No importa si es en un primero, segundo, tercero, cuarto o quinto set. Le ocurrió en Madrid, en Londres, en Nueva York y... ¿Por qué no en Paris? Ninguna de las grandes ciudades y torneos se le niega. El enojo está a la orden del día y a la medida de Andrey Rublev.
Cansa, aburre y hasta se torna peligroso. Una pelota mal impactada, un acierto rival, el tanteador desfavorable, el aire que respira. Cualquier cosa puede conspirar para su (mal) humor.
Y le ocurrió nomás en el marco de su debut en Paris-Bercy ante Francisco Cerúndolo. El desperdicio de la ventaja 3-0, 4-1 y 5-2 lo llevó a la silla acumulando bronca. Entonces se sentó y clavó un "strike" con las botellitas de agua.
El primer set en favor del argentino fue otro pico de tensión que no llegó a la acción. Pero el comienzo del segundo set fue para peor. Gritos y miradas de odio para con su banco completaron el combo con una reiteración de impactos con su propia rodilla izquierda. Ni uno ni dos, ¡siete! golpes.
El hilo de sangre empezó a caer por su pierna y el llamado a la atención médica no tardó en llegar. Rublev en estado puro.