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Brasil y sus bailes se van a casa llenos de frustración

La samba brasileña se estrelló otra vez en el Mundial. Humillada por Alemania en la semifinal de 2014, la canarinha volvió a estrellarse en los cuartos de final, como le ocurrió en 2006 ante Francia, en 2010 contra Países Bajos y en 2018 frente a Bélgica. Llegó Brasil tan convencida de conquistar su sexta estrella en Qatar que el golpe, la decepción, la tragedia, se entiende monumental.

Dominik Livakovic, portero del Dinamo Zagreb y que ya fue el héroe en la clasificación de Croacia ante Japón deteniendo tres penalties, mantuvo en pie a la selección balcánica con atajadas soberbias que la mantuvieron en pie cuando más apretaba la canarinha liderada por Neymar. Y llegado el momento cumbre de la tanda de penalties volvió a ser el elemento decisivo. Leyenda balcánica, personaje que no olvidarán en Brasil.

Las lágrimas desconsoladas de Ney cuando Marquinhos estrelló el cuarto lanzamiento de penalti en el poste y sentenció la eliminación de su selección personalizaron el hundimiento de todo un equipo que, superando sin más contratiempos la fase de grupos se divirtió en los octavos de final goleando a Corea del Sur en apenas media hora y acudía a los cuartos sin un ápice de duda.

Había sido Brasil, probablemente, el equipo más brillante del campeonato, el más contundente y, sin duda, favorito. Pero no contó con encontrar delante a un ejército de supervivientes. Una Croacia que no cerró su billete a los octavos de final hasta el último suspiro empatando ante Bélgica y que rozó la eliminación en octavos frente a Japón, que le llevó hasta una tanda de penalties... En la que Livakovic ya se convirtió en héroe atajando los lanzamientos de Minamino, Mitoma y Yoshida. Una previsión de lo que se avecinaba.

Estaba tan avisado Brasil del papel excepcional del portero del Dinamo Zagreb que con Neymar al frente quiso resolver el duelo, tal como había hecho ante los coreanos, por la vía rápida. Pero la paciencia, la veteranía, la carencia y el convencimiento de los jugadores dirigidos por Zlatko Dalic convirtió el partido en una batalla de nervios.

DEL CIELO AL INFIERNO

En ella cayeron víctimas de su intrascendencia Raphinha primero y Vinicius (especialmente señalado) después. Tite quiso acelerar a los suyos con Antony, con Rodrygo y con Pedro y sin embargo, a medida que pasaban los minutos y se acercaba la prórroga crecía entre la canarinha un sentimiento de urgencia y temor.

Con los nervios a flor de piel pero un dominio cada vez más acentuado Brasil se fue con todo a por la victoria para no verse asomado al cara o cruz de los penalties y allí apareció, mayúsculo, Neymar. Comenzó y acabó una combinación estupenda para marcar el gol que se entendía definitivo cerrándose la primera mitad de la prórroga y comenzó a vestirse de héroe sin sospechar, trágico error, el equipo brasileño que enfrente tenía a un rival que iba a morir por el intento de resucitar.

El gol de Petkovic, a tres minutos del final, fue un jarro de agua fría para los brasileños, que encararon ya la tanda de penalties con el miedo en los ojos y el ánimo por los suelos. Y allí, en la suerte final, reapareció Livakovic para, atajando el primer lanzamiento a Rodrygo, convertirse en el héroe defiitivo.

Ensayando bailes se quedó Brasil en la nada. Y la subcampeona del mundo dio un nuevo paso en su sueño qatarí.