GREG ODEN tiene un sueño recurrente. Juega a la defensiva para los Portland Trail Blazers. Bloquea un disparo, pasa y corre velozmente al otro lado de la cancha, ligero, rápido y fuerte. Han pasado ya tres años desde su última aparición en la NBA, tratando de hacer una vida nueva olvidando lo más bajo de su vida anterior. Sin embargo, en este sueño puede seguir jugando. Puede correr. Va hacia la pintura, atrapa un pase y hace una clavada. De costa a costa. La multitud estalla. Siente la adrenalina correr por sus venas. Los aficionados lo adoran, y él se ama a sí mismo... Todo felicidad y nada que lamentar.
ODEN SE ENCUENTRA EN EL LOBBY del centro de soporte académico en el campus de la Universidad de Ohio State en una mañana a finales del mes de mayo, a fin de registrarse en clases a fin de completar la carrera que comenzó hace una década. En aquél momento, vivía en un dormitorio a una cuadra de este lugar. Recuerda volver a Columbus luego que una carrera en el Final Four de la NBA terminase en una derrota por el campeonato nacional ante Florida en 2007. Muchos asumieron que dejaría la universidad y se iría a la NBA. Sin embargo, regresó a clases. "Nunca pensé en irme", afirma. Los estudiantes lo esperaron fuera de su residencia. Los autos se detenían en plena calle a mirar. Le tomó 45 minutos ir de una cuadra a otra. Oden llamó a su coach, Thad Matta, y le dijo: "No puedo ir a clases". Unas semanas después, Oden anunció que participaria en el draft de la NBA, una de muchas decisiones en su vida que realmente no fueron suyas. Ahora, 10 años después y con tres cirugías mayores en la rodilla y una carrera fallida tras él, Oden llega al centro de soporte académico sin que despertara la atención, siendo su mayor carga no el caminar hasta este edificio, sino poder caminarlo. Punto.
TRES escalinatas. Eso es lo que le tomará llegar a la oficina de su consejero. A los 29 años de edad, Oden no puede saltar como solía hacerlo (no puede saltar desde su pierna derecha para nada) pero prácticamente se come la mitad de una escalinata. Gruñe un poco. Su cuerpo duele y tiene cicatrices, pero sigue viéndose joven. Solía ser lo diametralmente opuesto. En la secundaria, las ojeras profundas que tenía hacía que varios sospecharan que era mayor que lo que su edad certificada decía. Aún así, tenía un futuro supuestamente sin límites y sufrió con la presión que se le impuso a su cuerpo, por lo que parecía capaz de hacer, por la forma como se le impuso. Iba a jugar baloncesto. Sería una superestrella. Iba a cuidar de su familia. Iría al Salón de la Fama del baloncesto.
Las presiones aumentaron cuando su cuerpo le falló. Durante una década, terminó creando una dependencia a los analgésicos y al alcohol para poder conciliar el sueño, y fue arrestado bajo acusaciones de violencia doméstica. Oden es estudiante de nuevo, con una prometida y una hija de 9 meses, aún procesando el estar al centro de una manía y posterior decepción que pocos atletas en Estados Unidos pueden decir haber vivido. Llega a la punta de la primera escalinata en el centro de soporte académico, respirando con cierta dificultad y dice: "¡Estoy pagando el precio de hacer pesos muertos!"
EL DIA PREVIO AL registro de clases, Oden se encuentra en el salón de musculación del Jerome Schottenstein Center en el campus universitario, donde jugó una vez y ahora espera ayudar al equipo de baloncesto como coach asistente estudiante. Coloca dos pesas de 45 libras cada una en una barra - "Ya no tengo nada que probar", bromea y encoge sus hombros - y empieza a hacer pesos muertos, doblando y enderezando sus frágiles rodillas. Entre series, se describe a sí mismo como "la mayor decepción en la historia de la NBA", como si al decirlo a voz en cuello le diera algun tipo de dominio sobre el dolor. Antes de la NBA, Oden nunca sufrió una lesión seria en sus rodillas. Tampoco en la Sarah Scott Middle School en Terre Haute, Indiana, donde comenzó a trabajar fuertemente en el baloncesto. Menos en la Lawrence North de Indianapolis, donde ganó tres campeonatos consecutivos y fue dos veces Parade All-American. Tampoco durante su única temporada en Ohio State, donde fue All-American de primer equipo.
Dos repeticiones en otra serie y algo está mal.
"¡Entrenador!", grita Oden, arrojando la barra y lanzándose al piso hasta que queda con su espalda en el piso. Dave Richardson, durante largo tiempo entrenador de musculación del equipo de baloncesto de Ohio State, corre de su oficina. Se agacha y levanta la pierna derecha de Oden, sacude ligeramente su pie, luego lo hala fuertemente como si estuviese halando una cuerda, su cara se pone roja. Oden se tuerce por cerca de un minuto hasta que ambos sienten algo de alivio.
Aún sudoroso, Oden explica que cuando estaba en sexto grado, creció de forma tan explosiva (6 pulgadas en menos de un año) que su cadera izquierda se soltó ligeramente de su soporte. Luego de sufrir una cirugía para colocar dos pines que la unieran, Oden disfrutaba mover sus piernas en muletas por la escuela. Si bien el procedimiento funcionó, dejó su pierna derecha 8 milímetros más corta que la izquierda. Caminaba hundiéndose ligeramente, y la gente asumía que caminaba con actitud arrogante. Con el tiempo, su cuerpo se ajustó, pero la cadera requirió un halón fuerte cuando se trababa.
Luego que Oden fuera escogido en el draft como primera seleción por los Trail Blazers en 2007, un puesto por encima de Kevin Durant, el equipo le suministró un equipo ortopédico para igualar sus piernas. "Tres semanas después, estoy en el quirófano", dice. Oden no puede demostrar que esta fue la razón por la cual su cuerpo colapsó en la NBA. Todo estaba listo para que su cuerpo se desmoronase cuando en su primer crecimiento se puso en la via a medir 7 pies de alto. Todo en su vida desde entonces ha sido dictado por ello.
"Y ahora estoy aquí de vuelta", dice en el gimnasio, "tratando de entenderlo todo".
EN LA MITAD DE LA ESCALINATA, Oden reduce su velocidad por un momento antes de dar el paso final. Está ligeramente inclinado y por un instante no parece ser tan alto, hasta que se endereza y uno se pregunta cómo fue posible. Viste su propio calzado: unos Nike tamaño 19 con los colores blanco, rojo y negro de los Trail Blazers, con un logo de su apellido en la suela. Una vez símbolo de un brillante futuro en el baloncesto, ahora es una reliquia. Los amigos de Oden se preocuparon cuando fue seleccionado en el draft por Portland, no sólo porque tenía que mudarse al Pacifico Noroccidental de Estados Unidos luego de pasar la mayor parte de su adolescencia en el Centro occidente. Su personalidad no parecía concordar con su cuerpo. Era una persona introvertida, descrito a sí mismo como solitario que "va con el momento", que se había imaginado un día como dentista o crítico de cine. Se sentía cierta tristeza estando a su lado una década atrás, una fragilidad que afirmaba tener al sentirse "obligado a ser el mejor".
Oden siempre intentó entender lo que su cuerpo era capaz de hacer, su poder y potencial. Cuando tenía 17 años, hizo una lista de pros y contras a fin de decidir si entraba al draft de la NBA o ir a la universidad. NBA: "Prepararse para la vida. Jugar contra los mejores. Podré ser el mayor anotador de todos los tiempos". Universidad: "Diversión. ¿Ganar el título nacional? Me encanta Ohio State". Almorzaba con Kevin Garnett, jugaba a los bolos con Peyton Manning e iba en limosina con Baron Davis. Pero también "quería esconderse y ser un niño", dice Reginald Shelt, quien era asistente al entrenador en Lawrence North durante esos años. Oden no podía desaparecer fuera de la cancha, por lo que a veces trataba de hacerlo dentro de ella, conformándose con hacer rebotes y bloquear tiros. Jack Keefer, entrenador de Lawrence North, impuso una regla de 15 toques por partido para él. "Nunca quiso ser jugador de baloncesto. Sí, jugaba al baloncesto. No obstante, el deporte no lo definía en su mente".
El ex asistente de Ohio State Alan Mjor recuerda un tiro que Oden hizo contra Georgetown en la Final Four porque era el partido 38 de los Buckeyes y Oden había apenas hecho un puñado de tiros con salto durante todo el año. Los Gerentes Generales se quejaban que Oden no dominaba como podía hacerlo un hombre de su estatura. Sin embargo, lo que para unos era una señal de alerta, para él era un mecanismo de enfrentar las cosas. "Necesitaba medir 5 pies 11 pulgadas y ser un ratón de biblioteca", dice Major.
Cuando Oden llegó a Portland, su aislamiento no era sólo el de una persona introvertida. Era el aislamiento de un lesionado. Su lesión en la rodilla luego de usar el equipo ortopédico lo dejó fuera de acción durante su primera temporada. En el inicio de su segundo año, el equipo le dio una plantilla tan gruesa que sacaba a su tobillo derecho del anillo de sus zapatos. Trece minutos en su debut de temporada regular, se desgarró el pie derecho y se perdió dos semanas de acción. Tres meses y medio después, se lesionó su rodilla izquierda y pasó otras tres semanas incapacitado.
Al romperse el cuerpo de Oden, igual lo hizo su fortaleza mental. Temeroso de ser fotografiado en público en cualquier otra cosa que no fuera su rehabilitación, no dejaba su hogar, lo cual se convertiría en no abandonar su habitación. "Trataba de meterme en mi propio cascarón", dice. Estaba en cama todo el día, viviendo en pánico que era el Sam Bowie de Durant, comparándolo con Michael Jordan. "Eres un fracaso y no hay nada que puedas hacer al respecto", dice ahora. "Estoy aquí postrado viendo a todos estos tipos mejorando". Oden entró en un sitio oscuro. Antes de cumplir 21 años, se acostumbró a beber a solas (no hay necesidad de licencias falsas para hombres famosos con 7 pies de estatura) y todos los vicios que habían entrado en su vida durante años se apoderaron de él. Su rutina nocturna pasó a ser: cerveza, licor ligero, licor oscuro, champaña, vino ("todo lo que pudiera conseguir" dice) junto a dos Percocets, al menos dos Vicodin y tres pastillas para dormir, todo lo que pudiera conseguir para sentir menos. "Llegó al punto en el cual tomaba tantas pastillas y bebía solo para poder dormir que, incluso si no quería beber, no iba a poder dormir", dijo.
Sintiéndose culpable y avergonzado, Oden se disculpó con la gerencia de los Trail Blazers antes de sus cirugías en 2007 y 2009. Se podía conseguir fácilmente con mensajes de texto pero era difícil que pudiera contestar llamadas. "No sabía que contaba con una figura masculina confiable en su vida que le pudiera dar un buen consejo", dice Shelt. Oden quería dejarlo todo. Veía las pastillas y se preguntaba: ¿Te hacen sentir mareado? OK, me las tomo. "Era algo cómo, 'Si no me despierto, pues no importa'", dice.
En 2009, Oden empezó a ver a un terapista. Cada sesión comenzaba con 10 minutos de meditación en silencio. Dejó de beber y contrató un chef personal. Durante los primeros 20 partidos de la temporada, jugaba bien y lo disfrutaba, mostrando destellos de su promesa original. Sin embargo, en diciembre, salto a fin de retar un tiro de Aaron Brooks de los Rockets. Sus rodillas chocaron en medio del aire. Oden sintió algo desprenderse. El trainer de los Blazers sostuvo la cabeza de Oden en el piso a fin que no pudiese ver su rodilla destruida y rota. Su compañero Brandon Roy fue a su lado, dijo "Dios mío", y se apartó.
Lo único que recuerda Oden de la noche de 2012 en la cual los Trail Blazers lo dejaron ir (luego de tres años e igual número de operaciones de rodilla) es que bebió lo suficiente para no recordar nada. El Heat lo firmó en 2013, jugó muy esporádicamente esa campaña, y el equipo lo liberó. Pronto después, el 7 de agosto de 2014, se suponía que Oden estaría con el equipo de baloncesto de Ohio State en las Bahamas, como voluntario en una gira de verano, pero se excusó a última hora. Fue a una discoteca con su novia intermitente de aquél entonces, Christina Green, y mezcló cerveza con tragos más fuertes. Regresaron a la casa de la madre de Oden, Zoe, y comenzaron a discutir. Zoe y un amigo de Green trataron de calmarlo, pero Oden salió corriendo, empujó a Green a un sofa y la golpeó tres veces, de acuerdo al informe policial. El último golpe abrió su frente e hizo que la sangre saliera. La madre de Oden lo apartó, y el amigo de Green llamó al 911. Oden también llamo al 911, pidió una ambulancia y se entregó. "Hice mal", le dijo a la policía, "y sé lo que tiene que pasar".
Oden se declaró culpable a una acusación de agresión física con lesiones corporales moderadas, por lo cual fue puesto a prueba, fue multado y ordenado asistir a terapia y sesiones de Alcohólicos Anónimos. Casi tres años después, piensa a menudo con respecto a esa noche, pero no puede discutir sobre ella en detalle debido a los términos de una acción civil. "Sólo quiero ser un buen ejemplo para mi prometida y mi hija", dice. Piensa en lo que podrá pasar cuando Londyn se meta en Google un día, busque el nombre de su padre y descubra algo mucho peor que ser el peor fracaso de la historia de la NBA. Piensa en lo que hará después, por lo que trató de empezar una nueva vida.
Se mudó de regreso a Columbus.
LLEGA A LA CIMA de la escalinata y esconde su dolor. Siempre le duele en alguna parte (sus rodillas, piernas, cadera, espalda). Habla de metas en la forma que hablan muchos ex jugadores de la NFL, expresando su deseo de ser capaces de caminar, de levantar a su hija y estar tranquilo con el hecho que no se sentirá bien nuevamenre. La gente a veces le pregunta si sigue jugando al baloncesto o, peor aún, lo ve con lástima en sus ojos porque saben el por qué no lo hace. Parece que pudiera jugar, hasta que intenta correr. Está en el roster de un torneo de verano de cinco contra cinco, pero es una pregunta aún si podrá jugar o no. Adora su identidad como padre y futuro esposo, pero necesita una distinción profesional aparte de la actual.
Por ende, en el otoño de 2014, Oden empezó a asistir a la cancha de baloncesto del Schottenstein Center. Tenía un sistema de apoyo (Matta lo dejaba asistir a las prácticas y partidos y estar alrededor de los muchachos) pero no era una hazaña pequeña. Un cuerpo que una vez anunciaba su llegada ahora anunciaba sus falencias. "Trataba de conseguir nuevamente la felicidad", dice. Un día, Jake Diebler, entonces coordinador de video en OSU, se le presentó. "Soy tu gran admirador", dijo Diebler. Se hicieron amigos, y Oden se convirtió en el proyecto personal de Diebler. Estaba fuera de forma, bajo dolor constante, su confianza en sí mismo disminuyó y aún sentía la presión de enderezar las cosas, tanto con su carrera como con sus previos actos criminales. Cancelaba a menudo su entrenamiento matutino, indicando que le dolían las rodillas. "Pues, en vez de un entrenamiento completo, hagamos la mitad", decía Diebler y Oden se resistía. "Estaba perdido", dice Diebler, ahora asistente en Vanderbilt. "Me dolía el corazón verlo así. Pero también era interesante verle tratar de superarlo".
Oden ya no dependía de su dominio físico, por lo que practicaba ganchos y tiros con saltos. Para el verano de 2015, tuvo prácticas con los Mavericks y Hornets, más no recibió ofertas. Su única oportunidad vino con los Dragones de Jiangsu de la Asociación de Baloncesto Chino. Lo tomó. En pretemporada, se lesionó su pulgar y perdió tres semanas. Sin embargo, no se desmoronó; regresó y jugó 25 cotejos. "Estaba listo para jugar al baloncesto", dice. Se trataba de algo más que una oportunidad de salir de la cancha con un nuevo semblante de paz. Era una victoria invisible que serviría de fundamento al resto de su nueva vida.
LLEGA A LA OFICINA DE John Macko, su consejero académico. Oden se sienta frente a Macko, sus rodillas tocan la parte de abajo del escritorio. Oden tiene aún disponible una gran cantidad de los $24 millones que hizo durante su carrera, pero sabe lo rápido que pueden desaparecer a juzgar por la vida que pensaba que iba a tener. Puede ser un entrenador. O un comentarista. O incursionar en el mundo de los negocios. "¿Quién sabe?", dice.
Enérgico y emocionado de ver a Oden, Macko reproduce un video de años atrás en el cual famosos atletas de OSU ensalzan las cualidades académicas de la universidad.
"¿Lo has visto?", dice Macko.
"No lo he visto", dice Oden.
Oden es el primer atleta en aparecer.
"Oh, Dios", dice, sacudiendo la cabeza. "Qué delgado estaba".
Su antigua vida siempre le perseguirá, acechándolo, aún cuando intenta definir una nueva. No fue que desperdició su futuro, su cuerpo le falló incluso antes que pudiera experimentarlo. Se le solicita a menudo quehaga discursos motivacionales, pero no sabe qué decir. "Creo que no tengo aún un final escrito", dice. En su primer día de escuela el otoño pasado, Oden hizo fila para su tarjeta de identidad de la universidad, rodeado de novatos. El semestre pasado, asistió a una clase sobre reglas de la NCAA y regulaciones (una clase que vivió en carne propia) pero aún necesitaba hacer su lectura obligada. Se esfuerza como si hubiese algo mayor que un título universitario en juego.
Macko cambia pantallas, y muestra el perfil estudiantil de Oden.
Oden se ve asombrado, al revisar sus créditos acumulados. Se registra para matemática avanzada y la historia del deporte. Ahora, el número de créditos que le faltan para su título aparece en pantalla. Se inclina.
"Eso es lo que te falta", dice Macko.
"¿De verdad?"
Está más cerca de lo que pensaba. Retrocede, se siente un poco más ligero. "Me estoy esforzando". Es probable que reciba su título en dos años. Sonríe y dice "necesito comer".
Se dirige al lado, a un lugar grasiento llamado Hang Over Easy, uno de sus sitios favoritos de su primera etapa como estudiante. La gente lo ve entrar, al agacharse para poder pasar. Consigue una mesa tranquila y se relaja, ordena desayuno y almuerzo. Una mesonera le da la bienvenida y le regala una tarjeta para un almuerzo gratis. Otra persona estrecha su mano, alejándose al decir "¡Ese es mi chico!" Luego va a casa y juega con Londyn. Una buena mañana se convierte en un buen día. Primero, Oden baja por las escaleras del centro de soporte académico, de vuelta al primer piso. Los pasos son lentos y estudiados, pero son constantes y más fáciles que en el camino hacia arriba.