Las Grandes Ligas están viviendo un cambio generacional con la inyección de jóvenes talentosísimos cuyas edades no rebasan más allá de los 25 años.
Esta nueva ola que domina el béisbol en la actualidad puede atribuirse a varios factores.
Uno de ellos es fortuito y tiene que ver con la coincidencia en tiempo de muchos peloteros de primer nivel, algo tan normal como que en otros momentos la camada de jugadores no siempre sea tan buena.
Pero a mi modo de ver, el dominio actual que van imponiendo los más jóvenes es consecuencia directa de la lucha contra el uso de sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento deportivo.
Si bien es una guerra que nunca terminará, el interés de MLB para atacar a los tramposos ha dado resultados y cada vez son menos -- al parecer -- los que acuden al engaño para sobresalir.
Y parte de ese engaño era la extensión de las carreras deportivas a edades inusuales, donde lo normal es que comience un declive natural.
Así vimos a Barry Bonds disparar sospechosamente 73 jonrones en una temporada a los 37 años de edad, por sólo citar un ejemplo de muchos que abundaron en la era de los esteroides.
En esta época post-esteroides, el béisbol le pertenece a los jóvenes, aquellos con más reflejos para reaccionar a envíos que llegan a casi 100 millas por hora en fracciones de segundos hasta el plato.
Ojo, no quiere decir que no hayan excepciones, pero solamente unos pocos elegidos por los dioses del béisbol pueden seguir derrochando su talento cuando la mayoría de sus compañeros de generación ya vieron pasar sus mejores momentos y muchos se fueron al retiro.
Pero no todos los días salen los Ichiro Suzuki, David Ortiz o Adrián Beltré, que consiguen competir con la sangre fresca que viene como un tsunami a reclamar los puestos cimeros del mejor béisbol del mundo.
Lo cierto es que estamos siendo testigos del nacimiento de una generación brillante, que tiene posiblemente en Bryce Harper y Mike Trout a sus dos principales exponentes.
Hasta los juegos del miércoles 20 de abril, los bateadores de 25 o menos años habían acumulado el 30 por ciento de los 411 jonrones registrados en la joven temporada. Esa cifra supera en un cinco por ciento la registrada en el 2015 y es mucho mayor que la del 2010, cuando los jovenzuelos consiguieron en 18 por ciento de los bambinazos.
Jugadores de 25 o menos lideran los principales departamentos ofensivos de las Mayores.
El dominicano Manny Machado, de los Orioles de Baltimore, tiene el average más alto (.407) y acumula más hits que nadie (24).
Harper, de los Nacionales de Washington, es el máximo remolcador de carreras (22) y va empatado en cuadrangulares (8) con el novato Trevor Story, de los Rockies de Colorado. Nolan Arenado, también de los Rockies, los secunda con seis vuelacercas y 16 remolques.
El jardinero de los Nacionales es dueño también del promedio de slugging más alto (.849), delante de Machado (.780) y Story (.758).
Y el venezolano Jose Altuve, de los Astros de Houston, es el máximo robador de bases (7).
Entre las estrellas que dominan los titulares beisboleros en la actualidad, la lista de jovencitos es larguísima, más allá de los ya mencionados.
¿Dónde dejamos a Kris Bryant y Addison Russell, de los Cachorros de Chicago? ¿O los boricuas Carlos Correa y Francisco Lindor, de Houston y Indios de Cleveland, respectivamente?
Aunque hemos estado oyendo de él desde el 2013, es ahora que el cubano Yasiel Puig acaba de llegar a los 25 años.
Igual pasa con el venezolano Salvador Perez, uno de los mejores catchers de todo el béisbol, que a sus 25 años ya acumula tres Guantes de Oro con los Kansas City Royals.
La cosa es ver cuántos de ellos son capaces de mantenerse en la élite más allá de sus años picos, para convertirse en los Big Papis, Ichiros o Beltrés del futuro.