BARCELONA -- Joan Laporta ha entrado en acción. Pasada la euforia de su triunfo en las urnas, los nervios por cerrar el tema de los avales y los ecos por una puesta de largo que respondió a la expectación, ha comenzado su segunda etapa en el club en plena forma. Rodeado de las personas de su total confianza en la directiva y trasladado el día a día a ejecutivos de indiscutible prestigio, el nuevo presidente del Barcelona trabaja a toda marcha y en todos los frentes.
Messi, remodelaciones ejecutivas, auditorías, Espai Barça, Koeman... Haaland. Su ritmo es frenético y pendiente de cerrar la temporada de la mejor manera, ya sea en cuestión económica intentanto minimizar al máximo unas pérdidas que se sospechan cercanas a los 350 millones de euros o sea mirando al césped, animado por la posibilidad de conquistar un doblete que nadie habría soñado hace tres meses, Laporta no pierde de vista el futuro con el reto de devolver el club al primer plano y se esmera sin descanso.
Tiene clara la prioridad que supone conseguir la renovación del capitán y en ese sentido, pendiente de conocer a fondo la situación financiera de la entidad antes de presentarle una propuesta, trabaja en paralelo para demostrarle su ánimo fijo, claro e indiscutible, de tener un proyecto deportivo al nivel exigido.
Si su cercanía con Leo Messi se demostró indiscutible desde el primer día, tanto como la buena disposición de un Leo encantado con el presidente, Laporta se ha esmerado en otras cuestiones de gran calado. La semana comenzó conociéndose el despido de dos pesos pesados durante el mandato de Bartomeu (Albert Soler y Román Gómez Ponti), siguió el martes con los nuevos nombramientos en las vicepresidencias de Antonio Escudero y Juli Guiu, continuó el miércoles con su almuerzo privado con Ronald Koeman en un céntrico restaurante de la ciudad y se catapultó el jueves al conocerse su reunión con Mino Raiola para tratar el fichaje de Haaland.
Sí, Raiola viajó directamente de Barcelona a Madrid para encontrarse con Florentino Pérez en lo que se sospecha, se entiende, una gira que llevará al agente a Manchester, París y, quien sabe, Múnich... Pero, de entrada, Joan Laporta dio un golpe sobre la mesa para demostrar que ni la pandemia ni el desastroso legado que le ha dejado Bartomeu son suficientes para rebajar la ambición de mantener el nombre del Barça en el primer plano.
Si en 2003 recuperó la ilusión del barcelonismo con la bandera de Ronaldinho, al cabo de 18 años ha regresado con la misma intención, intensidad y decisión, poniéndose manos a la obra sin perder el tiempo.