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Martín Palermo y Boca: una historia de amor y de goles

Martín Palermo se convirtió en el máximo goleador de la historia de Boca, anotando una cifra impensada para estos tiempos: marcó 236 goles en 404 partidos Fotobaires.com

El 18 de junio de 2011, Martín Palermo se despedía del fútbol de manera oficial. Atrás quedaba una carrera inolvidable, marcada a fuego por su paso triunfal por Boca Juniors.

Todo había comenzado a mediados de 1997, cuando Diego Armando Maradona, en ese entonces jugador de Boca, le echó el ojo al Titán. El sugirió que lo contrataran para tenerlo de compañero en el equipo, y el goleador finalmente llegó a cambio de 3,5 millones de dólares.

Los primeros meses fueron duros para Martín, ya que le costó encontrarse con el gol. Pero luego de varios partidos de sequía y de cierto fastidio del hincha, llegó el primero, el 30 de septiembre de 1997 cuando al minuto de juego anotó el 1 a 0 parcial ante Independiente en La Bombonera. Boca iba a a ganar 2 a 1.

Poco a poco comenzaba a formarse una sociedad que iba a dar muchos frutos y marcaría la historia de ese equipo de Carlos Bianchi, con Guillermo Barros Schelotto, formando una dupla temible.

Lo curioso es que Guillermo venía de Gimnasia, Palermo de Estudiantes, y había entre ellos una gran rivalidad. No tenían una buena relación luego de años de enfrentamientos en el clásico platense, pero Boca los unió.

Lo cierto es que Palermo ganó con Boca 13 títulos: Apertura 1998, 2000, 2005 y 2008; Clausura 1999 y 2006; Libertadores 2000 y 2007; Sudamericana 2004 y 2005; Intercontinental 2000; Recopa 2006 y 2008.

Y se convirtió en el máximo goleador de la historia del club, anotando una cifra impensada para estos tiempos: marcó 236 goles en 404 partidos, superando al inolvidable Francisco Pancho Varallo. Pero más allá de los goles la historia de Palermo en Boca, y en su carrera en general, se escribió a pura épica, superando lesiones duras y saliendo siempre adelante desde la adversidad.

En el Apertura 1998 anotó 20 goles en 19 partidos, un récord para los torneos cortos. Sin embargo, en su vida de película, el destino le jugó una mala pasada.

El 13 de noviembre de 1999, Boca enfrentaba por el torneo Apertura a Colón en Santa Fe, y en ese partido el Titán se rompió los ligamentos de la rodilla derecha. Pese a todo, y a que fue reemplazado a los 28 minutos del primer tiempo, tras un pase de Riquelme había marcado su gol número 100 en el fútbol argentino. Ya estaba lesionado, pero igual se las arregló para convertir.

La noticia llegó en el peor momento: dos meses antes, Boca había rechazado una oferta del Lazio de Italia por 15 millones de dólares. Hasta ese momento el Loco había convertido, bajo la dirección del Virrey, 46 goles en 48 partidos.

Pero se recuperó y volvió una noche. El escenario no podía ser mejor: ante River, en La Bombonera, por los cuartos de final de la Libertadores del 2000. Américo Gallego había dicho, en modo broma: "Si lo ponen a Palermo, yo lo pongo a Enzo".

Pero Enzo ya se había retirado. Palermo, no. Y lo demostró, entrando en el final de ese partido y marcando el 3 a 0 que hizo delirar a todo el estadio. Palermo apareció en el área, dominó la pelota con una mezcla de torpeza y lentitud, producto de la larga inactividad, y definió bárbaro a la derecha de Bonano.

Boca, luego, sería campeón de la Libertadores y más tarde, con Palermo nuevamente en su mejor momento, campeón del mundo, justamente, con dos goles del Titán frente al poderoso Real Madrid, que contaba con jugadores de la talla de Casillas, Roberto Carlos, Hierro, Figo, Raúl... Pero el goleador, la figura, el que marcó su historia en Boca con esos goles inolvidables, fue Martín.

Finalmente, llegó el momento de jugar en Europa: allí vistió las casacas de Villarreal, Betis y Alavés, entre 2001 y 2004, hasta que pegó el regreso al Xeneize.

La vuelta a La Boca fue con nuevos títulos. Ya no estaba Bianchi, pero seguiría la cosecha ganando más títulos locales e internacionales. El más importante, la Libertadores de 2007, cuando junto con Juan Román Riquelme fueron los grandes referentes de esa conquista.

En esa Copa anotó cuatro tantos, pero en el torneo local, aunque el Xeneize no ganó el título, fue el goleador con 11 goles en 16 partidos.

Bianchi lo definió alguna vez como el "optimista del gol", por el afán que ponía en luchar cada pelota como la última y por buscar el gol desde cualquier posición, sin temor a quedar en ridículo con alguna extraña pirueta.

Hizo goles para todos los gustos y desde todas las posiciones: de cabeza, su especialidad, de penal (hasta pegándole con las dos piernas), de rebote, desde la mitad de la cancha...

El último partido lo jugó por esas cosas del destino ante Gimnasia de La Plata, el clásico rival de Estudiantes, club de donde Palermo surgió y del que es hincha. Además, enfrente, estaba su compinche de tantos años con el Xeneize, Guillermo Barros Schelotto.

Una semana antes Palermo había tenido la verdadera despedida del fútbol. Como lo merecía, en La Bombonera, donde el público xeneize lo homenajeó a pura emoción. Hasta le dieron de regalo el arco que se ubica debajo de la 12, un arco donde escribió buena parte de su fantástica historia.

Pero faltaba todavía una fecha para el final del Clausura 2011, y el Titán no se la quería perder. Más todavía porque el rival que estaba enfrente, cosas del destino, era Gimnasia y Esgrima de La Plata. Palermo, hincha de Estudiantes, conocía como pocos esa rivalidad. Y dio el presente.

Encima el Lobo llegaba muy complicado con el promedio del descenso: debía vencer a Boca para garantizarse jugar la Promoción. Finalmente, Boca empató 2 a 2 tras ir perdiendo 2 a 0. Gimnasia luego, descendió.

Lo cierto es que Palermo es uno de los grandes ídolos de la historia de Boca de estos tiempos modernos. Tal vez sólo superado por Juan Román Riquelme. Y eso que siempre reconoció que desde chico es hincha de Estudiantes. Sus goles ante River, ante el Real Madrid, su épica en partidos importantes para hacer más grande la historia de Boca, siempre estarán presentes en la memoria del hincha.