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Bienvenidos a la NBA según Facundo Campazzo

Facundo Campazzo recibe el balón de espaldas sobre el eje, gira a velocidad y anota su tercer triple de la noche. En el regreso al otro costado, Campazzo dibuja una sonrisa que sintetiza su básquetbol de éxtasis puro. Su esperado despertar en la mejor liga del mundo.

Somos ahora todos testigos de su transformación.

Por primera vez desde que está en la NBA, Campazzo le abre la puerta a Facu para que salga a jugar como sabe. Como quiere. Un adolescente que afloja el nudo de la corbata para dejar que la alegría se desate. Vengan, acompáñenme, súmense a esta montaña de festejo. Ya no hay ataduras, cerrojos ni cadenas. Nadie se quiere perder lo que sigue. El paso de oruga en mariposa, el grito de desahogo que despide los grises para abrazar el color. Allá va, entonces, el sheriff de la Selección. El capataz de la Casa Blanca. Está de regreso el jugador por excelencia de la emoción en continuado. De Mar del Plata a Madrid y de Madrid a Denver. El ticket dorado ahora encuentra destino: un viaje de aventura que despega, una vez más, hacia territorio desconocido.

Bienvenido el básquetbol que le gusta a la gente.

El sentido de la oportunidad, el subirse al tren que pasa a la hora indicada, siempre es factor para esta clase de atletas. Porque sin Monte Morris, Jamal Murray y Will Barton, fuera por lesión, Campazzo tomó el rol que ya conocíamos de él. Pero no hay que confundirse: los que juegan bien van a conseguirlo tarde o temprano. Es solo cuestión de tiempo. Es la paciencia que derrota por enésima vez al cortoplacismo despiadado. Querer todo ya, además de peligroso, es equivocado. Porque la NBA, campeonato maratón por excelencia, requiere una adaptación primero y una construcción después. En definitiva, este Campazzo no es el de Real Madrid: es un jugador mejor. Hoy Facu puede hacer lo que ya hacía en Europa pero también lo que antes no: jugar sin la necesidad absoluta de ser el Cronos del equipo, sin la pelota todo el tiempo en sus manos.

La experiencia Denver lo hizo caminar muchas veces descalzo en un campo de espinas. Pero sirvió. Desarrolló otros aspectos del juego que aún no conocía y jamás cayó en la desesperación de querer demostrar sin pensar en sus compañeros. Nadie se salva solo en un juego de equipo y quién mejor que el cordobés para demostrarlo ante el mundo. En su rol de transición, mejoró la calidad y la velocidad de su tiro. Se convirtió en un especialista defensivo deluxe. Y eso hizo que ganara minutos, confianza y protagonismo: hoy se desenvuelve con soltura en una estructura que, a diferencia de todas las anteriores que vivió, no lo tiene como único director de orquesta.

El básquetbol hoy, al menos en esta Liga de ritmo y polifuncionalidad, requiere cambios de mando continuos, flexibilidad y movimiento como modus operandi de una construcción en continuado. Ha pasado de posiciones fijas a juego multiposición por excelencia. Por citar solo un ejemplo: un gigante que lleve el balón en la posición de uno como Nikola Jokic es algo que Campazzo, particularmente, no tuvo nunca a su lado en su carrera. No se trata de confianza o no de Mike Malone, entrenador de Denver: no hubo gesto más significativo de acompañamiento que dejar partir a dos perimetrales como Gary Harris y R.J. Hampton en el cambio por Aaron Gordon y aumentar en continuado los minutos y las responsabilidades de Campazzo.

Hoy vivimos quizás la mañana más feliz desde que Facu pisó una arena NBA. Y no son solo los 19 puntos y las 10 asistencias ante los New Orleans Pelicans, o el promedio de 10 pases-gol en los últimos tres partidos. Es detectar que Campazzo exhibe ante la NBA lo que sabe hacer desde lo pragmático, incorporando armas que antes no tenía, pero mucho más desde lo sentimental. Es un esfuerzo que camina y conmueve, que arrastra y contagia, que empuja y derriba preconceptos. "Estoy viviendo un sueño todos los días", dice en la entrevista post-partido. Los compañeros lo palmean, los fanáticos lo aplauden, los periodistas lo felicitan. Ellos ahora ven lo que nosotros ya conocíamos. Ellos ahora disfrutan lo que nosotros estábamos esperando.

La felicidad vuelve a tener nombre y apellido. Campazzo, el jugador que piensa fuera de la caja, ensaya un nuevo modo de revolución. Jugar a la manera de Facu, con todo lo que eso significa: espíritu salvaje que pone todo patas para arriba, que enerva a los que tratan de controlarlo, que tiene en su ADN la naturaleza de lo impensado. ¿Qué es el deporte si no es emoción en estado puro?

1, 2, 3, ¡Campazzo!

Qué bueno, otra vez estamos juntos.