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Spence derrota a García de forma abrumadora y "perfectamente fácil"

Errol Spence venció a Mikey García este sábado en Arlington, Texas, mantuvo su invicto, conservó su cinturón de campeón welter de la FIB y ganó un lugar en la elite del boxeo comercial. Fue tal vez un premio excesivo para quien venció, tal vez, la que será recordada como la pelea “más perfectamente fácil de toda su carrera”.

Spence hizo todo bien, dio una clase de como un boxeador con ventaja de brazo debe aprovechar esa diferencia, mostró cualidades en los desplazamientos que no le conocíamos y recorrió toda la distancia del combate a voluntad, controlando el ritmo de la pelea y frustrando una y otra vez a su oponente.

Mikey García, fue valentía y resistencia al castigo. Y nada más. Los presagios sobre su condición física, luego de modificar su peso corporal para llegar primero a las 147 libras y luego hidratar para pasar las 150, fueron ratificados. Se vio peligrosamente lento, sin reflejos ni velocidad.

Fueron doce largos episodios de tiro al blanco del campeón sobre un rival que sorprendió aguantando esos doce asaltos y emocionó con su valentía. Pero, ello debería hacer reflexionar a todos sobre la necesidad de establecer límites y reglas estrictas a este tipo de aventuras, donde la salud de uno de los rivales es expuesta a tanto riesgo. Al penúltimo asalto, parte de su familia, le pedía a Robert García (entrenador) que detuviera el combate.

Más allá del resultado esperado y de una pésima cartelera de respaldo, la pelea de Spence y García resultó un éxito. Al estadio de los Dallas Cowboys ingresaron casi 48.000 mil fanáticos en la tercera marca histórica de asistencia en grandes peleas de campeonato en ese lugar. La batalla, pese a las diferencias boxísticas y físicas de Spence, resultó entretenida, especialmente porque llegó a la distancia algo que en lo previo era difícil de esperar.

LA PELEA PERFECTA DE SPENCE: VELOCIDAD Y DISTANCIA

Que el campeón saliera a rematar temprano a su rival, era el más imaginado de los escenarios. Sin embargo, Spence trajo otro plan, un maquiavélico plan. Su estrategia fue boxearlo, establecer el jab de manera permanente, como un martillo que golpeaba sistemáticamente y cada tanto ensayaba una izquierda larga que siempre acertaba al rostro de García.

Cuando el californiano quería responder, Spence cuerpeaba. Cuando el campeón entraba a la media distancia y de allí soltaba combinaciones, también cuerpeaba y salía por laterales de donde también golpeaba, fundamentalmente a la zona media. Durante toda la pelea, Spence castigó de todas las maneras posibles a las partes blandas de Mikey.

Mientras la pelea avanzaba, Spence mantenía el control, por momentos apuraba y lo abrumaba con golpeo a dos manos, en otras entraba y salía, luego de golpear el rostro de García. Su boxeo fue de paciencia, de variaciones de golpeo, de trabajo de piernas perfectamente sincronizado y colocando sus impactos sobre seguro, sin perder volumen. Su porcentaje de efectividad superó el 60%, lo que dice mucho en ese aspecto.

Los asaltos de campeonato fueron los que lo mostraron más activo, especialmente el 10 y el 11. En uno lo superó a pura presión, le rompió las fosas nasales a Mikey que comenzó a sangrar profusamente y hubo momentos que pareció que la pelea podría ser detenida. El penúltimo episodio fue peor. Casi una masacre. Spence entró a la zona corta y allí le soltó todo lo que tenía ante un rival desorientado y sin capacidad de reacción. Fue cuando parte de la familia García le pidió a su hermano y entrenador (Robert) que parara la pelea.

El último asalto fue para la anécdota y, quizás, Spence se apiadó de su rival, posiblemente en homenaje a su valentía, dejando los minutos pasar para que se consumara una victoria contundente e incuestionable en las tarjetas.

¿A QUÉ APOSTÓ MIKEY GARCÍA?

El californiano no tuvo nada, excepto aguante en esta pelea. Fue superado en todos los rubros: velocidad, poder, desplazamientos, defensa, ataque, plan de pelea y cualquier otra cosa que se pueda imaginar. Los golpes de poder que lanzó fueron pocos, anunciados y en general solo le acertaron al aire. Su lentitud fue angustiante, al punto que los golpes telegrafiados desde la distancia por Spence los vio llegar sin ensayar ningún recurso defensivo, jamás le vimos cabecear y por cierto, tampoco lo vimos cuerpear.

Si pretendía tener velocidad con ese peso, se confirmó que eso era una fantasía de su mente. No pudo retroceder y menos salir para laterales. Tuvo que cerrar la guardia y esperar el golpe. El mérito fue su resistencia, no obstante, en este oficio recibir demasiados golpes sin acusarlos, a veces, es más peligroso. Hay heridas que no se ven producto de esa acumulación y esperemos que, en el caso de García, no haya consecuencias sobre su salud.

Indudablemente, Mikey García apostó a un error de Spence y que esa fuera la puerta para un golpe de poder que lograra lastimarlo. Nada de eso ocurrió y excepto la señalada valentía, la osada incursión por la división welter se saldó con una derrota abrumadora y un voluminoso cheque en su cuenta bancaria. Ahora, a regresar a las 140 libras y tratar de seguir haciendo historia en los superligeros. Es difícil que la historia le ponga corona a esta pelea, solo pasó lo que debía pasar: ganó el que todos sabían que ganaría.

Seguramente otros detalles del evento serán luego motivo de reflexión, no solo la necesidad de preservar la salud de los boxeadores colocándose limites a este tipo de peleas tan desiguales. También será razón de comentarios la polémica surgida entre la FIB (entidad que sancionaba la pelea) y el CMB que una vez más intentó colocar por la puerta del fondo su cinturón diamante. Al igual que ya ocurriera en el pasado con la OMB, esta vez el malestar fue de la FIB y este desagradable incidente pudo hacerle perder el cinturón a Spence antes de defenderlo

¿No habrá por fin llegado la hora de también ponerle un límite a esa manía por crear cinturones para cada pelea de alto perfil?

Finalmente queda lo que sigue para Errol Spence Jr., algo que se vio sobre el propio cuadrilátero, la presencia de Manny Pacquiao como dando su firma para que haya un nuevo PPV por el título FIB. El único problema será imaginar con que peso de rehidratación deberán pactar esa pelea. El filipino rara vez supera las 145 libras y Spence en la noche de Arlington superó las 160 libras a la hora del combate.

Pero esa ya es otra historia.