ARIZONA -- Lo primero es la familia.
Ha habido muchos dúos formidables de hermanos en la NFL. Desde Peyton y Eli Manning, a J.J. y T.J. Watt, a Jim y John Harbaugh, a Devin y Jason McCourty, por nombrar a algunos de los más reconocidos.
De hecho, al menos dos de esos dúos estarán enteramente en el Salón de la Fama.
Sin embargo, nunca hemos visto lo que veremos este domingo en Arizona. Dos hermanos, frente a frente en un Super Bowl.
Otro dúo que estará en el Salón de la Fama, pero sólo uno de ellos amanecerá el próximo lunes con su segundo anillo de Super Bowl.
“Mi mama no puede perder”, declaró Travis. “Será un sentimiento increíble jugar contra él”.
Kelce, Kelce, and Kelce 🙌
— NFL (@NFL) February 7, 2023
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Donna Kelce, su madre, infla el pecho de orgullo, y no es para menos. Uno podría alegar que estamos hablando del mejor ala cerrada y el mejor centro de la NFL.
Travis sigue trepando la escalera histórica de alas cerradas, y cuando todo esté dicho, nadie tendrá sus números, y estará en la conversación acerca de potencialmente ser el mejor de la historia en su posición.
Los linieros ofensivos no son tan mediáticos, pese a que Jason tiene un magnífico podcast llamado “New Heights”, una oda a la escuela secundaria de ambos, que hace junto a su hermano Travis semanalmente.
Fue en ese espacio que nos enteramos que la esposa de Jason estará llevando a su ginecólogo al Super Bowl LVII, dado que está embarazada de 38 semanas; perderse el partido no era una opción.
Jason es uno de los centros más físicos de la NFL, pero también uno de los más inteligentes de la liga. Nunca tuvo el tamaño ideal, pero sus lecturas y sus bloqueos son difíciles de igualar, y es a mi juicio el mejor centro de la liga.
Llegar a la NFL ya es difícil de por sí, y brillar ni les cuento. Y pensar que dos de esas estrellas dormían en el mismo cuarto ya es complicado de creer.
Buenos genes y un hambre incansable por mejorar.
Los hermanos Kelce crecieron en Ohio como fanáticos de los Cleveland Browns y de este hermoso deporte.
De hecho, su madre Donna, admitió que Travis estaba “devastado” cuando los Browns no lo eligieron en el draft de 2013; los Kansas City Chiefs lo eligieron en la tercera ronda.
Cuando eran adolescentes, Travis y Jason jugaron juntos al fútbol americano en la escuela secundaria Cleveland Heights, y curiosamente ninguno fue un recluta muy codiciado de cara a la universidad.
Travis fue un recluta “dos estrellas”, que recibió algunas ofertas, incluyendo una de la Universidad de Cincinnati, donde terminó jugando fútbol americano. Jason, por su parte, ni siquiera fue becado inicialmente, y eligió también los Bearcats, aunque inicialmente jugaba como corredor, antes de realizar la transición a la posición de centro.
Dicen que todos los caminos conducen a Roma, aunque en el caso de los hermanos Kelce, todos los caminos conducen a Andy Reid.
Fue el actual entrenador en jefe de los Chiefs, el que los eligió a ambos; a Jason con los Philadelphia Eagles en el draft de 2011, y a Travis en el 2013 en su primer año con Kansas City.
Curiosamente, ninguno de los hermanos tuvo un inicio sencillo en la NFL. Mientras Travis se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla en su primer año, Jason hizo lo propio en su segunda temporada.
A lo que voy, es que si bien no podemos negar que ambos tienen un talento innato, quizás lo que los separe del resto es su actitud, y su capacidad para sobreponerse a obstáculos.
Cuando el talento se reúne con la ética de trabajo, el resultado son los hermanos Kelce.
Y tanto los Eagles como los Chiefs están recolectando los dividendos de tener a dos futuros miembros del Salón de la Fama en sus respectivos planteles.
Su padre Ed está agradecido de poder vivir este momento, pero también por otra particularidad.
“Estoy feliz de que ambos juegan a la ofensiva”, explicó Ed Kelce. “Porque al menos eso me garantiza que no se pelearán en pleno partido”.
Su madre Donna tiene una visión más empática.
“Es el sueño y la pesadilla de toda madre, porque uno de los dos va a perder, y ninguno es muy buen perdedor”.
Tranquila, Donna, sólo debes sentir orgullo, porque, pase lo que pase, ambos ya son ganadores en la vida.