No existe ninguna regla, escrita o tácita, que ordene que los partidos más emocionantes de la NFL deban ser encuentros muy bien jugados.
Los Seattle Seahawks tiraron en tiempo suplementario al único equipo que quedaba invicto en la temporada N° 100 de la liga, los San Francisco 49ers, en lo que podría ser el juego más emocionante del 2019. Eso no significa que se jugó bien, y tampoco importa mucho.
Lo que sí importa es cómo este choque entre las potencias de la NFC Oeste ayuda a definir el panorama de la conferencia hacia la postemporada. Curiosamente, la caída de los Niners llega en la misma jornada en que los New Orleans Saints sufrieron su segundo descalabro del año, por virtud de una campanada de los Atlanta Falcons, y una semana después de que los Green Bay Packers también cayeran por segunda vez en el año, de manera sorpresiva, ante Los Angeles Chargers.
¿Estamos listos para candidatear a los Seahawks como el mejor club de la NFC?
Un rápido repaso a la plantilla nos hace apretar el botón de pausa. El grupo de receptores abiertos no es confiable al 100 por ciento, y Seattle debió culminar este partido con su mejor arma en el juego aéreo, Tyler Lockett, mirando desde la banca con lo que el equipo describió como una lesión en la pierna. Los corredores Chris Carson y Rashaad Penny no apotran la confianza requerida con el ovoide en las manos. Por si fuera poco, el receptor abierto DK Metcalf también sumó un balón suelto en una noche de pronunciados altibajos.
Defensivamente, fue la mejor exhibición del año para Jadeveon Clowney, principalmente, y para toda la unidad defensiva. No obstante la calidad probada de los linebackers K.J. Wright y Bobby Wagner, fueron los linieros defensivos --donde hay que incluir a Poona Ford y Jarran Reed entre los estelares de la noche-- los que mejor desempeño tuvieron ante los Niners. La defensiva secundaria es una sombra de lo que fue apenas hace media década.
Lo que sí tiene a favor Seattle es que tiene en su nómina al mejor jugador de fútbol americano del planeta en este momento. Russell Wilson, jugando nuevamente detrás de una línea ofensiva porosa que se vio superada a lo largo de la mayor parte de la velada, hizo jugada tras jugada para dejar a los Seahawks en posición de ganar. Una y otra vez, las artes escapatorias de Wilson salvaron a Seattle de jugadas negativas, frustrando en el proceso a una defensiva de élite en San Francisco.
Con todo y eso, y a pesar del resultado de esta noche, me cuesta hablar de los Seahawks como el mejor equipo de la NFC.
La razón es en extremo simple: un equipo es más que un quarterback.
Los Niners tienen, todavía, un mejor equipo. Jimmy Garoppolo no está ni en el mismo código postal con Wilson cuando se trata de comparar quarterbacks, pero no lo necesita, todavía. San Francisco es dueño de una profundidad excepcional a lo largo de su línea defensiva, donde todo empieza para ellos, y Richard Sherman ha aportado el liderazgo que le faltaba a la unidad secundaria.
Ofensivamente, el backfield de los 49ers ha sido una de las revelaciones de la campaña, esté quien esté corriendo el balón. Y no hay que olvidar que su mejor jugador a este lado del balón, el ala cerrada George Kittle, no pudo estar presente debido a lesión.
¿Qué hay con los Saints y Packers?
New Orleans parece, también, un equipo más completo que los Seahawks, y la dupla ofensiva que conforman Aaron Rodgers y Aaron Jones debe ranquear entre lo más alto cuando se habla de parejas quarterback-corredor en la liga. Encima de todo, los Saints tienen en Michael Thomas y los Packers en Davante Adams a un talento que Seattle no puede igualar en la posición de receptor abierto, con o sin Lockett.
Lo verdaderamente hermoso de esta liga es que no siempre tiene que ganar el mejor equipo. Partidos como el de esta noche, repletos de errores de ambos bandos, pero también enriquecidos con desempeños individuales como los de Wilson y Clowney sirven para inclinar la balanza en sentido contrario.
Seattle podrá no ser el mejor equipo, como sucedió esta noche, pero Wilson los tiene siempre en posición de ganar. Ahí es donde reside su argumento, el más sólido en la NFL, como Jugador Más Valioso del 2019.