ZURICH -- La única sorpresa fue la vestimenta de Lionel Messi cuando el astro fue a recibir su quinto Balón de Oro.
Esta vez, no hubo chaqueta notoria, sólo un tradicional traje negro para acompañar otra pieza de historia del argentino.
En las horas previas a la ceremonia, que se llevó a cabo en un salón envuelto en oro en el Kongreshaus de Zúrich, incluso Cristiano Ronaldo reconocía que Messi era el probable y merecido ganador. No hubo amargura cuando el portugués habló con humor y admiración sobre la calidad del pie izquierdo de la figura del Barcelona.
Más tarde, cuando subió al podio, Messi se mostró tan reservado como siempre, pero también admitió una pizca de envidia cuando tuvo que ver a Ronaldo levantar el premio los últimos dos años.
"Es un momento muy especial para mí estar de vuelta en este escenario, ganando otro Balón de Oro después de haber estado en el público viendo ganar a Cristiano", dijo Messi.
No más. Messi tiene de vuelta en sus manos un premio que ha hecho propio después de un año en el que posiblemente haya ascendido al nivel más alto que le hemos visto.
En el 2015 bien podría haber alcanzado su pico, y los más de 300 votantes ciertamente no deben haber tenido que pensarlo mucho para elegir al jugador de 28 años como ganador por delante de Ronaldo, en segundo lugar, y de Neymar detrás de él.
Aunque el carrete de destacados de Messi a veces parece infinito, podemos señalar un momento de magia --un momento en el que mostró una capacidad mental y una habilidad física sobrenaturales-- para resumir perfectamente su año.
Rebobinemos al 6 de mayo en Camp Nou. Con 10 minutos restantes en la semifinal de ida del Barcelona contra el Bayern Munich por la Champions League, Messi tomó el balón en el borde del área del Bayern.
Hizo cuatro toques para posicionarse, uno más para dejar sentado a Jerome Boateng, quien se desplomó torpemente, y luego otro para hacerle lo mismo a Manuel Neuer con un sombrerito y convertir.
Esta clásica secuencia instantánea quedó gloriosamente inmortalizada casi de inmediato en Internet, y abundan los cortos de su hazaña. La forma en que atornilló a Boateng al césped fue motivo de diversión, pero el sombrerito que Messi le hizo a Neuer fue algo realmente especial.
No fue sólo la facilidad con la que Messi ejecutó una conversión tan difícil. Fue también el cálculo que hizo en una fracción de segundo, como lo reveló más tarde en la zona mixta de Camp Nou.
"Pensé que [Neuer] cubriría mi pie [izquierdo]", dijo Messi con una sonrisa. "Así que fui al otro lado".
Al hacerlo, Messi se aseguró de que no se repitiera un momento fatídico contra el mismo portero el año anterior. Con el tanteador en cero durante la final del Mundial 2014, el capitán de la Argentina tuvo una oportunidad similar, pero en aquella ocasión el remate contra Neuer le salió ancho.
Diez meses más tarde, recordó al instante cómo el alemán se había movido ese día en Río, y la memoria produjo un resultado muy diferente.
La imagen de un Messi triste mirando la Copa del Mundo ganada por Alemania quizás haya sido el momento más bajo de su carrera, pero respondió con lo que podría haber sido su mejor temporada. Dados sus logros anteriores, que incluyen siete títulos de liga y tres Champions Leagues, por no hablar de sus otros cuatro Balones de Oro, esto no es poca cosa.
Aunque Messi culminó el 2015 con el honor más grande del fútbol, el año no empezó bien para él. En enero parecía estar cruzado con el entrenador del Barcelona, Luis Enrique, y básicamente harto de su suerte; una derrota por 1-0 ante el Real Sociedad, la que arrancó en el banco, fue vista como un potencial punto de inflexión para el club.
Sin embargo, Luis Enrique mantuvo su puesto de trabajo, y desde entonces Messi se enfocó de la manera más positiva posible, ocultando cualquier descontento que podría haber sentido. Vio a un especialista por su estado físico y perdió más de seis kilos antes de impulsar al Barcelona al triplete de La Liga, la Copa del Rey y la Champions League.
Hacía mucho que Messi era una máquina goleadora, pero en 2015 se convirtió en un jugador completo. Algunos de sus regates y asistencias fueron tan gloriosos como muchos de sus goles, y ahora hay un argumento fuerte de que además de ser el mejor jugador del mundo, también es el mejor pasador.
Nuevamente, aquel partido contra el Bayern es el punto de referencia perfecto. Messi siguió esos dos goles con el broche de oro de un centro perfecto con el que Neymar efectivamente selló el triunfo.
En la final de la Champions League contra la Juventus, con el tanteador igualado en uno, Messi volvió a mostrar una de las cualidades que lo definieron en su juventud, al embarcarse en una espléndida carrera que abrió el partido y creó el gol de la victoria de Luis Suárez.
Messi no convirtió en Berlín, pero sí marcó el gol que ganó La Liga para el Barcelona, y también anotó dos veces en la final de la Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao. Su primera carrera laberíntica, que comenzó por la banda derecha gambeteando a cuatro defensores, le valió una nominación para el Premio Puskas.
Ese fue otro ejemplo de perfección futbolística, y el 2015 podría haber sido el año perfecto si Ezequiel Lavezzi hubiera convertido en el minuto 90 en la final de la Copa América contra Chile, con asistencia de Messi, obviamente.
La eventual derrota de la Argentina por penales fue un punto negativo, pero igualmente dice mucho que Messi haya llegado tan cerca de lo que habría sido una barrida sin precedentes de trofeos con club y su país.
Aun así, Messi demostró una vez más que claramente está por encima del resto del mundo.
Miguel Delaney es corresponsal de ESPN FC basado en Londres y también escribe para el Irish Examiner y otros medios. Síguelo en Twitter @MiguelDelaney.