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Esa pasión llamada boxeo

El médico miró a la mujer que, sin poder evitarlo, se veía angustiada. “Señora, esto que le voy a decir es muy serio”, dijo. “Su hijo está muy mal, por eso está internado. Pero hay un camino y es más sencillo de lo que parece. No le de tantos remedios, ni pastillas. Simplemente, procure que haga deportes. Solamente tiene nueve años y en el deporte va a encontrar la mejor de las medicinas”.

La mujer asintió con la cabeza. Era su único hijo y el asma lo ahogaba, haciéndolo sufrir, haciéndola sufrir.

“Ese médico de alguna manera me salvó la vida, como también el deporte. Por suerte, mi mamá. Gregoria Almada, le hizo caso”, recuerda hoy Pedro Jorge Ochenduszka, nacido el 14 de noviembre de 1960 en el Hospital Rivadavia de Buenos Aires. “En realidad, toda mi vida la viví en Vicente López. Mi mamá trabajaba en los Laboratorios Roche y por medio de ella empecé a ir a las colonias de esa empresa a practicar deportes. Hice de todo: vóley, básquet, hándbol, futbol y natación, como que lo hago en los cuatro estilos. Hasta que finalmente, me encontré con el karate”.

Sonríe Ocheduszka, a quien sus amigos llaman “Chino” o, más sencillamente, “Ochen”. Sabe que ese encuentro, gracias a su amigo Eduardo González, una tarde cualquiera en Munro, le cambió absolutamente el timón de su vida.

Hoy, este hombre está al frente del gimnasio “K. O. Boxing Club” en el Florida Club de Vicente López, desde enero 2020, luego de haber cerrado su propio gimnasio, con el mismo nombre. Apasionado del boxeo y por sobre todas las cosas de la enseñanza, estuvo muy cerca de encarnar a Carlos Monzón para el cine, de la misma forma en que participa activamente de AMBAPA (Asociación de managers de boxeadores amateurs y profesionales de la Argentina).

“Aprendí lo que se da en llamar karate okinawense, por ser originario de Okinawa, Japón. Llegué a ser cinturón negro. Me encontré con el boxeo allá por 1979, cuando andaba cerca de veinte años, en un gimnasio de Villa Adelina, donde enseñaba Antonio Mammarella, otro apasionado por el boxeo. Por entonces ya estaba metido en full contact, por lo que necesitaba aprender a boxear para utilizar los brazos y por supuesto los puños”.

Así fue que el boxeo no solamente se lo fue ganando, sino que además, hizo unas cuarenta peleas, aunque sin licencia de la Federación Argentina de Box. Fue campeón argentino de full contact, actividad en la que también compitió muy activamente, hasta que en 1985, nació su primer hijo, Leonardo. Fanático de River Plate y gran admirador de Carlos Monzón y Bruce Lee, Jorge fue entrenado por Juan Ramón Corrales, histórico campeón argentino de full contact.

Un día decidió dejar los rings.

“Estoy casado con Susana. Tenemos dos hijos, Leonardo (38) que también fue boxeador y Daiana (37). Mi principal actividad comercial fueron y son los negocios inmobiliarios por lo que cuando nació Leonardo, decidí que era hora de dedicarme exclusivamente a la familia y así lo hice, pero…”

Hace una pausa. Vamos por el segundo café.

“Así estuve, dedicado a los negocios inmobiliarios, hasta que Francisco Fuentes –que en 1988 fue el primer presidente de la Federación Argentina de Full Contact-, me pidió que volviera. Le dije que no, pero finalmente y a su pedido, empecé a ir al gimnasio para dar algunas opiniones, y entrenar algunos chicos. Eso de volcar mi experiencia me gustaba mucho y, claro, me entrenaba a la par de ellos, por lo cual estaba en gran forma física, pero no quería competir. Hasta que un día…”

Hace una pausa y luego comienza a narrar la segunda parte de su historia…

“Apareció por estos pagos un ruso, Arthur Bhur, que era campeón europeo; eso fue por agosto del 91. Fuentes se las ingenió para plantearme el desafío de si me animaba a pelear con él y por supuesto, terminé diciéndole que sí. Fue una tremenda pelea, y terminamos empatando. Cuando quise acordar estaba de vuelta, y seguí peleando, por unos seis años más, pero el boxeo me estaba esperando”.

Por supuesto, estudió y se recibió de Director Técnico de la Federación Argentina de Box. Y ha venido dedicándose con todo a la enseñanza. Cumplió un exitoso vínculo y ciclo deportivo con Alberto “Beto” Palmetta, representante olímpico de boxeo en los Juegos de Rio 2016. Hoy tiene a su cargo más de 120 personas en el gimnasio, muchos como actividad recreativa, y unos siete profesionales. Con él colaboran el Preparador Físico Fermín Gregorini y los directores técnicos y profesores de educación Física Marcos Rímoli e Ignacio Perrín, histórico integrante de la selección argentina de boxeo olímpico.

“Ser técnico de boxeo es complejo –dice Ocheduszka-, hay que saber apoyarse en el preparador físico, en un nutricionista, hay que saber medir y ver el potencial de cada boxeador, sacarle lo mejor de él y agregarle lo que le falta. Y combinar la capacidad de cada uno del equipo técnico para apuntalar al pugilista, es un trabajo muy delicado. Es una labor artesanal que solamente se pule con el correr de los años y la observación en los gimnasios. Antes el entrenador era preparador físico y hasta dietólogo de su boxeador. Hoy, los tiempos y los entrenamientos han cambiado muchísimo. Confieso que el tema me apasiona: he pasado horas y horas hablando con Amílcar Brusa, el que fuera técnico del gran Carlos Monzón. O con Sarbelio Fuentes, el cubano que estuvo muchos años entrenando a nuestra Selección Nacional de donde salieron Omar Narváez, Mariano Carrera, Víctor Hugo Castro o Hugo “Pigu” Garay, por nombrar a tres solamente. Eso también me ayudó muchísimo para aprender”.

Hoy entre sus boxeadores y boxeadoras están Lucía Pérez, Alberto Palmetta, Cristian “El Tucu Ríos”, Ezequiel Romero, Francisco Emmanuel Torres, entre otros.

“Cuando Palmetta vino a mi gimnasio le marqué como a los otros alumnos una rutina de pasos laterales, combinados con envíos de golpes. Una rutina de casi cuarenta minutos continuados y lo hizo muy bien. Sobre todo porque lo gracioso fue que ¡Nunca lo había hecho antes en su vida! Con Palmetta hemos trabajado mucho a lo largo de un ciclo de casi diez años. Me lo presentó Ignacio “Nacho” Perrín, otro histórico de la Selección Nacional. Hoy, aunque Beto sigue otro camino, viviendo en Miami, continúa siendo no solo un amigo sino un tremendo compañero de gimnasio y de largas charlas de boxeo”.

Hoy su trabajo como director técnico abarca también otras situaciones, incluyendo las de directivo.

“Tuve la suerte de viajar y aprender mucho. En AMBAPA tenemos muchos proyectos para mejorar no solamente el aprendizaje del boxeador sino también sus experiencias. El presidente es Ricardo Monte, que viene de las artes marciales y Vice, Walter Javier Crücce, que fue campeón Panamericano en 1995 y que como profesional sumó un montón de campeonatos. También estamos con Rubén Paniagua, el tío de Sergio (por “Maravilla” Martínez) a quien mucho le enseñó. Anduvimos por México y aunque muchos no creían que pudiéramos lograrlo, hasta enviamos cinco boxeadores amateurs para allá, en donde tenemos buenos vínculos con UMBE (Unión Mexicana de Boxeo). Sabemos que hay mucho por recorrer. Hemos tenido obstáculos, pero seguimos adelante para mejorar la profesión”.

Admite que las artes marciales han ganado un mercado importante. De hecho, la pantalla de ESPN KNOCK OUT tiene un espacio muy extenso para esa actividad.

“Ellos trabajan con Escuderías, y cada una, para un espectáculo, aporta varios peleadores. No es como el boxeo que cada boxeador tiene un manager. Hay un gran cuidado en seleccionar a los que traen más público y las reuniones son más largas que las del boxeo y para un público más joven. Pero el boxeo es ya una actividad enraizada en la gente y más allá de la competencia de las artes marciales, que por cierto existen, hay mucho por ofrecer y dar”.

Estuvo a punto de personificar a Carlos Monzón. “Se iba a llamar “Y pegue Carlos pegue”, y se estuvo por realizar justo en el mismo año en que murió Alicia Muñiz. Por medio de un amigo fui para hacer una prueba, un casting como se dice ahora. Yo tenía mucho trabajo con la inmobiliaria y tenía grandes dudas en embarcarme en ese proyecto. Me vio Juan Carlos Desanzo, que iba a ser el director y ni lo dudó: me dio el papel. Y se decidió sobre todo cuando le tuve que mostrar que, además de parecerme físicamente a Carlos (mido casi igual a él y también yo era un peso mediano)… ¡También sabía boxear! En ese momento yo estaba en peso y muy buena forma física, porque entrenaba. El asunto es que nos fuimos a Pampa Films y firmamos un contrato. Cuando todo parecía estar listo para empezar el rodaje, el proyecto se desvaneció… Y nunca más se retomó. Tal vez haya sido lo mejor”

¿Por qué?

“Porque ya antes de empezar a filmar, ya me habían hecho muchas notas. Salí en un montón de diarios y revistas. En mi barrio me identificaban todos los vecinos y empecé a perder mi vida privada. Vaya a saber uno si, por hacer una película, no hubiera cambiado totalmente mi vida, que es esta, la de ser uno más, identificado con el boxeo y con mi trabajo del gimnasio. Y era una producción importante, porque el elenco incluía a grandes actores como Luisina Brando, Alberto De Mendoza, o Rodolfo Ranni. ¡Imaginate, yo con semejantes monstruos! Pero no pudo ser. Así que fui Monzón, pero apenas por un poco tiempo y en medio un gran proyecto. Eso fue todo…”

Hoy está en su gimnasio, junto a cada boxeador y boxeadora, tejiendo sueños, trabajando prácticamente toda la semana desde las 15.30 a las 20. Es allí, en ese Florida Club de Vicente López, en la calle Vergara 3940, donde es feliz, en donde todos los días, no solamente amasa sueños de campeones, sino también una esperanza de una vida mejor para sus alumnos en su gimnasio.

Como le pasó a él mismo, cuando siendo un niño, encontró de la mano de su madre la puerta abierta de un gimnasio. Esa puerta que hoy, todos los días, abre para aquellos que quieran crecer, mejorar y encontrar un nuevo y positivo camino en la vida.