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Historias del Luna Park

El Luna Park ha sido un punto de encuentro para las familias de varias generaciones. Más allá del boxeo, que lo ha identificado en todo el mundo, otras actividades como Disney on Parade, los 6 Días en Bicicleta, los grandes recitales de Sinatra a Sui Generis, los Harlem Globe Trotters y tantas más, lo han convertido, con el tiempo en un símbolo mayúsculo de Buenos Aires. Hoy se habla de una serie de reformas al estadio y no faltan versiones de que hasta sería demolido. En sus paredes quedan encerradas leyendas e historias, en las que el boxeo ocupa uno de sus principales lugares…

José María Gatica, conocido también como “El Mono”, “El Tigre” o “El Mazorquero” fue también uno de los boxeadores que más público congregó son su sola presencia. Y cuando enfrentaba a su archi enemigo, Alfredo Prada, quedaba gente afuera. “Una noche”, nos contó Prada hace unos años, “Yo peleaba con Gatica y era tanto el gentío que se agolpaba en la calle Bouchard, cerca de la puerta principal (Bouchard 465) que no podía pasar. Tuve que abrirme paso entre la gente que era tanta y estaba tan enloquecida por entrar, que ni me reconocía, así que tuve que ir gritando: “Soy Prada, déjenme entrar porque si no, no hay pelea. Finalmente, un par de empleados y un policía, me ayudaron y logré entrar al Luna”.

Las peleas Gatica-Prada solamente dan para una nota entera. En la primera fila del ring side se ubicaban el general Juan Domingo Perón -presidente de la república- y su esposa, Eva Duarte. Eran tiempos de esplendor para el peronismo. Una noche, antes de subir al ring, Gatica dejó una frase que quedó en la leyenda. Es que cuando al darle la mano al presidente, exclamó: “Mi General… ¡Dos potencias se saludan!” “Gatica aparecía como peronista y yo como anti, por lo que mientras la popular se llenaba de sus fanáticos-recordaba Prada- los llamados “contreras” iban al ring side. Lo gracioso es que el verdadero peronista era yo. Evita era amiga de José María, y Perón seguidor mío. Los que estaban contra él se descargaban gritando por mí”.

Muhammad Ali estuvo en el Luna Park en 1979, invitado por la revista “El Gráfico”. Estuvieron presentes para saludarlo campeones mundiales como Hugo Corro, Víctor Galíndez, Miguel Ángel Castellini, Horacio Accavallo y Nicolino Locche. Carlos Monzón no asistió, porque en esa época estaba en conflicto con Juan Carlos Lectoure. Cuando todos fueron presentados, Alí eligió a Nicolino para lanzarle algunos golpes, para delirio de los aficionados. “El truco consistía en que Alí siempre esperaba hacer algo así una vez que escuchaba al más ovacionado de todos, por eso eligió a Locche”, nos aseguró Howard Bingham, su fotógrafo personal.

Mike Tyson también estuvo en el Luna Park, convocado por Diego Armando Maradona para su programa de televisión en 2006. Curiosamente, cuando intentamos entrevistarlo, Tyson hizo una pregunta: “¿Qué me pueden decir de Nicolino Locche?”. Cuando escuchó la respuesta de mi compañero, Eduardo Bejuk, nos permitió acceder a su suite para una nota. Locche fue, siempre, la llave maestra.

Nicolino Locche fue, con Justo Suárez y José María Gatica, quienes más gente convocaron siempre al estadio, aunque lo de Suárez fue breve. Y mientras a Gatica una parte iba a verlo perder, a “El Intocable” iban todos a disfrutarlo. Leonardo Favio, Aníbal Troilo, Leguisamo, Palito Ortega, Edmundo Rivero, Silvina Bullrich y tantos personajes de Buenos Aires, eran sus seguidores. Lo mismo que Julio Cortázar, fanático del boxeo, que también una noche estuvo en el ring side del Luna Park, para una pelea de Miguel Angel Castellini.

Nicolino quedó patentizado en un tango del gran Chico Novarro, “Un sábado más”, cuando afirma:

-Total esta noche, minga de yirar (o sea algo así como nada de ir a pasar a ninguna parte sin rumbo) si hoy pelea Locche en el Luna Pak.

Juan Carlos Lectoure ingresó al Luna cuando tenía veinte años y nunca se separó de él. Era su casa. Vivía en el estadio, incluyendo los domingos, aunque no hubiera actividad. Cuando pasó a ser el promotor de los combates centrales empezó a viajar por el mundo con una carpeta que rezaba en su portada: “Luna Park”.

“Cuando Carlos Monzón peleó con Emile Griffith, vinieron muchos dirigentes de la Asociación Mundial de Boxeo”, recordaba Lectoure, más conocido por “Tito”. “Cuando todo terminó, un dirigente me dijo que habían venido a Argentina a enseñar y habían terminado aprendiendo, por la organización perfecta de todo. Y yo le respondí que era lógico, porque hacía años y años que, todos los miércoles y sábados había boxeo en el estadio y que era parte de la rutina no solo del estadio, sino de todos los empleados. Hasta conocían por sus nombres y gustos a los habitués al ring side”.

Hace más de veinte años, Lectoure recibió una oferta para comprarle la manzana donde está el Luna Park -limitada por avenida Corrientes, Madero, Lavalle y Bouchard-, para hacer un enorme edificio, en donde se levantaría también un Luna Park como sucede con el Madison Square Garden de Nueva York. “El Luna Park no se vende por ningún precio”, fue la respuesta de Tito y su tía, Ernestina de Lectoure, que por entonces eran los dueños del estadio.

Oscar “Ringo” Bonavena no puede faltar en esta recopilación azarosa. Cuando combatió el 4 de septiembre de 1965 con Gregorio “Goyo” Peralta por el campeonato argentino de los pesos pesados, se produjo el récord de asistencia al estadio para boxeo con más de 25.236 espectadores, aunque la cantidad debió ser superior tomando en cuenta periodistas, allegados, invitados y por supuesto, los que lograron ingresar sin abonar la entrada. “Había gente colgada de los parantes del estadio, cerca del techo. Fue una locura total”, recordaba Lectoure.

Bonavena había promocionado la pelea diciendo que “Goyo”, el campeón le tenía miedo. Provocó tanto a Peralta que la mayoría del estadio fue a verlo perder, y cuando ganó por puntos, bajó ovacionado. Se había consagrado ante la gente. En los vestuarios -que estaban y están sobre la avenida Madero- estaban las duchas, muy pequeñas.

Los boxeadores solían bañarse juntos. Bonavena, casi llorando, le dijo a Peralta mientras se bañaban: “Perdoname, Goyo, todo lo que dije fue para vender entradas, ¿sabés? Te invito mañana a mi casa, mi vieja va a hacer ravioles”. Peralta no fue y nunca aceptó la amistad de su vencedor. Bonavena fue velado en el estadio Luna Park, como sucedió con Carlos Gardel y en ambos casos, asistieron verdaderas multitudes a despedirlos.

Otro ídolo tanguero como Julio Sosa, fue velado en el estadio ante una enorme cantidad de aficionados que fueron a darle su adiós.

Víctor Emilio Galíndez fue el primer campeón mundial consagrado en ese estadio, el 7 de diciembre de 1974, cuando le ganó a Len Hutchins por nocaut técnico. Estaba en juego el campeonato vacante de la Asociación Mundial de Boxeo, en la categoría medio pesado. Tanto él como Carlos Monzón, se fueron abriendo paso a través de campeonatos organizados por Lectoure, en donde compitieron los mejores en sus categorías. “Había tantos valores importantes entre los medio pesados y medianos que se me ocurrió hacer esos torneos, para saber quienes eran los mejores”, comentó Lectoure. Queda por agregar que tanto Galíndez como Monzón fueron los ganadores en ambos casos.

Horacio Accavallo fue el primer campeón mundial de la “Era Lectoure” y por supuesto, defendió su corona de los moscas en el Luna Park. “El día que tenía que pelear con el japonés Hiroyuki Ebihara (15 de julio de 1966) tuvo una especie de pánico escénico enorme. Tanto que tuve que hacer llevar una cama del hotel Plaza Roma, que estaba enfrente al Luna y ponerla en los vestuarios. Le tomé la mano y lo tranquilicé como pude. Y, para darle más ánimos todavía, cuando salió al ring puse en el estadio la Marcha de San Lorenzo (una popular marcha militar en Argentina). Por supuesto, cuando salió al ring se olvidó de todo, y terminó ganando por puntos en 15 rounds, porque fue un excelente boxeador, pero además un tremendo guerrero cuando había que jugarse la vida”.

Accavallo fue un gran amigo de Lectoure y siempre se pagó la entrada al Luna Park, aunque era un invitado de lujo permanente. “Yo sé lo que es haber sido boxeador, ellos ganan con la parte de lo que se recauda en el estadio, entonces no puedo ir a verlos sin pagar, porque son mis colegas”, decía el popular “Roquiño”, que tuvo un promedio superior a veinte mil espectadores en sus presentaciones mundialistas.

Frank Sinatra fue uno de los más grandes artistas que actuó en el Luna Park y Lectoure fue su acompañante permanente.

A propósito: mucha gente tal vez desconozca que el padre de Frank fue boxeador y que el propio Sinatra llegó a escribir algunas crónicas sobre peleas. De hecho tuvo muchos amigos boxeadores. Tanto que, cuando Oscar Bonavena desembarcó en Nueva York, Frank estuvo tentado de comprar su contrato. “Es blanco, es peso pesado, es italiano y se parece a Rocky Marciano. No necesita más”, habría comentado Frank entre sus amigos.

Debe haber sido, sin duda, uno de los pocos errores de Sinatra. ¿Se imaginan a “Ringo” acompañado al ring por “La Voz” en el Madison de Nueva York?