Si algo está prohibido en un club de estas dimensiones deportivas, sociales y hasta culturales, es quedarse en una línea donde “no pasa nada”. Va, deambulando por la liga y recogiendo migajas. Saca puntos ante los más desfavorecidos (Mazatlán, Ciudad Juárez y Querétaro), y cae cuando el nivel de competencia se eleva (Pachuca o Tigres). El problema es que en Chivas todo se está volviendo una costumbre: jugar mal, perder, escuchar el discurso metafórico de Marcelo Michel Leaño y enfrentar la sorprendente impasividad de Ricardo Peláez. No pasa nada. Nada, a ciencia cierta, sabe si el inconveniente han sido los futbolistas, que no dan, ni de forma individual ni colectivamente, el paso de calidad o quizá el entrenador que no este debidamente preparado para este tipo de retos. La única realidad tangible y poderosa es que Chivas se ha convertido en un mediocre…
SAN DIEGO, California.- Lo peor que le puede pasar a un equipo de historia y de grandeza en el futbol no es perder o fracasar. Lo peor, lo verdaderamente imperdonable en esa clase de clubes, es acostumbrarse a un estado de mediocridad. Me temo que Chivas está en eso.
Tres días después de haber triunfado jugando con un hombre menos en la cancha de Ciudad Juárez, el Guadalajara ha vuelto a su sitio o ha sido forzado a volver a ese sitio. Tigres le pasó por encima en el propio Estadio Akron, un 1-3 contundente que parece marcar la diferencia entre un nivel y otro. Chivas se estaba probando con un legitimo candidato al título. No pertenece a esa “clase”.
Pero lo que parece sobrar en el Guadalajara es el verbo metafórico de Marcelo Michel Leaño, que, jornada a jornada, pinta un mundo diferente al que enfrentan los aficionados del club. Ello sucede ante una extraña displicencia de Ricardo Peláez, el alguna vez combativo y nada mediocre dirigente del futbol. Chivas se balancea sobre la hamaca, imperturbable, como si la tormenta fuese una suave brisa y como si las críticas le parecieran normales. Es un Chivas inconmovible en la mediocridad en la que habita.
Es una mentira afirmar que el equipo ha jugado bien. Ha tenido algunos momentos y ha contado con un Alexis Vega en una dimensión distinta a la de sus compañeros, pero golear al Mazatlán, ganar en Ciudad Juárez y empatar en Querétaro, no muestran el potencial de nadie. Cuando se ha probado un poquito más allá, en Pachuca, en la jornada 2, o ante Tigres, el sábado, ha fracasado rotundamente. E insisto, el tema no es fracasar, el tema es, suponer, que ese es el sitio en el que debes y perteneces jugar.
Y sí, Chivas puede continuar por este sendero, quizá le alcance para meterse, con la complacencia de la Liga MX, donde 12 de 18 se clasifican a una fase de postemporada, pero no más allá. No engañemos a nadie. Este equipo no ha alcanzado ni los resultados ni el potencial que de ellos se espera. Va, deambulando por la liga, recogiendo algunas “migajas” y se conforma con ellas.
No sé si el problema tiene que ver con el entrenador o con los jugadores que han recibido la confianza y que no dan el paso de calidad. Me preocupa que Peláez haya perdido la combatividad de otros tiempos y que parezca conforme con la situación. Que lejos han quedado sus promesas de colocar a este club en el sitio competitivo que históricamente les corresponde.
Amaury Vergara, el dueño, debe entender que un club de estas dimensiones no puede darse esa clase de concesiones. No puede jugar bajo la línea de la insignificancia, no puede acostumbrarse a ello, no puede colocarse a la altura de un “plebeyo” más cuando Chivas tiene el abolengo y la historia para jugar con otro tipo de argumentos y resultados. Los aficionados, creo yo, esperarían, al menos, un poderoso golpe sobre la mesa y una advertencia para todos de que el Club Deportivo Guadalajara no puede acostumbrase a la mediocridad.
@Faitelson_ESPN