam, ganó su último major en 1936 (Abierto de Estados Unidos, en ese momento llamado Campeonato Americano). Sin embargo, en el 2005, comenzó a nacer la Era Andy Murray.
En dicho año, el escocés se convirtió en tenista profesional y comenzaría a escribir los libros dorados de este deporte en la historia del Reino Unido. Luego de que Tim Henman (4° en 2002 y 11 títulos), Greg Rusedski (4° en 1997 y 15 títulos) y Roger Taylor (8° en 1970 y seis títulos) no hayan podido llegar a la cima del ranking ni cosechar trofeos grandes, llegó el niño pródigo a romper el maleficio.
Rápidamente, todo lo que Murray prometía en el circuito junior empezaba a hacerse realidad. En esa misma temporada, alcanzó la final del ATP de Bangkok, con derrota en sets corridos ante Roger Federer. El primer certamen ganado para Sir Andy llegaría en 2006, en San Jose, venciendo en la definición a Lleyton Hewitt. Este fue el primero de las 46 coronas que logró adueñarse en singles. Además, perdió 25 finales.
A medida que pasaba el tiempo, Murray crecía en el ranking y en el circuito, aunque quedaba por detrás de la sombra del famoso Big 3, conformado por Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, los tres jugadores más grandes de todos los tiempos, nada más y nada menos.
A pesar de esto, el británico conseguía hacerse lugar entre ellos: en el US Open 2012, después de cuatro finales de Grand Slam perdidas, cortaba el maleficio de 76 años para el tenis británico. Allí, venció en cinco sets a Djokovic en un memorable encuentro.
De igual manera, apenas unas semanas previas a la epopeya en Nueva York, se consagró campeón olímpico en Londres, tras derrotar a Federer en sets corridos. Sin dudas, el 2012 es uno de los años más gloriosos para Andy.
Pasando de página, el momento más importante en la carrera de Murray muy posiblemente se dio en Wimbledon 2013. El oriundo de Glasgow venció a Djokovic por 6-4, 7-5 y 6-4 y cortaba la racha de 77 años sin campeones locales en el tercer GS del calendario y único sobre césped.
Su exitosa carrera tendría el último gran año en 2016, donde pudo sacarse otra espina: se convirtió en bicampeón olímpico, bicampeón de Wimbledon y primer tenista de su nacionalidad en ser número uno del mundo (durante 41 semanas).
En enero del 2019, siguiendo con su trayectoria, Murray sorprendió al mundo entero al anunciar que se iba a retirar. "Estaré en el Australian Open y espero poder jugar en Wimbledon el último torneo de mi carrera", había dicho quien se había sometido a una cirugía de cadera en 2018.
Aunque su recorrido rápidamente iba a cambiar de rumbo para su futuro: el escocés recibió una recomendación del histórico doblista Bob Bryan para someterse a una artroplastia de superficie de la cadera. Esto significaba que le tenían que colocar una tapa de metal de cromo-cobalto. El norteamericano le aseguró que esto iba a mejorar su calidad de vida y hasta podía hacerlo volver a jugar.
Para colmo, en ese año ganó su último torneo ATP: en Antwerp. Y así, cinco años después, el ex 1° está viviendo sus últimos instantes como deportista profesional. Sin embargo, su legado quedará marcado por siempre como el mejor tenista británico de todos los tiempos.