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El adiós de Batista, el uruguayo que fue al cumpleaños de LeBron, marcó a Shaquille y se hizo amigo de Garnett

El pívot, que se retiró de la Selección, fue el único uruguayo en la NBA donde convivió con compañeros que tiraban a la basura los championes luego de una práctica y se compraban camperas de 4.500 dólares. @fubbuy

Un día despertó y se encontró en un avión privado con un chef que le preguntaba qué quería comer. Fue a entrenar y vio como alguno de sus compañeros tiraba al tacho de la basura los championes porque no le gustaban. Y una noche, sin siquiera haber sido invitado, se encontró en la fiesta de cumpleaños de LeBron James. Aquel mundo parecía digno de un sueño. Pero no lo soñó, lo vivió en carne propia.

Esteban Batista, basquetbolista que se acaba de retirar de la Selección de Uruguay, fue el único uruguayo que jugó en el fantástico mundo de la NBA. Sus historias y anécdotas quedaron reflejadas en el libro Pequeñas grandes historias del básquetbol uruguayo (Ediciones B). ESPN repasa algunas de sus vivencias.

Una noche, Batista estaba cenando con su amigo brasileño Anderson Varejao. Pidieron la cuenta y antes de que les cobraran, el jugador de Cleveland lo sorprendió con un pedido. “Esteban, ¿me acompañas que tengo que saludar a un amigo que es el cumpleaños?”. La noche recién arrancaba en la ciudad de Atlanta, donde se habían encontrado previo a un partido que los tendría como rivales por la competitiva y exigente NBA.

“Dale, vamos que te dejo de pasada”, respondió Esteban pensando en dejar en el hotel a su amigo y seguir rumbo a su casa a descansar. Pero Anderson lo sorprendió con la respuesta: “No, no, quedate. Es el cumpleaños de LeBron”.

La cara de Batista se transformó. Varejao, que en aquel entonces jugaba en Cleveland, le sugería quedarse en la fiesta de cumpleaños de LeBron James, uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA.

En ese pequeño instante Esteban pensó: ¿cómo voy a ir al cumpleaños de LeBron James? Pero Varejao lo convenció, y allá fueron. Llegaron a un lujoso restaurante donde se celebraba la fiesta y entraron. “Yo medio de careta, con una vergüenza tremenda, entré y cuando lo vi venir lo saludé con un abrazo. Y me sorprendió porque estaba todo bien, como si yo fuera uno más de los invitados”, contó Batista para el libro.

“Yo miraba para los costados y no entendía nada. A mi alrededor Shaquille O’ Neal, Chauncey Billups, cantidad de estrellas de la NBA. Yo trataba de actuar como que era algo normal, pero se podrán imaginar que salí de ese lugar derecho a llamar a algún amigo para contarle con quienes había estado”, rememoró Esteban.

La NBA es un universo único. Plagado de lujos y ostentación de jugadores que ganan millonarias sumas de dinero. A Batista le pasaron cosas tan insólitas como salir de un partido, ir a un boliche reservado a tomar algo, y encontrarse con el mismísimo Michael Jordan. Por dentro lo carcomía el deseo de sacarse una foto pero no era el comportamiento adecuado para un jugador que formaba parte de aquel mundo defendiendo a los Hawks de Atlanta.

EL INICIO DE LA HISTORIA
Esteban Batista surgió de las juveniles de Welcome. A poco de empezar a alternar en el primer equipo le llegó una posibilidad que lo deslumbró: fichar por Real Madrid. Viajó con su representante y amigo Osky Moglia. Firmó por cuatro temporadas. Pero la realidad es que Esteban era un botija y no estaba para jugar en el Real Madrid, entonces lo cedieron a Pozuelo, que es el filial, reconoció su representante. De todos modos, por la mañana Esteban entrenaba con los monstruos del Madrid y de noche jugaba con Pozuelo. Siendo parte del mundo Real Madrid, Batista vivió una historia increíble a fin de año de 2004.

Un 30 de diciembre le sonó el teléfono a Moglia. Del otro lado de la línea Esteban. “¿Qué hacés Osky? Escuchá, te llamo porque estoy acá con todos los galácticos despidiendo el año”, le dijo Esteban. Su representante se sorprendió y no entendía lo que el jugador le quería decir. Hasta que le aclaró que estaba sentado en la misma mesa con Zinedine Zidane, Luis Figo, David Beckham y Ronaldo. Todas las estrellas del equipo de fútbol de Real Madrid que eran conocidas bajo la denominación de galácticos.

Era la fiesta de fin de año del club merengue que tenía por costumbre juntar a los planteles de fútbol y básquetbol para despedir el año. “Se podrán imaginar lo que fue para mí estar en una mesa con Ronaldo y Beckham cerca. Aquello era surrealista para mi edad. Yo miraba para el costado y tenía a Zidane y decía, que se detenga el tiempo, no lo puedo creer. Obvio que llevé la cámara de fotos, era el sueño del pibe. Hace un año comía con los de Welcome y al otro estaba sentado con estos monstruos”, recordó el jugador entre risas.

Un año después, en 2005, el gigante Batista viajó con la Selección Uruguaya a Puerto La Cruz y Caracas para jugar dos cuadrangulares internacionales. Fueron partidos de exigencia. Esteban se destacó y llamó la atención de los ojeadores internacionales que van a los torneos para ver jugadores y recomendar su fichaje a los clubes. Un día Esteban miraba la televisión en la habitación del hotel cuando le golpearon la puerta. Cuando abrió se encontró con un hombre que se presentó como Pedro Pérez. Un dominicano allegado a agentes de la NBA que le dijo: ‘bueno, te felicito’.

Batista lo miró con cara de sorpresa. No entendía el motivo por el cual lo felicitaba. El hombre le preguntó si estaba contento. Sí, sí, respondió Batista sin llegar a entender a qué se debía tanta amabilidad. Y en ese momento Pérez le dijo: “Te vas a jugar a la NBA. Atlanta te hace un contrato por dos años”. “Le di un abrazo como si fuera mi vieja”, recordó Batista que no podía creer la noticia.

De las palabras se pasó a los hechos. Un 9 de setiembre el agente Aarón Goodwin le envió vía fax a Osky Moglia el contrato oficial de Batista para unirse a los Hawks.

LO ESPERARON EN LIMUSINA
Batista y Moglia viajaron un 11 de setiembre de 2005 a Estados Unidos. No lo olvida. A pesar de que les habían avisado que era una fecha complicada, porque se cumplía un nuevo aniversario del atentado terrorista contra las Torres Gemelas, se embarcaron. Batista recordó que antes de partir los revisaron más de lo normal.

Pero el tema fue al llegar a Estados Unidos. En la inmensidad del aeropuerto de Atlanta, Esteban y Osky salieron por una puerta equivocada y se perdieron. Los nervios gobernaron la escena. Manejando un idioma inglés que el jugador definió de “caótico”, lograron hacerse entender y llegaron a la salida correcta.

Apenas salieron del aeropuerto empezaron a tomar dimensión de lo que era la NBA. Afuera los esperaba una limusina. Jugador y representante se miraron asombrados. En su vida había subido a una.

“Pah, yo entré y tocaba los botones y las luces. Eran las 9 de la mañana y yo le decía a Osky: ‘¿Estos se habrán equivocado? No debe ser para nosotros esto”, contó el jugador. Ambos fueron trasladados al Omni Atlanta Hotel, un complejo de dos manzanas donde están los estudios de la cadena CNN y el State Farm Arena, conocido como Philips Arena, la casa de los Hawks.

Posteriormente, Esteban fue sometido a la revisión médica de rigor. Un rigor de primer nivel. Primero lo llevaron a un lugar donde le practicaron estudios de los huesos, las rodillas, las articulaciones y hasta los codos. Y luego un examen más rutinario.

Cuando entró al vestuario para cambiarse la mandíbula se quedó en el piso, al mejor estilo de los personajes de los dibujitos animados cuando se deslumbran con algo. “El vestuario era tremendo. Cada uno tiene su silla plegable. PlayStation individual, había jacuzzi, piletas de hielo, sala de masajes, sauna, estás en un primer nivel”, recordó.

En el estadio había sala de recreo para los jugadores con sofás con videojuegos, plasmas, mesa de pool y todo lo imaginable para brindar confort a los basquetbolistas. Pero no fue todo. Apenas ingresó le preguntaron su número de calzado. Esteban, como todo uruguayo, había ido con sus championes para entrenar.

Pero lo llevaron a un lugar donde había botas de básquetbol de todos los colores. Allí le daban a elegir la cantidad de modelos que quisiera. Era tal el derroche que había cosas que le chocaban, como ver a compañeros que utilizaban championes en un entrenamiento y como no estaban cómodos o no les gustaban, los tiraban a la basura.

“Yo por dentro decía, este muchacho está loco. Me daban ganas de sacarlos del tacho y llevarlos a mis amigos en Uruguay. Eso me chocaba un poco. Lo mismo con la comida. De pronto la probaban, no les gustaba, la tiraban y pedían otra cosa. Eso me llamaba la atención. Es que ganan tanto dinero que viven una vida irreal”, contó Esteban.

AVIÓN PRIVADO
Bastó que Batista fuera al aeropuerto, para su primer viaje con los Hawks, para darse cuenta de otra de las cosas increíbles del planeta NBA. Cuando llegó le indicaron dónde estacionar y le llamó la atención quedar a escasos metros de la aeronave. Era el avión privado del equipo.

No fue lo único. Apenas bajó del auto Esteban se sorprendió porque apareció una persona dispuesta a sacarle la valija del baúl del vehículo. Con el equipo viajaba un chef que preguntaba y preparaba a los jugadores lo que deseaban comer. El avión disponía de mesas para jugar al póker. “Yo no podía creer todo aquello. Imaginen lo que era para mí que nunca había viajado ni siquiera en primera, ir en esas condiciones. Yo subía al avión y pasaba directo al gallinero a viajar con las rodillas en la garganta”, manifestó en clara alusión a que viajaba en clase turística.

Batista transitó de la noche a la mañana en un abrir y cerrar de ojos. De tomar dos ómnibus para llegar de Ciudad del Plata a la cancha de Welcome a andar en limousines y alojarse en hoteles cinco estrellas.

EL MUNDO DE LOS JUGADORES
A lo largo de su carrera, Batista se dio el lujo de jugar al básquetbol en Rusia, España, Israel, Grecia, Turquía, China, Italia. De todos lados tiene historias y anécdotas. Pero ninguna de todas las experiencias resultó tan sorprendente como la convivencia con las estrellas de la NBA.

El jugador contó que había compañeros que tenían cinco o seis autos y vivían en mansiones. Algunos lo invitaron a su casa y se sorprendió de que tuvieran hasta cine. “Había uno que vivía solo con la mujer y tenía ascensor en la casa”.

Dice que en el vestuario “no había límites para la extravagancia”. A modo de ejemplo comentó que un día su compañero Zaza Pachulia le pidió si lo acompañaba a un shopping. Empezaron a caminar, miraron algunas vidrieras hasta que ingresaron a una tienda de ropa. Batista quedó perplejo al ver que su compañero se compraba camperas por 4.500 dólares. “Yo por dentro decía, vivo cuatro meses con 4.500 dólares”, comentó sonriendo.

En el año 2007, Esteban realizó la pretemporada con el emblemático equipo de los Boston Celtics. Allí lo impresionó la figura de Kevin Garnett con quien hizo buenas migas. Pero lo más llamativo ocurrió el último día de entrenamiento con el club.

Al finalizar la tarea, Batista le pidió a Kevin si lo podía llevar al hotel donde se alojaba. Garnett aceptó gustoso. Cuando llegaron a destino Esteban le agradeció, abrió la puerta del vehículo y cuando bajó, Garnett le dice: “Che, te dije que me dejaras tu mail”.

Batista tomó un papelito y se lo dio pensando que la estrella de la NBA tenía ese gesto para quedar bien. “Se lo anoté y pensé, este papelito se pierde en la próxima lavada del auto”, comentó el jugador.

A los dos meses le apareció en su casilla un correo extraño, de un remitente desconocido. ¿Quién será? Primero pensó en un correo no deseado, de esos que contienen virus. Pero la curiosidad lo invadió y lo abrió. Quedó asombrado. Era un mail de KG (Kevin Garnett) saludando y preguntando a Batista por su futuro. El jugador uruguayo reveló que era común que Kevin sacara a todo el equipo a cenar.

A diferencia de otros países, en la NBA los jugadores tienen absoluta libertad para moverse. No se controla. Esteban comentó que cuando llegaban a una ciudad les decían mañana a las 10 vamos a entrenar. No había cena de equipo, no había desayuno con el plantel. Nada. Cada uno tenía la libertad de hacer lo que quisiera. Incluso muchos jugadores salían a tomar algo a la noche y al otro día metían 50 puntos.

A la hora de jugar, uno de los momentos más recordados fue cuando tuvo que marcar a Shaquille O’ Neil. La mole de 2.16 metros y 147 kilos de peso.

Aquella bestia, en una acción de juego, cayó encima de Esteban. “A mí no me importaba nada, tenía ganas de jugar. Lo cierto es que en determinado momento del partido me acuerdo que se da vuelta, me pega con el codo, y se me cae encima. Quedé como un sandwich entre ese camión humano y el piso. Casi me desnuca”, contó Batista acotando que en ese segundo en el que iba cayendo se le pasó la vida. Pero lo peor no fue eso, sino que le cobraron falta y encima el tipo se enojó.

Otro gusto que se dio en su carrera fue jugar contra LeBron James, al que definió como “una bestia del básquetbol”, y también frente a Kobe Bryant.

MIRAR ATRÁS
El loco mundo de la NBA no es para cualquiera. Hay que tener los pies sobre la tierra para no perderse en medio de tanta inmensidad. El nivel de vida es muy elevado. “El tema es no confundirse”, dijo Esteban.

De la liga más famosa del mundo Esteban se trajo una pelota, pero se la robaron. No obstante, lo más curioso que tiene es una colección de botas de básquetbol. Los que piensan que tiene un ropero lleno de camisetas están equivocados. El jugador reveló que en la NBA no se estila intercambiar casacas, sino que los jugadores te regalan sus botas firmadas. “Cuando me avivé empecé a manguear championes por todos lados”.

Su colección reúne los de Billups, Shaw, Ginóbili, Duncan, Carter, Smith, Garnett. Admite que en un futuro espera poder tener un pequeño museo en su casa donde exhibir todos esos “trofeos”.

En las tertulias con sus amigos, luego del asado, tomando algo, Esteban rememora el lugar donde estuvo y lo largo que fue el camino para llegar. En ese instante Batista se detiene a reflexionar: “Pensar que cuando me llevaron a entrenar con el primero de Welcome fue como ir a jugar con los Lakers, y unos años después yo estaba jugando contra los Lakers de verdad. Qué increíble, valió la pena el esfuerzo…”.