<
>

Conoce la historia detrás de los hombres que lo cambiaron todo para Niners

HASTA QUE los San Francisco 49ers empezaron a cantar, había sido una noche silenciosa en el bar del hotel. Eran las reuniones anuales de la NFL de primavera en marzo del 2018, y los propietarios del equipo, ejecutivos de la liga y de los clubes, y reporteros estaban congregados en el Ritz-Carlton de Orlando, Florida, hablando sobre el negocio e intercambiando chismes. Pero el humor había sido extrañamente apagado. La noche previa se había extendido tanto que un conserje había comenzado a limpiar los pisos al tiempo que algunos ejecutivos y reporteros seguían anclados a la barra, rehusándose a que acabara la noche, aunque ya era de mañana. Así que la segunda noche --esta noche-- fue lenta, tranquila, adormilada incluso, hasta que un grupo de hombres lanzó una versión de un clásico que los fanáticos de "Top Gun" amarían:

You never close your eyes anymore, when I kiss your lips ...

O Dios, no lo estaban haciendo, ¿o sí?

And there's no tenderness like before in your fingertips ...

Lo estaban haciendo.

Todos en el bar voltearon a mirar el contingente de los 49ers --incluyendo al head coach Kyle Shanahan y al gerente general John Lynch-- ofreciendo serenata a sus esposas, a plena vista del resto de la liga.

You're trying hard not to show it ...

Se trataba más de una broma personal que un ejercicio trillado de desarrollo de trabajo en equipo. Pero unos años antes, la idea de que el head coach y gerente general de los 49ers estuvieran juntos en un bar, ya no se diga cantando, hubiera sido tan absurda como, digamos, Bill Belichick ofreciendo a un codiciado quarterback reserva por una selección de segunda ronda sin generar un mercado. En el 2014, la guerra fría que existía entre el head coach Jim Harbaugh y el gerente general Trent Baalke desde que los 49ers se quedaran cortos ante los Baltimore Ravens en el Super Bowl XLVII se derramó hasta el público. A través de varios canales mediáticos, cada uno de ellos dejó en claro que la dinámica entre ellos era insostenible, pese a que los 49ers alcanzaron tres Juegos de Campeonato de la NFC consecutivos. Baalke ganó, y Harbaugh fue despedido tras una campaña de 8-8.

But baby, baby I know it ...

A lo largo de los siguientes años, los 49ers hubieran hecho cualquier cosa para ponerse 8-8. Baalke promovió al coach de línea ofensiva Jim Tomsula para reemplazar a Harbaugh, pero le quedaba grande el puesto desde el inicio, y fue despedido después de solamente una temporada y una marca de 5-11. Chip Kelly le siguió en el 2016, pero el Kelly que contrataron los 49ers no era la versión revolucionaria que había prendido a la liga apenas hacía un par de años. Parecía tan quemado de su experiencia con los Philadelphia Eagles que defirió en exceso a Baalke. Perdió 13 partidos consecutivos en un momento, y ambos fueron despedidos.

Luego de tres años de discordia, el CEO de los 49ers, Jed York, deseaba empoderar al siguiente head coach, a quien se le permitiría contratar a un gerente general. Pero también deseaba una limpia de cultura. Deseaba que los 49ers fueran una familia de fútbol americano, del mismo modo que se sentía cuando su tío Eddie DeBartolo fue propietario del club durante la dinastía de Bill Walsh. El equipo volteó a Shanahan y a Lynch, dos hombres que apena se conocían, y les dio contratos de seis años.

You've lost that lovin' feelin' ...

Al principio, parecía una pareja extraña: Shanahan, el ambicioso hijo de un head coach potencial miembro del Salón de la Fama; Lynch un jugador estelar convertido en analista que contaba con cero experiencia en temas de personal. Pero, como dijo Lynch, "Cualquiera que estuviera allí sabía que nuestra base era fuerte". Y esa fuerza no llegó por el modo en que lidiaron este año, cuando el equipo ganó -- para alcanzar su séptimo Super Bowl en la historia de la franquicia--, sino por el modo en que lidiaron con los dos años previos, cuando el equipo perdió.

LAS BASES SON FUGACES en la NFL. La liga está diseñada para crear y después destruir. Hace tres años, parecía que los Atlanta Falcons estaban armados para dominar. No han llegado a los desde el 2017. Hace dos años, los Philadelphia Eagles creyeron que su victoria de Super Bowl sería la primera de muchas; han perdido sus últimos dos partidos de playoffs. La temporada pasada, Los Angeles Rams parecían contar con respuestas a largos plazo en todas las posiciones clave; se quedaron sin playoffs este año, y están reconstruyendo su grupo de entrenadores. En lenguaje de los 49ers, es sencillo perder esa sensación de amor. Lynch aprendió a la mala. Después de que sus Tampa Bay Buccaneers ganaron el Super Bowl en el 2002, un equipo cargado de estelares nunca volvió a llegar. Nunca se aceraron.

Lynch ha sido conocido como un caballero en círculos de fútbol americano, una de las personas raras del que nadie ha dicho nada negativo. Siempre ha trabajado duro, no solamente como jugador, sino como líder de vestidor, a menudo rodeado por personalidades excéntricas, especialmente en Tampa. Es trabajo invisible, pero lo ama y sabe cuán vital es.

Fue contratado por los 49ers en enero del 2017 después de que llamó a Shanahan y ofreció asociarse con él. Tenían algo de historia: Lynch jugó para y admiró a Mike Shanahan en Denver, e interactuó con Kyle como analista. Cuando visitaba equipos en los que Kyle era asistente, Lynch siempre pedía hablar con él, y a menudo era denegado. Lynch quería que Shanahan asistiera a las juntas de producción en las noches previas a los partidos; Shanahan, encerrado en su oficina intentando buscar una ventaja mínima, prefería charlar por teléfono. Aun así, Lynch dice ahora, "hablábamos por una hora, hora y media".

Lynch quería más que solo llamadas largas. Quería regresar al juego, así que cuando Shanahan fue contratado, la ambición se encontró con la oportunidad. Shanahan no conocía a otros candidatos sólidos tan bien, pero confió en Lynch y confió en la recomendación de su padre. Ambos hombres tenían profundas raíces en la filosofía de Walsh. Lynch había jugado sobre todo para Walsh o uno de sus discípulos desde que llegó a la universidad, y Kyle había aprendido de su padre, quien estudió cómo dirigir a un equipo durante su tiempo como asistente de los 49ers a inicios de los '90s. Estaba previsto en sus contratos que cualquier decisión estaba sujeta a la aprobación del otro. "No nos conocíamos", dijo Lynch, "Pero justo cuando comenzamos a trabajar juntos, nuestras personalidades se complementaron".

La contratación de Lynch irritó a algunos alrededor de la liga. Había escalado hasta la cima sin pasar por las filas de las visorías. Sin embargo, sabía instintivamente algo simple acerca de dirigir a cualquier equipo, que los visores no entienden y nunca entenderán: se debe liderar, y liderar es más complicado que calificar jugadores". Cuando te sentabas con John, podías ver cuánto le importaba el equipo, cuán bien entendía la organización, y cuán pequeño es su ego", dijo York. Lynch no iba a ayudar a Shanahan solamente ayudándole a encontrar jugadores; le iba a ayudar a Shanahan al ser un mejor amigo y sistema de soporte. Nunca había armado una tabla de evaluación de draft, pero sabía cómo armar vínculos duraderos. También, fue por diseño: Lynch alguna vez había pedido a Tony Dungy por qué su relación con Bill Polian funcionó tan bien en Indianapolis. "Ser un head coach es realmente difícil", dijo Dungy a Lynch. Polian, dijo, entendió que aunque el coach es un hombre solitario allá afuera, el trabajo de dirigir a una franquicia es una tarea compartida.

Shanahan, como muchos coaches exitosos, disfruta la dificultad del empleo. Está más contento a solas en su oficina, hasta que descifra la ventaja a explotar, y luego otra, y una más. Cuando está fuera de las instalaciones del equipo, es divertido y con los pies en la tierra, pero dentro del edificio, se pasa a un estado preternatural de enfoque en aquello que le ayudará a ganar partidos. Luego de ser contratado, en una de sus primeras juntas con sus asistentes, Shanahan se disculpó de antemano por si cruzaba con alguien en el pasillo sin devolver el saludo. Lynch, no obstante, no solamente pasó horas con Shanahan, dentro y fuera del edificio. Sus familias se hicieron cercanas. "Nos cubrimos la espalda, mutuamente", dijo Lynch. "Sabíamos que teníamos que cumplir, pero genuinamente nos caímos bien".

Al mismo tiempo, ambos pasaron horas debatiendo cómo hacer caminar a la franquicia. "Nos seguimos retando mutuamente", dijo Lynch. "¿Qué es, en específico", lo que necesita el equipo?

Se necesitó de mucho, y cuando comenzó el mandato Shanahan/Lynch con una marca de 0-9, cualquiera que siguiera de cerca a los 49ers se preguntaba si se rompería la sociedad. No fue así. En sus evaluaciones post-partido en privado, cuando Shanahan y Lynch se reunían con York y con el vicepresidente ejecutivo Paraag Marathe, eran positivos... extrañamente positivos, considerando todas las derrotas. Cuando el quarterback novato C.J. Beathard dio a los 49ers su primera victoria del 2017, "podías ver cómo se edificaba la cultura", dice ahora York. "Fue un momento importante para todos".

Luego, los 49ers obtuvieron lo que requiere todo equipo: suerte, de dos modos. La primera instancia ocurrió justo antes de la fecha límite para canjes en el 2017, cuando Belichick envió un mensaje de texto a Shanahan, un coach al que respetaba tremendamente, y ofreció a Jimmy Garoppolo a cambio de una selección de segunda ronda. Los 49ers estaban sorprendidos --Belichick había dicho a personal de los Patriots y a cualquier otro equipo que preguntara, que el quarterback no sería negociado-- y estaban listos para contrarrestar con una oferta mayor, para el caso de que Belichick estuviera sondeando. No lo estaba haciendo. La segunda instancia de suerte ocurrió después de un excepcionalmente desafortunado 2018, cuando Garoppolo se perdió por la mayor parte de la campaña por una lesión de rodilla. Los 49ers perdieron bastante, quedando en 4-12, pero perdieron partidos cerrados. Seis derrotas fueron por ocho puntos o menos. Habían logrado un milagro extraño: construyeron confianza en un equipo suficientemente malo como para quedarse con la segunda selección global del draft, la cual terminó siendo el ala defensiva estelar, Nick Bosa. Los 49ers armaban algo especial, incluso si pocos lo notaron. "Seguimos creyendo en lo que estábamos creyendo", relató Lynch.

Así que este año terminó siendo una consecuencia, no solamente de lo que habían construido, sino de lo que habían creído. "Cuando encontramos nuestro ritmo desde un punto de vista de talento", dijo York, "teníamos la cultura lista". Lynch les ayudó a encontrarse con ambas cosas. Ha estado encendido eligiendo en rondas bajas --el ala cerrada George Kittle en la quinta ronda del 2017, el liniero defensivo D.J. Jones en la sexta ronde del 2017 y el linebacker Dre Greenlaw en la quinta ronda del 2019-- y acertó en movimientos clave como la extensión para Jimmie Ward y la firma del liniero ofensivo agente libre Ben Garland. Los 49ers no tuvieron un partido malo en todo el año, pese a las numerosas lesiones. "Nuestra profundidad realmente se ha visto retada este año", dijo Shanahan a reporteros la semana pasada, acreditando a Lynch y a los ejecutivos de personal por su habilidad para encontrar jugadores que no solamente llenaran roles, sino que brillaran en ellos.

Shanahan y Lynch habían hecho más que simplemente presentar un frente unido; era un frente unido. Lynch sabe cómo decirle que no a Shanahan si necesita hacerlo, y se ocupa de las conversaciones complicadas en el edificio para las cuales Shanahan no posee la paciencia. La mayoría de gerentes generales desaparecen durante la temporada, permitiendo al head coach hablar por el equipo. Lynch está disponible, para propietarios de abonos de temporada y reporteros, ocupándose de hablar cuando Shanahan decide no hacerlo. La atmósfera de familia que tanto quería York creció de la confianza compartida, y era real: los que toman las decisiones para los 49ers a menudo vacacionan juntos con sus familias. Antes del Juego de Campeonato de la NFC, a York se le ocurrió la idea de invitar a Mike Shanahan como capitán honorario. Eso significaba que, en caso de ganar los 49ers, el padre entregaría el trofeo a su hijo, igual que el tío Eddie había hecho con la familia York cuando los 49ers alcanzaron el Super Bowl por última ocasión, no simplemente pasando la estafeta, sino reconociendo que nadie logra nada a solas.

La idea de Mike entregando el trofeo a su hijo no fue solamente "bastante especial", como dijo Kyle después del juego. Fue inevitable, algo que había imaginado York, tanto como había imaginado ganar otro Super Bowl.

NOVENTA MINUTOS DESPUÉS de que los 49ers aplastaran a los Green Bay Packers por 37-20 el domingo --la segunda victoria consecutiva para San Francisco en los playoffs-- buena parte del equipo se reunió para una fiesta privada en Michael Mina's Tailgate, uno de dos restaurantes Mina en Levi's Stadium. El celebrado Mina es ahora parte de la familia de los 49ers; busca restaurantes para que empleados del equipo comen cuando juegan de gira, y se asegura de que el chef se ocupe de ellos. Con la fiesta en pleno, llegó Lynch. Había pasado al menos una hora en el vestidor, felicitando a jugadores y coaches y empleados, respondiendo al menos 18 "últimas preguntas" de los medios. Caminó recibiendo congratulaciones y abrazos de amigos y colegas, dejando solamente una pregunta:

¿Cantarían los 49ers?

Esta vez, no hubo necesidad. Sonaba "Miami" de Will Smith en los altavoces. Todos conocían la siguiente parada, y todos sabían la fragilidad del todo, y nada, mucho menos el amor de unos por otros, había desaparecido.