Entre 1930 y 1966, la Selección de Suiza participó de seis de las ocho Copas del Mundo disputadas y solo una vez falló en su intento de superar la primera fase. El combinado helvético era uno de los animadores del fútbol europeo y, aunque no tenía el salto de calidad necesario para jugar las instancias finales, sí era capaz de competir contra las grandes potencias. Sin embargo, después de Inglaterra 1966, algo ocurrió y los suizos desaparecieron del mapa futbolístico.
A comienzos de los noventa, Roy Hodgson, un oscuro exdefensor inglés, se hizo cargo de la dirección técnica de Neuchâtel Xamax. El pequeño y joven club venía de ser bicampeón de la mano de Gilbert Gress, reconocido como uno de los mentores de Arsene Wenger, y buscaba dar un salto en el ámbito internacional tras su suceso local. El DT británico dirigió dignas campañas en la Recopa y en la antigua Copa UEFA y eso le permitió ser considerado para el seleccionado suizo, tras la salida del alemán Uli Stielike. Así comenzó una nueva era.
El fútbol helvético comprendió que debía mirar hacia el exterior. Tomar conceptos de otras tierras, abrirse a la globalización que ya era una realidad tras la caída de la cortina de hierro. Y, como siempre, la mirada primordial fue hacia las islas británicas. Hodgson armó un equipo inglés con sangre suiza y clasificó a un Mundial después de 28 años de frustraciones. Aquel éxito sirvió para legitimar la búsqueda: abrir la mentalidad daba frutos.
Aunque el plantel que alcanzó los octavos de final en Estados Unidos tras eliminar a la poderosa Colombia en primera fase estaba formado en su mayoría por futbolistas de origen suizo, el estilo y la manera de pensar el juego era importado. Entonces, tras aquella campaña digna, se profundizó la idea de salir a buscar talento por todo el mundo, algo que con el nuevo siglo hicieron casi todos los países europeos.
En 1997, la Federación suiza contrató a un maestro de escuela para trabajar en la formación de futbolistas de Selección. Dany Ryser, un exdefensor del fútbol de ascenso helvético que había tenido un relativo éxito en su primera experiencia como DT, llegó con el objetivo de liderar la evolución de aquella idea básica de Hodgson. Su formación como docente fue fundamental en la creación del campeón mundial Sub 17 2009, en el debut absoluto del combinado suizo en un certamen de la categoría.
"Él sabe cómo tratar con nosotros. Detecta quién necesita una conversación privada y cuándo”, afirmó Oliver Buff, integrante de aquel plantel exitoso. Por su parte, Yves Debonnaire, quien fue su colega en la Federación, lo elogió de forma contundentente: "Para él no hay problema que no se pueda resolver. Ha cosechado las recompensas de asumir siempre que todo es posible".
Se clasificó al Mundial Sub 17 de Nigeria tras alcanzar la semifinales de la Euro. El sorteo no fue benévolo: integró el grupo más complicado, con México, Brasil (dos potencias sub 17 históricas) y Japón. Contra todos los pronósticos, ganó los tres partidos y se clasificó a octavos de final, donde derrotó por 4-3 a Alemania en un encuentro ya legendario.
En cuartos volvió a vencer a un gigante europeo, Italia, y en semifinales jugó su mejor partido y goleó 4-0 con total autoridad a Colombia. La final fue un desafío particular, ya que enfrentó al local, que al mismo tiempo es uno de los máximos campeones de la historia de la categoría. Suiza mostró las virtudes que lo habían llevado al duelo definitorio: orden defensivo y capacidad para aprovechar los momentos. Haris Seferović convirtió el único gol y le dio el título.
El otro gran argumento para dar la vuelta olímpica, mucho menos palpable pero más significativo, fue la diversidad étnica del grupo de futbolistas. El Sub 17 de 2009 fue el primer seleccionado suizo en aprovechar su pluralidad cultural. La visión de Ryser y la decisión institucional de abrir la búsqueda de nuevos talentos generaron un campeón mundial y también marcaron el rumbo para el futuro de las Selecciones nacionales.
El arquero Benjamin Siegrist se formó en Aston Villa; André Gonçalves tiene padres portugueses; Charyl Chappuis raíces tailandesas; Kofi Nimeley nació en Accra, Ghana; Joël Kiassumbua nació en Lucerna pero sus padres son de Congo, Seferović es musulmán de Bosnia; Nassim Ben Khalifa tiene padres tunecinos; Igor Mijatović tiene origen serbio, Ricardo Rodríguez tiene sangre chilena y española; Sead Hajrović y Maik Nakić son oriundos de Bosnia y Freddie Veseli, Granit Xhaka y Pajtim Kasami son albaneces de origen.
¿Cómo se traslada el espíritu del Sub 17 campeón al actual seleccionado suizo que disputará el Mundial de Qatar? En primer lugar, sus líderes estuvieron en aquel plantel. Ricardo Rodríguez, el capitán Granit Xhaka y Seferović son, a los treinta años, los emblemas del equipo que enfrentará a Brasil, Serbia y Camerún en el grupo G. Un jugador por línea para sostener el sueño de dar pelea en Medio Oriente.
La diversidad inaugurada en Nigeria ya es un atributo natural en Suiza, que en los últimos tiempos se ha convertido en participante habitual en Mundiales y Euro (desde 2004 solo faltó a la Euro 2012). Además de los ya mencionados, el probable plantel mundialista en Qatar tiene futbolistas de origen camerunés (Yvon Mvogo y Breel Embolo), serbio-heleno (Leonidas Stergiou), nigeriano (Manuel Akanji y Noah Okafor), turco (Eray Cömert), turco-tunecino (Zeki Amdouni), congolés (Jordan Lotomba), congolés-francés (Kevin Mbabu), senegalés (Djibril Sow), kosovar (Xherdan Shaqiri), bosnio-croata (Mario Gavranović), dominicano (Ruben Vargas), portugués (Ulisses Garcia), congolés-sudanés del sur (Denis Zakaria) y albano (Albian Ajeti).
Con Murat Yakin como entrenador y los campeones Sub 17 como líderes dentro del campo, Suiza llega a la Copa del Mundo gracias a un proyecto consolidado y con serias ambiciones. Viene de eliminar a Francia en octavos de final de la Euro 2020 y de dejar en el camino a Italia en las Eliminatorias. Conoce sus virtudes y sus defectos y aquel título en Nigeria le sirvió para comprender que la victoria no es algo imposible.