La despedida de Southgate del equipo nacional inglés tiene una relevancia que va mucho más allá del futbol.
Gareth Southgate será recordado por sus resultados -llevó a Inglaterra a sus cotas más altas de las últimas décadas-, pero será sobre todo añorado por haber llevado algo parecido a la normalidad y la tranquilidad al banquillo de la selección, quizá el más 'caliente' del fútbol mundial.
La despedida de Southgate del equipo nacional inglés tiene una relevancia que va mucho más allá del futbol. En momentos convulsos, con el Brexit recién cocinado, asumió las riendas en 2016 con un mensaje de unidad que caló en la ciudadanía mucho más que su estilo de juego defensivo y ramplón.
A Inglaterra, en busca perpetua de su nueva identidad, le ha gustado reconocerse en la figura poco estridente y un tanto anodina de Southgate.
Su carisma de hombre tranquilo llegó hasta los escenarios del Teatro Nacional, donde la obra 'Dear England' -él fue interpretado por Joseph Fiennes- causó sensación y arrasó en la temporada de premios con la exploración de su labor en el vestuario.
Por supuesto, nada de esto habría sido posible, como pasa siempre en el fútbol, si la pelota no hubiese entrado en la portería. Pero lo hizo, con frecuencia además, empujada por algunas de las mejores generaciones de jugadores ingleses.
Éxitos tempranos
Probablemente, si en el Mundial de Rusia en 2018 Inglaterra no hubiera alcanzado las semifinales, esta historia nunca se habría escrito.
Pero lo hizo y de paso se sacudió muchos fantasmas de encima: como el de no alcanzar la penúltima ronda desde 1990, con Bobby Robson; o el de las fatídicas eliminatorias decididas en los penaltis, que los ingleses jamás habían conseguido superar en un Mundial.
Los 'Tres Leones' cayeron contra Croacia en la prórroga, pero Southgate ya había recargado su depósito de credibilidad para los años venideros.
Ninguno de sus predecesores, desde al menos Bobby Robson, había conseguido asentarse en el banquillo.
La Federación inglesa (FA) lo intentó con figuras internacionales de relumbrón, como Sven-Goran Eriksson (2001-2006) o Fabio Capello (2008-2012), pero ninguno llegó a cuajar, ni en las formas ni en el fondo.
Así las cosas, las expectativas no estaban demasiado altas cuando hace ocho años Southgate aterrizó de forma interina para sustituir a 'Big Sam' Alardyce, forzado a renunciar por un escándalo de corrupción.
Apenas dos meses después de haber sido nombrado en funciones, Southgate se convirtió en seleccionador de pleno derecho en noviembre de 2016.
Un líder fuera del campo
En la trayectoria de Southgate no faltan las ironías. Como jugador no pasó de ser un aseado defensa que llegó a jugar 57 partidos como internacional. Pero el que más se recuerda, de lejos, fue la semifinal contra Alemania de la Eurocopa de 1996, disputada precisamente en Inglaterra.
Allí fue el único de los 12 jugadores en fallar un penalti en la ronda fatídica, lo que dejó fuera a su equipo. Quién mejor que él para quitarse de encima, muchos años después, el trauma de las eliminatorias decididas por penaltis.
En ese proceso de lucha contra los complejos de Inglaterra, siempre empeñada en "devolver el fútbol a su hogar", Southgate se ha desempeñado en muchos frentes.
Combatió con fiereza los ataques racistas que algunos de sus mejores jugadores, como Saka, sufrieron tras sucesivas decepciones.
Nada más estallar la pandemia de la covid, publicó una emotiva carta a la nación (que dio nombre a la obra de teatro 'Dear England') en la que llamó a los ciudadanos a respetar las reglas, ejercer la "responsabilidad" y cooperar juntos, además de aceptar una rebaja del 30 % de su salario.
Su liderazgo humano y tranquilo, reconocido de forma unánime, dejaba en segundo plano las críticas al juego de Inglaterra, dotada de una de las mejores plantillas del mundo.
Los resultados, en mayor o menor medida, siguieron llegando, pero cada vez era más cuestionada su capacidad de sacarle el mayor partido a sus futbolistas.
La última Eurocopa de Alemania, con un rendimiento por debajo de las expectativas, hizo cada vez más complicada su continuidad. Pese a todo, Inglaterra consiguió alcanzar la final (perdida ante España), lo que abrió dudas sobre cuál sería su futuro.
Southgate zanjó hoy el debate con su dimisión. Los elogios a su gestión se multiplican desde el mundo del futbol pero también desde otros ámbitos. Inglaterra, pese a todo, seguirá esperando a engordar una vitrina de trofeos que no deja de coger polvo desde el Mundial de 1966.