Fútbol Americano
Jordi Blanco, Corresponsal en Barcelona 2y

Análisis: El Barça pasó como un fantasma por Vitoria

BARCELONA -- Barcelona pasó como un fantasma por Vitoria. Congelado por el frío, respondió al tropezón de la Real Sociedad (a estas alturas referirse al Real Madrid parece una broma de mal gusto) con un partido indigno en Mendizorroza, donde un Alavés que acumulaba nueve partidos sin conocer la victoria (y que apenas había sumado tres de los últimos 12 puntos jugados como local) le sacó los colores de mala manera... hasta que Frenkie de Jong salvó los muebles cuando el empate a nada parecía inamovible.

Fue una victoria para olvidar, un partido para borrar de la memoria... O para recordar por todo lo mal y peor que puede jugar un equipo obligado a ser todo lo contrario que fue en el campo. Sin orden, sin plan, sin velocidad, sin combinación... Sin nada que rescatar más allá del fenomenal pase de Jordi Alba (que no borró su lamentable partido) a Ferran Torres (desaparecido durante 85 minutos) y su excelente asistencia a Frenkie de Jong para que marcase a placer evitando así un ridículo mayúsculo, personal y colectivo.

Se frustró el Alavés, que no mereció tamaño castigo después de plantar cara con una comodidad impensable a un gigante con pies de barro y que recibió la victoria como agua de mayo, con una sensación de alivio evidente después de ofrecer una actuación horrorosa.

Fue una noche, también, curiosa desde el punto de vista del entrenador, contemplando como esperándose una revolución en el descanso entró en la segunda mitad con el mismo once que comenzó el partido... Y que no movió ficha hasta muy entrada la segunda mitad. ¿Pudo interpretarse como un castigo? ¿La manera de retarles a que fueran ellos mismos los que sacasen las castañas del fuego?

Hace 26 años, en febrero de 1996, el Barça empató un partido de Copa en Soria (2-2) frente a un Numancia que en aquella época jugaba en la tercera categoría del fútbol español. Llegó al descanso 1-0 abajo y Johan Cruyff, extrañamente, no hizo cambios en el descanso. Y acabó el choque, para sorpresa general, con los mismos once jugadores que lo habían comenzado.

"Si algunos querían hacer el ridículo, mejor darles la oportunidad de que estuvieran todo el partido" disparó al acabar, en la sala de prensa, el entrenador holandés, que al día siguiente obligó a los jugadores, sin apenas dormir, a entrenar en el antiguo campo anexo al desaparecido Miniestadi y a repasar el partido en video.

Aquella decisión de Cruyff provocó un claro enfrentamiento entre el holandés y no pocos de sus futbolistas, que no se mordieron la lengua y le contestaron abiertamente, negando haber hecho el ridículo y hasta, en algún caso (Abelardo, Amor o Ferrer) le contestaron... Pero Cruyff, claro, era Cruyff y su ascendente entre el barcelonismo era tal que por siempre quedó la sensación de que su Barça se había poco menos que arrastrado por la nieve del estadio de Los Pajaritos.

Esta vez no había nieve en Mendizorroza ni un entrenador con el mismo currículum ni mucho menos el ánimo de encender a sus propios futbolistas señalándoles como antaño hiciera, más de una vez, el holandés. Sorprendió que al descanso Xavi no hiciera ningún cambio a pesar del sopor de la primera parte, sorprendió que no moviera ficha hasta el minuto 70 con la entrada de Nico por Abde y que, ya en la recta final, lo hiciera dando paso a Jutglá por el inexpresivo Luuk de Jong... Pero la sensación de ridículo que hizo el equipo azulgrana fue de una magnitud sideral.

No se sabe si de puertas adentro el discurso de Xavi pueda ser menos amable que ante los medios. Sí se sabe que este equipo, este Barça, necesita una agitación absoluta y urgente porque después del descanso de la próxima semana se avecina un mes de febrero de máxima exigencia... Y en el que cualquier error puede pagarse caro. Muy caro.

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