Aryna Sabalenka (1ª) quiere demostrarle al mundo y, sobre todo, a sí misma que no hay montañas demasiado altas para ella. Que es capaz de sortear cada obstáculo para alcanzar la cima. Y que sabe levantarse incluso cuando parece estar contra las cuerdas. Cuando hay que activar el modo supervivencia, también puede responder como se espera. Eso fue lo que hizo para recuperarse de un momento de gran desconcierto -más tenístico que numérico- y vencer a Laura Siegemund (105ª) por 4-6, 6-2 y 6-4 en 2h54m en los cuartos de final de Wimbledon.
Durante el primer set, el relato esperado dio un giro: la alemana se convirtió en una auténtica titiritera. Tomó las cuerdas del partido y manejó a su rival a voluntad. Lejos de entrar en el intercambio frontal desde el fondo, ejecutó su plan a la perfección: no ofreció referencias, varió con precisión y sumó puntos de múltiples maneras. Drops quirúrgicos, slices bien colocados (tanto de drive como de revés), subidas sorpresivas a la red y una notable capacidad para castigar el segundo saque contrario marcaron la diferencia.
Ante ese escenario, a Sabalenka no le quedó más remedio que resetearse. Sin renunciar a su esencia -potencia desde la línea de base-, empezó a elegir mejor los momentos para acelerar. No cada una de sus bolas fueron a todo o nada. Incorporó otros recursos y logró mayor control. Así, se adueñó del segundo set. El 6-2, eso sí, fue algo engañoso: varios games se definieron por detalles mínimos y tras extensos intercambios.
Con el marcador igualado, solo quedaban los últimos kilómetros del recorrido: el camino hacia las semifinales o hacia el aeropuerto. En el tercer parcial, Siegemund volvió a su versión más combativa, quebró temprano y se adelantó 2-1. Sabalenka, algo limitada en su movilidad, sufría al devolver. Alternaba errores no forzados con aciertos que no alcanzaban para equilibrar. Pero nunca hay que dar por vencida a la Nº 1 del mundo. Ni siquiera en las peores condiciones -dos veces estuvo break abajo- ni cuando no encuentra su climax competitivo. Y, una vez más, apostó a lo imposible, dio vuelta el marcador y se aseguró su lugar entre las cuatro mejores.
Ahora, aguardará por la ganadora del duelo entre la estadounidense Amanda Anisimova (12ª) y la rusa Anastasia Pavlyuchenkova (50ª). La oriunda de Minsk sabe que transpiró mucho para llegar hasta acá. Y que otra actuación con altibajos podría dejarla fuera. No obstante, lo esencial es que su sueño de levantar el trofeo en la Catedral sigue más vivo que nunca.
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