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Barcelona: Europa es muy diferente a LaLiga, los arbitrajes, no

BARCELONA -- Europa no es LaLiga. No acuden al encuentro del Barcelona equipos como el Elche, el Mallorca o el Valladolid (expresado con todos los respetos) sino gigantes como el Bayern Munich o históricos como el Inter de Milán.

Desde que tropezó en su estreno frente al animoso Rayo Vallecano el equipo de Xavi ha tomado velocidad de crucero en la competición doméstica, ya fuera resolviendo con discreción (Mallorca y Cádiz) o divirtiéndose y, en ocasiones, mostrando músculo (Valladolid o Sevilla FC). Pero Europa, la Champions, es otra cosa.

Atrapado en una espiral derrotista (solo una victoria en los últimos cinco partidos de la máxima competición y cero goles marcados a domicilio en sus tres últimas salidas) el Barça suma a esa estadística un lamento evidente en cuanto a la labor arbitral. Fue penalizado en Munich y fue derrumbado, de manera aún más cruel, en Milán. Y aunque escudarse en ello pueda parecer un signo de debilidad... Lo ha acabado pagando.

Futbolísticamente, cuando sale de España el Barça sigue mostrando signos de debilidad tan evidentes como preocupantes que le abocan, traspasado el ecuador de la fase de grupos, a un sprint de tres partidos prácticamente a cara o cruz. En Munich mostró buena disposición, atrevimiento, crecimiento y se atrevió a tutear al Bayern...

Pero cayó víctima de sus propios errores. En Milán ni eso. En el Giuseppe Meazza perdió porque no supo a qué jugaba enfrente de un rival, el Inter, que sí lo supo desde el minuto cero.

El Barça intentó resolver en la última media hora el laberinto al que se había condenado antes, cuando se presentó en el imponente Giuseppe Meazza como si fuera a jugar un partido de entretiempo, sin desequilbrio ni la ambición que demandaba un encuentro de esa categoría. Falto de garra, con una presión suave a la defensa local y sin un plan determinado de juego, le dio esa pizca de rabia que necesitaba el deprimido Inter (tres derrotas en los cuatro últimos partidos) para mutar al cobijo de sus entregados hinchas, en un equipo repleto de orgullo y que tiró de lógica, sin inventos y con precisión.

Plantó el Inter una línea de cinco defensas y más allá de eso fio su destino al poder de Hakan Çalhanoglu y las carreras de Lautaro Martínez o Joaquín Correa. Superando el 65 por ciento de posesión, no disparó ni una sola vez con peligro el Barça a la portería de Amadou Onana mientras que después de que Marc-André ter Stegen salvara un zapatazo lejano y envenenado del internacional turco la fortuna le acompañó en un gol anulado que ya no hacía presagiar nada bueno.

Nada porque el Barça se entregó a un fútbol descabezado en el que tuvo más protagonismo el errático Ousmane Dembélé que el pelotero Pedri y mientras Raphinha pasaba en silencio por el partido, Gavi se multiplicaba por encontrar un lugar idoneo y Marcos Alonso se perdía en una teórica posición de carrilero/extremo zurdo de la que no sacó ningún provecho, Robert Lewandowski se desesperaba a la vez que el equipo, en su conjunto, observaba atónito como era Dembélé el protagonista casi único en ataque... Y tomando, una y otra vez, decisiones equivocadas.

Pagó clara su indolencia con el gol al borde del descanso, comenzando por dejar demasiado suelto a Darmian en la banda y acabando por no saber adelantar la línea defensiva en el rechace para que Çalhanoglu sorprendiera a Ter Stegen. Y ya, con el descanso en el cogote, le entró el vértigo.

Después quiso arreglar el desaguisado pero chocó contra un rival crecido, convencido y rabioso, que ni le dejó ni un espacio ni le concedió un respiro para tratar de recomponerse. Lo hizo a partir del ingreso de Alex Balde y Ansu Fati, resolvió, por fin, atacar por todos los flancos y obtuvo 'premio' marcando un gol que se le anuló. Y acabó rabioso por ese penalti de Denzel Dumfries del que no quiso saber nada, inaudito, el árbitro.

PERJUDICADO
Esa es otra lectura, no menor, del partido... Y de lo que le viene sucediendo al Barça en Europa lejos del Camp Nou. Resonando todavía el lamento de un penalti catedralicio no señalado a Dembélé en el Allianz Arena que pudo cambiar el resultado ante el Bayern, marchó de Milán "indignado", en palabras de Xavi Hernández, por ese gol anulado a Pedri de difícil explicación y una mano obscena de Dumfries en el último suspiro que le condenan a tomarse esta segunda mitad de competicion en el grupo C como un todo o nada.

No tiene suerte el equipo azulgrana con decisiones arbitrales que, sin ocultar las deficiencias futbolísticas mostradas, le han penalizado de mala manera y han contribuido a encontrarse ante un desafío mayúsculo. Puede, incluso, darse el caso, improbable pero posible, de que ni ganar los tres partidos le valga para pasar a octavos en un hipotético triple empate final con alemanes e italianos (que deberían ganar en Munich).

Y mientras se lamenta amargamente de ese perjuicio evidente, se enfrenta a un cara o cruz que comenzará ya la próxima semana con un nuevo duelo ante el Inter, en el Camp Nou, en el que tan imprescindible será ganar como importante hacerlo por dos goles de ventaja.