La crisis en Gales comenzó antesala del Mundial de Francia, y actualmente sigue golpeando los cimientos del deporte ovalado del país. Su seleccionado acumula un total de 17 derrotas consecutivas y Cardiff, uno de sus clubes, estaría al borde de la quiebra.
Ante esta situación, la WRU (Welsh Rugby Union) se dispuso a administrar al club de la capital y propuso un nuevo acuerdo que impone las bases para el financiamiento de los equipos profesionales. El drama estalló cuando Ospreys y Scarlets, dos equipos independientes, no siguieron el ejemplo de Dragons y Cardiff; y evitaron firmar el nuevo acuerdo, el cual también imponía un plazo de 48 horas para ser firmado.
La reticencia de Scarlets y Ospreys a firmar el Professional Rugby Agreement (o PRA25) viene de su desconfianza sobre un posible favoritismo en el manejo de fondos que beneficie por demás a Cardiff, equipo del que ahora la unión se hizo responsable.
En un comunicado conjunto, los dos equipos le solicitaron "a la WRU garantías y claridad para que su propiedad de Cardiff no beneficie desproporcionadamente a Cardiff ni perjudique a los clubes independientes. Nuestras solicitudes buscan la claridad, la profesionalidad, la equidad y la sostenibilidad a largo plazo y el futuro de todos los equipos profesionales de Gales". Al mismo tiempo, ambos clubes resaltaron que respetan la decisión de Cardiff y Dragons de firmar el acuerdo.
El PRA 25 es un nuevo modelo de financiación a cinco años que permitirá a las regiones que hayan aceptado el acuerdo recibir 6,5 millones de libras de financiación central, en comparación con las 4,5 millones de libras actuales. En caso de no llegar a un acuerdo, se podría generar una división geográfica en el rugby galés.
Desde la WRU aseguran que tienen la intención de honrar el modelo de financiación actual si los clubes no firman el nuevo PRA25, entendiendo que esos equipos recibirán 2 millones de libras menos que los otros dos equipos profesionales del país.