Mariana Patraca se prometió a los 14 años que trabajaría en Grandes Ligas.
La meta fue plasmada en el diario de una niña que lanzaba bolitas de plastilina al pizarrón para enseñar a pitchar a sus compañeras de escuela y de una mujer que pagó con millas su boleto de avión a Santo Domingo para pedir la oportunidad que le permitió entrar a Grandes Ligas, a donde ahora trabaja con los Diamondbacks de Arizona.
Esa pequeña, Mariana Patraca, hoy tiene frente a sí la oportunidad que había soñado desde que jugaba softbol: Enfundarse la casaca de la selección mexicana. Su oportunidad es el Clásico Mundial, donde México debuta el sábado frente a Colombia
“Sí creo en el amor a primera vista. El beisbol fue amor a primera vista”, confiesa Mariana Patraca, coordinadora de operaciones de la selección mexicana para el Clásico Mundial. “Cuando tenía 11 años, en la Serie Mundial del 95 jugaron los Indios de Cleveland contra los Bravos de Atlanta, me empezó a entrar curiosidad por el deporte”, comparte en charla con ESPN Deportes desde Arizona.
Mariana cultivó su pasión por la pelota a través de desvelos, dormía por la tarde y veía en televisión las repeticiones de los juegos pasada la media noche. Le bajaba el volumen para narrar ella y no despertar a los demás en casa.
“Tengo un diario en el que escribí que cuando fuera grande quería trabajar en MLB, ahora en pandemia fui casa de mi mamá y lo reencontré”, comparte. “Iba en una escuela de puras mujeres, hacíamos bolitas de plastilina y les enseñaba a tirar al pizarrón a mis compañeras, alguna vez nos metimos en problemas. Luego mi mamá me mandó a hacer una lona con la zona de strike, y deshice la pared de mi casa pitchando”, confiesa.
Esa niña conoció el Parque del Seguro Social de la mano de su padre, Octavio, se apasionó por los Tigres y luego encontró en su madre, Beatriz, la fortaleza para asumir los retos del mundo: Fue becada en Miami a los 20 años, a donde la hicieron sufrir por ser mexicana y su madre le recordaba que por eso había trabajado, fue seleccionada nacional de softbol y jugó los Panamericanos de Guadalajara en 2011.Cuando el Comité Olímpico Internacional decidió sacar al softbol y el beisbol del programa olímpico, a Mariana se le rompió el corazón.
El camino siguió. Consiguió ser becada en Estados Unidos para estudiar una maestría y su tesis la hizo sobre los obstáculos y retos que los jugadores latinos pasan en su proceso de Ligas Menores: Adaptarse a la cultura americana, los sueldos, el aspecto psicológico, social y familiar. Lo mismo que ella había vivido a los 20 años.
“Cuando termino (mi maestría) en Long Beach yo era mexicana sin visa, me fui a Dominicana sin conocer a nadie. Había ido ese año a los Winter Meeetings en San Diego, sin ser invitada. Conocí a Rafael Pérez que era el director de MLB en Dominicana, le dije que quería hablar con él. Estaba ocupado, pero me dijo que el lunes estaría en Santo Domingo en su oficina. Como tenía muchas millas de American Airlines, entonces me fui a Dominicana, me fui a parar a su oficina, yo creo que eso le sorprendió, me recibió, me presentó a otra persona que le envió mi tesis a todos los equipos y en tres semanas ya me estaba entrevistando con los Gigantes de San Francisco. Vendí todo en California y me fui a vivir a Dominicana”, relata.
Su camino en Las Mayores comenzó así, y desde hace ocho años ya es parte de losArizona Diamondbacks. “Desde el año pasado me uniformé, llegué al Spring Trainig y tenía mi locker con mi uniforme. Parte del rol nuevo que tengo es esta en el terreno, me tocó coachear varios juegos en el extended spring training, ayudar en prácticas”, cuenta Mariana, quien ha vuelto a sentir la emoción de jugar. “Estar en el terreno lo disfruto porque ponerte un uniforme es único, cuando jugaba sentía esa emoción hasta de oler el pasto, lo sigo sintiendo, esa adrenalina es única y saber que estás aportando al desarrollo de los jugadores. También siento que tengo cualidades porque son muy buena en ver detalles que mucha gente no ve, coordinar un campamento”.
La felicidad parecía haberle llegado, pues en Tokio 2020 fue parte de la selección de República Dominicana que ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos, otro sueño se había cumplido. Su normalidad se quebró cuando Rodrigo López, gerente de la selección mexicana de beisbol para el Clásico Mundial, la invitó a ser parte del equipo mexicano para la edición 2023. La bandera, la sangre, su origen la llama.
“Amo a mis Diamondbacks, en su momento a los Indios de Cleveland, pero representar a un país, escuchar un himno que representa a millones de personas, lo das todo. Ahora que tengo la oportunidad de representar a México digo que tengo la oportunidad que he querido por años, porque al final del día soy mexicana”, reconoce Mariana.
México cuenta para este Clásico Mundial con una de las mejores generaciones de beisbolista que ha tenido, con pitcher estelares como Julio Urías o José Urquidy, y jugadores de campo como Randy Arozarena o Luis Urías. Una generación capaz de avanzar a la segunda ronda del torneo, algo en lo que México ha fallado recientemente.
Para lograrlo se necesita cuidar detalles, planear. “Rodrigo me dijo que se le daba esta oportunidad y que no era opción. Si o si vienes con nosotros”, recuerda. “Somos un buen balance, yo tengo mucha experiencia en operaciones, en procesos, es mucho detalle, si se te va algo se puede quedar un pelotero fuera, desde el día uno siempre me contempló y afortunadamente todo ha salido bien”, dice Mariana, ansiosa de que el juego comience y con la expectativa de volver a hacer un balance de lo que le diría a esa niña de14 años cuando escribió sus sueños en un diario: “Que es una chingona, que ha valido la pena”…