*Nota del editor. Este reportaje se publicó antes de la pelea de Teófimo López ante Richard Commey en diciembre del 2019 cuando el hondureño americano ganó el título peso ligero FIB. López enfrenta a Vasiliy Lomachenko el sábado 17 de octubre (10 p.m. ET por ESPN Deportes) para unificar en peso ligero en una de las peleas más anticipadas de 2020.
PITTSTOWN, NUEVA JERSEY - A principios del pasado mes de agosto, Teófimo López y su novia de tres meses de relación, abordaron un avión con destino a casa, para así partir de Atenas. Había sido una vacación idílica: conduciendo vehículos rústicos y motos acuáticas, aparte de pasear por las ruinas de la antigua Grecia. Presenciaron atardeceres vistiendo batas de baño desde la terraza de su suite en Santorini. En el día de su cumpleaños número 22, ella le obsequió un pastel. Ver cómo él sopló las velas mientras ella le cantaba fue mirar a un hombre joven disfrutando a plenitud de sus bendiciones.
Su récord era 14-0, con 11 nocauts. Su destrucción en 44 segundos del veterano rival Mason Menard (en combate escenificado en el Madison Square Garden en la misma noche de presentación del trofeo Heisman el año pasado) no solo se hizo viral, sino que eclipsó al evento estelar en el cual peleó Vasily Lomachenko, quien cuenta con argumentos para ser considerado como el mejor boxeador del mundo y de repente, Teófimo fue mencionado (especialmente por su propio padre) como su inminente e inevitable rival.
ESPN, la revista especializada The Ring y Yahoo! Sports acababan de declarar a López (por segundo año consecutivo) "Prospecto del Año". Se trataba del boxeador joven más electrizante de la disciplina pugilística. Además, su próximo combate sería por el título.
No obstante, a medida que su vuelo, con destino al aeropuerto John F. Kennedy, llegaba a su máxima altitud, su mente comenzó a volar, con cada pensamiento alcanzando extremos catastróficos. Su ánimo se había oscurecido. Las mimosas con las cuales fueron agasajados en la cabina de primera clase no ayudaban. Estaba temblando. Sentía que su corazón iba a salir expulsado del pecho.
Fue en ese momento cuando Teófimo López (la personificación de la bravuconería masculina) comenzó a llorar.
Cynthia, su esposa, le abrazó. Besó su frente. "Está bien", le susurró. "Todo va a estar bien".
Pero Teófimo no lo creía.
Era el encargado de salir a buscar el pan para una familia que no veía a su cónyuge con buenos ojos.
Se le había asignado la responsabilidad de salvar a un padre profundamente dañado.
Y no veía salida. Olvídense del boxeo. Teófimo no quería volver a casa.
ESTE SÁBADO, DESPUÉS de otra presentación del premio Heisman, López será el retador en busca del título de los pesos ligeros de la Federación Internacional de Boxeo (IBF, por sus siglas en inglés) en el Madison Square Garden. Richard Commey, campeón oriundo de Ghana, es diez años mayor que él, no sufre conflictos, posee una voluntad feroz y cuenta con una derecha peligrosa. No obstante, López está generando todas las expectativas. Existe la sensación (una esperanza, de hecho, en el caso de Top Rank, la empresa promotora de López) de que esta es la primera de una serie a dos peleas. La secuela, o final, sería un combate de unificación de títulos contra Lomachenko, el peleador en cuya mente afirma vivir el padre de López. Esto podría reconfigurar todo el panorama de este deporte y bautizar a una nueva estrella.
Estados Unidos, aquí tienen a su boxeador. No se trata solamente de la posibilidad de contar con un talento trascendental. Hablamos de ese talento mezclado con entusiasmo (ningún nocaut está completo sin su característico giro hacia atrás) y depresión, vulnerabilidad y rabia. ¿Estos elementos destruirán a su oponente o terminarán consumiéndolo? Se trata de una familia en exhibición: disfuncionalidad y dependencia, pérdida y amor. Teófimo López parece ser el ejemplo más explícito del complejo de Edipo en todo el mundo de los deportes, atrapado entre la familia de dónde proviene y la que intenta poner en pie, buscando distinguir entre los demonios que le pertenecen a él y los que son propiedad de su padre.
EL ABUELO DE Teófimo nació en 1916 en Suelos Ávila, España. Tenía antebrazos dignos de Popeye y podía luchar contra un toro, arrojándolo al suelo luego de tomarlo por los cuernos. Después de la Segunda Guerra Mundial emigró, primero a Brasil, donde tuvo por lo menos una hija; para después llegar a Honduras, donde inició varios negocios (una panadería, un puesto de taxis y una zapatería), enamorándose de la hermosa Yolanda Romero. No era mayor de 18 años. Tres años después, en 1968, ella dio a luz a un hijo llamado Teófimo, a quien denominaremos Senior a los efectos de la presente nota.
"Mi papá tenía 51 años", afirma Senior. "Nací producto de un error".
Sus padres mantuvieron una relación complicada, con sus pasiones y la distancia que mantuvieron, las cuales iban más allá de la capacidad de comprensión de un infante. Senior recuerda que en una ocasión intentó acercarles a empujones.
"Quiero verlos besarse", les dijo.
Su madre le propinó una combinación de cuatro golpes.
Senior pasó su niñez yendo de un país a otro, entre Honduras, con su padre, y Brooklyn, para compartir con su madre cuando Senior tenía 5 años. Ella laboraba en una fábrica de jabones. Vivían con un tío. Él le golpeaba con un cinturón. Ella le pegaba con un cable eléctrico.
Si su intención era hacer de Senior un niño bueno, fracasaron con creces. Cuando Senior tenía 10 años, ya era ladrón de casas y vendía pequeñas bolsas de orégano haciéndolas pasar por marihuana. Gracias a la presencia física de su padre y el temperamento de su madre, ya Senior era un temible peleador callejero.
"Llegué a un punto en el cual mi madre no era capaz de controlarme", afirma.
Después, Senior regresó a Honduras. Su padre lo mimó en exceso, invitándole a comer club sándwiches en restaurantes de hotel. Una mañana, cuando él tenía 14 años, un empleado de la zapatería fue a buscarlo.
"Tu padre no se siente bien", le dijo. "Quiere verte".
Senior sufría de una terrible resaca. "Le veré después".
El empleado volvió cerca del mediodía. Antes de que pudiera soltar palabra, Senior se arrojó al piso. Ya estaba consciente de que su padre había fallecido.
"Mi madre debe haberle amado mucho", indica Senior. "Porque ella nunca hizo nada bueno después de que él falleció".
Yolanda Romero López comenzó a comunicarse con espíritus. Se levantaba a mitad de la noche, sosteniendo un cuchillo. Se quitaba la blusa en público.
Lo curioso era que los excesos de Senior hacían relucir la ternura vestigial de su progenitora. Llegaba a casa después de tres o cuatro días consumiendo cocaína y alcohol. Ella le cocinaba una sopa de res, abrazándole hasta que él cayera dormido.
Poco después, Yolanda regresó al ala psiquiátrica de Bellevue.
Un día, cuando Senior tenía 17 años, un primo fue a buscarle. Su madre gritaba su nombre. Pero Senior estaba intimando con una chica y no quería ser perturbado.
Para la hora en la cual él regresó a su apartamento, Yolanda había fallecido. Se había ahorcado.
"Ella estaba sobre la cama", afirmó. "Comencé a golpearla. Quería matar a todo el mundo... estaba fuera de mí. Perdí las dos cosas que amaba más en el mundo y en dos ocasiones yo lo jo-- todo. Uno no puede quitarse ese sentimiento de culpa de encima".
"Esa ira, ese enfado... nunca me van a abandonar".
TEÓFIMO LÓPEZ JR., el primer hijo varón después de dos niñas, nació el 30 de julio de 1997 en el antes denominado Lutheran Medical Center de Brooklyn. Su padre era traficante de drogas, con un territorio delimitado en las cercanías de la Cuarta Avenida, entre Sunset Park y Bay Ridge.
Cuando el niño tenía 5 años, su familia se mudó a la Florida, donde aparentemente su padre había llegado a un arreglo extrajudicial con la Fiscalía para cumplir con su única sentencia por narcotráfico. Después de pasar 11 días en una prisión del Condado de Broward, Senior comenzó su nueva vida como chofer de limosinas.
"Mi papá seguía traficando en la Florida", dice Teófimo. "Pero él y mi madre siempre hicieron lo que tenían que hacer para mantener a la familia".
Se mudaron a Davie, a dos cuadras del gimnasio local de la Liga Atlética Policial (PAL, por sus siglas en inglés).
¿Algún recuerdo básico del boxeo? En el caso de Teófimo, este se produjo cuando él tenía 6 años. Su padre estaba fuera del gimnasio, dentro de la limosina y como era su costumbre, conversaba con algunos sujetos. Teófimo lanzó un gancho contra la bolsa y envolvió con su brazo un gancho de acero sin cerrar. Veinte puntos de sutura.
"Ese fue el día en el cual comencé a entregar mi sangre a este deporte", afirma.
Senior recuerda otro detalle. Nuevamente, él se encontraba fuera del gimnasio, hablando con sus amigos, cuando se le acercó un entrenador que había sostenido los guantes para que su hijo les pegara. "Tu hijo acaba de hacer algo para lo cual los boxeadores necesitan cinco años de aprendizaje".
Tres años después, específicamente el 29 de diciembre de 2006, la fotografía de Senior apareció en el diario South Florida South-Sentinel: su gran puño en alto, vistiendo una gorra de béisbol con la visera atrás y una inconfundible expresión de triunfo. En letras de gran tamaño, con la leyenda "PAPÁ ORGULLOSO", los lectores se informaron de que el hijo de Senior acababa de ganar el título en la categoría de las 70 libras en el torneo Florida Silver Gloves.
Teófimo tenía 9 años.
"Dios tenía un plan para nosotros", dice Senior.
YA NO ES inusual ver a padres estadounidenses con poca o ninguna experiencia boxística entrenar a sus hijos hasta alcanzar nivel de campeonato. No obstante, la totalidad de la carrera de Senior en el boxeo de competencia consiste en una sola pelea en la división de novatos del torneo Golden Gloves del New York Daily News. Corría el 28 de enero de 1999, en la Academia Blessed Sacrament de la sección Cypress Hills de Brooklyn. Fue superado a los 33 segundos del segundo asalto.
"Tenía 191 libras, peleando contra un tipo con 220 libras de peso", recuerda. "Me sacaron el aire".
También tenía 30 años y era padre de tres hijos.
Fue cosa de tontos. Pero también se trata de una de las historias más antiguas del boxeo: quería demostrar que no era un vago.
Una vez que Teófimo comenzó a ascender en las distintas categorías del boxeo aficionado, Senior comprendió todo. Su redención no llegaría como púgil, sino como entrenador.
"Dejé el boxeo y le dediqué mi vida a mi hijo", indicó.
Al igual que muchos padres en el mundo del boxeo, Senior empezó a mirar videos instruccionales en YouTube, en su mayoría con Floyd Mayweather o Andre Ward. Quizás lo inusual radica en cuánto insiste Senior en que su inspiración es producto de la divina providencia.
"Aprendí trucos que no conoce ningún otro entrenador", afirma. "Ahora bien, cuando me preguntas: '¿cómo aprendiste sobre boxeo', no sé cómo explicarlo".
Todo lo que sabía era que los retazos dispersos de su memoria, finalmente, comenzaron a tener sentido: Cuando su madre le llevaba a ver triples tandas de películas de Kung Fu en la calle 42: Operación Dragón (Enter the Dragon) y El Juego de la Muerte (Game of Death). Shogun Assassin y El Maestro Borracho (Drunken Master). Sonny Chiba en The Streetfighter. Ella se sentía agotada después de laborar en la fábrica de jabones y caía dormida en esos asientos que crujían, forrados en terciopelo. Pero Senior estaba hipnotizado.
Podía volver a ver todo aquello en las cosas que enseñaba a Teófilo: la visión, la coordinación, atrapar y su estilo de golpear. "Cuando veías a mi hijo, era similar a ver una película", dice Senior. "...Es una visión de Dios".
Teófimo fue ganador de los National Silver Globes en 2013 y 2015 y el Preolímpico de 2015.
"Estamos conectados", dice Senior. "Cuando él está peleando, siento que estoy allí, a su lado".
¿Existe otra persona capaz de haber entrenado a Teófimo López Jr.?
"No", dice sin chistar. "Jamás".
Es algo que su hijo es incapaz de negar. "Cuando se trata del boxeo", dice Teófimo, "mi padre es todo un mago".
SI EL HIJO es una manifestación de voluntad divina, entonces su padre seguía viviendo una vida poco sagrada. Teófimo lo vivió y quedó impreso en su memoria. Entre sus recuerdos de adolescencia tenemos los siguientes:
"Ir a buscar a mi papá al bar, borracho encima de una mesa de billar... Bajar al sótano, ver a mi papá borracho... Vi una vez a papá ingerir cocaína en un club. Sí, eso caló hondo... No quería que yo viera esas cosas, pero me daba cuenta".
"Hizo que mi mamá soportara mucha mi----".
Jenny, su mamá. Ella aún era adolescente cuando se enamoró de Senior. A ella le encantaba la forma en la cual Senior amaba a su madre. Y no, a ella no le molestaba ver cómo Senior podía usar sus puños. En una ocasión, ella presenció como Senior despachó a todos los asistentes de un bar en Red Hook. "Como lo hacía Bruce Lee", afirma Jenny, con un destello en su ojo. "La gente se burla de él. Pero él jamás permitirá que alguien me falte el respeto. Mi esposo y yo, conocemos bien las calles".
"Mi mamá es alguien leal", dice Teófimo. "Ella siempre lo acompañará. Sin importar lo que suceda. Ella fue bartender en un club de estriptís. La ayudaba en el bar. Yo tenía 16 años".
Si la vida nocturna formó parte de la educación de Teófimo en el mundo real, también lo fue la política del boxeo. En 2016, Teófimo aparentemente se convirtió en el único boxeador estadounidense que no formó parte del equipo olímpico después de ganar en las pruebas del Preolímpico. En ese mismo año, la selección de los púgiles en la categoría de las 132 libras se hizo en base a la clasificación en la Serie Mundial del Boxeo, un torneo poco conocido para el cual Teófimo aún no tenía suficiente edad para competir.
¿Fue un tema político? Sin duda. No obstante, la política se trata de forjar amistades y el Equipo López, según confesión propia, tenía aptitudes para alienar a la gente. Si el hijo era arrogante, el padre era belicoso, especialmente si sentía (con o sin razón) que le faltaban el respeto. Senior incluso llegó a retar a uno de los anteriores partidarios de Teófimo, el excampeón de los pesos completos Shannon Briggs.
"Eso es algo que respeto de mi padre", dice Teófimo. "No se esconde. Y no lame suelas. A nadie".
A final de cuentas, Teófimo peleó en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro... defendiendo la causa de Honduras. Dijo la agencia Associated Press: "López se mostró preciso en el ring, pero perdió 30-27 en las tres tarjetas, contra un boxeador con linaje mucho mayor". Sofiane Oumiha, quien eventualmente se llevó la medalla de oro para los colores de Francia, era tres años mayor que Teófimo y contaba con casi una década de experiencia internacional en su haber. A pesar de ello, cuando terminó el combate, Teófilo hizo su característica pirueta frente a los jueces.
"¡Tú ganaste!", gritaba su padre. "No te darán la pelea. Te lo dije desde el primer momento".
"Papá, todo terminó".
A POCO MÁS de un año de su incursión olímpica, Teófimo usaba un reloj de imitación Rolex Presidential y había mudado a toda su familia a una casa de seis habitaciones con piscina en Las Vegas: su padre, quien ahora era su empleado como entrenador: su madre, a quien retiró contento del negocio de los bares y ahora fungía como su "nutricionista"; sus hermanas Adriana y Jasmine; Dreana, de 8 años y la mascota de Teófimo, el perro bulldog Leo. Cobró un modesto bono de seis cifras cuando firmó con Top Rank (era considerado el tercer mejor prospecto de la compañía promotora, con amplia distancia del medallista de plata Shakur Stevenson y el púgil irlandés Mick Conlan, quien compitió en dos ediciones de los Juegos Olímpicos), aparte de disfrutar de un estipendio mensual pagado por su mánager David McWater, un jugador de póker profesional que se hizo de una fortuna como dueño de bares y restaurantes en Nueva York.
McWater firmó a Teófimo basándose en una serie de métricas que había desarrollado con un grupo de licenciados en matemáticas de la Universidad de Nueva York (NYU). Y esos cálculos deben tener una buena base ya que el 12 de mayo de 2018, Teófimo propinó su octavo nocaut en nueve peleas: un exterminio en 64 segundos de Vitor Jones (quien tenía récord 14-1) en el Madison Square Garden.
Aún con 20 años y ostentando el título de Prospecto del Año otorgado por Yahoo! Sports, Teófimo quería presumir cuando abordó en Las Vegas el vuelo rumbo a casa.
Claro que soy boxeador, dijo Teófimo a la sobrecargo mientras que él intentaba meter sus guantes dentro del compartimiento de equipaje de mano.
"Pues bien, ¿acaso perdió?", le preguntó.
Eso le detuvo por un momento. La sobrecargo tenía un largo cabello castaño, similar al de su madre, y un lunar sobre su labio. "¿Acaso me veo como si hubiese perdido?"
Oh, Dios, pensó la sobrecargo, quien sonrió cortésmente y volvió rápidamente a su puesto.
No obstante, después de concluido el servicio de bebidas, Teófimo siguió caminando hacia la parte trasera del avión.
"Tengo sed", afirmó.
"Sí, parece que tiene sed".
Posteriormente, se excusó y fue al baño (de hecho, solo fue a mirarse al espejo y cerciorarse de que se veía bien).
Después le preguntó: "¿Cuántos años tienes?"
Cynthia Ortez alzó su mirada, retirándola del libro que intentaba leer, una novela romántica titulada "El color del cielo" (The Color of Heaven). "¿Cuántos años cree que tengo?"
"Veintidós".
"No".
"Oh".
"¿Cuántos años tienes?", preguntó ella.
"Veinte".
Oh, Dios.
CYNTHIA TENÍA 25 años. Se crio en Las Vegas, sin relación con su padre, pero con una madre que trabajaba en dos empleos. Cynthia tenía un plan. Quería ver el mundo. Quería tener un gato. Y un apartamento en Nueva Jersey.
Ahora, acababa de darle su usuario de Instagram a este benjamín de boxeador. "¿Qué voy a hacer?", le preguntó a su madre. "¿Darle jugo de manzana?"
Eventualmente, se encontraron en el restaurante Dave and Busters de Las Vegas. Cynthia le explicó que no pensaría en salir con él hasta tanto cumpliera 21 años.
Estuvo de acuerdo. Y siguió enviándole flores.
"Al inicio, él era tan engreído, todo giraba en torno a él, el boxeador", dice Cynthia. "Pero, poco a poco, pude conocerle. Hablaba con él cuando se sentía mal. Si tenía un dia malo, él me escuchaba. Podía animarme. Era capaz de hacerme reir".
EN UNA NOCHE de sábado a principios de junio, Senior y Jenny estaban bebiendo al lado de la piscina junto a un viejo amigo. Teófimo se fue a dormir temprano, ya que intentaba ganar peso con miras a su primera aparición televisiva a nivel nacional, enfrentándose a William Silva (25-1). Leo permaneció con Senior, ya que gustaba de seguirle a todos lados. No obstante, cuando habían dejado de beber, ingresaron a la residencia, cerraron la puerta del patio y olvidaron recoger al perrito de 11 meses.
Los bulldogs ingleses son conocidos por sufrir de problemas respiratorios en las mejores condiciones. En este caso, las temperaturas excedieron los 100 grados Fahrenheit durante toda la noche.
Aproximadamente a las 7 a.m., Teófimo se despertó al escuchar un sonoro grito.
Su padre estaba tocando a Leo con su pie, intentando despertarle. Teófimo podía ver que su padre aún no había recuperado la sobriedad.
Teófimo se dio paso y tomó al perro en sus brazos. La lengua de Teo estaba afuera, sus pupilas llenas de sangre y dilatadas. Había defecado. Teófimo se apuró para llevarlo al hospital. El veterinario lo declaró muerto al llegar. Pero antes de que ocurriera todo lo anterior, Teófimo vio una imagen que jamás podría olvidar.
"Toda mi familia simplemente me miraba. Querían que yo los ayudara. Como si me dijeran: ¿ahora qué hacemos?'".
Pocos días después, antes de su pelea contra Silva, Teófimo y su padre acudieron a la presentación de los púgiles, transmitida por ESPN. En ese momento, todas las preguntas giraron en torno a los nocauts, giros y la elección de su baile de celebración. No obstante, los periodistas nunca habían visto a un Teófimo así. Era un chico rudo, aún con 20 años, pero estaba presto a propinar un fuerte golpe, dispuesto a impartir dolor.
"No te imaginas las ganas que tengo de golpear a alguien", dijo Teófimo, con voz tranquila. "Toda esa rabia, toda esta ira... voy a noquear a ese desgraciado".
A la noche siguiente, Teófimo saltó al cuadrilátero y golpeó a Silva con tanta fuerza que se fracturó su mano derecha. Lo envió a la lona en el primer y quinto asalto y apuntándose un nocaut en el sexto.
Dos semanas después, en el día de su cumpleaños 21, Teófimo se apareció, con su brazo inmovilizado por un yeso. Cynthia le obsequió flores, un pastel, champaña y una tarjeta hecha a mano. "¿Quieres ser mi novio?"
Poco tiempo después, comenzaron a vivir juntos en Brooklyn.
A su familia no le agradaba la idea.
Teófimo sabía todo lo que decían de ella. Sólo servía para acrecentar su rabia. Se lo dijo a su apoderado.
"Cuando la conociste", preguntó McWater, "¿volabas en primera clase o turista?"
"Turista".
"Entonces, ella no es una cazafortunas".
"¿Sí? ¿Cómo lo sabes?"
"Créeme", le dijo su mánager. "Las cazafortunas no se involucran con tipos que vuelan en clase turista".
POCAS NOCHES DESPUÉS de la pelea contra Mason Menard en el Madison Square Garden, Senior se topó con Vasili Lomachenko, dos veces medallista de oro olímpico, tres veces campeón de su división y rey "libra por libra" del boxeo mundial.
"Lomachenko, ¿cómo te va?", le dijo Senior, extendiendo la mano. Quizás ya había tomado unos tragos.
Lomachenko se limitó a verle secamente.
Cierto o imaginado, ebrio o no, Senior sabía con exactitud lo que esa mirada quería decir.
¿Quién demonios eres tú?
Soy mejor que tú.
Tu hijo no está a mi nivel.
Fue allí donde salió a relucir la rabia, desde la parte más profunda y herida de su ser. Senior comenzó a gritar, a decir palabrotas, a echar espuma por la boca, a hacer una escena.
"Oye, tú no vas a hacer nada. Vamos por ti. ¡Vete al demonio! Este sábado, ¡nos robaremos el espectáculo!"
Teófimo se molestó cuando su padre le contó lo sucedido. Podía imaginarse a Lomachenko, la realeza del boxeo, irrespetando a su padre sin siquiera pronunciar una palabra. Se enfadó. Y fue allí cuando su padre acrecentó la rabia de Teófimo.
"¿Por qué harías algo así?", pensó. "Ahora, tengo que limpiar el desastre que hiciste".
En la noche de la pelea, tras sentir la molestia de Top Rank por haber insultado a Lomachenko, Senior apartó a un lado a su hijo antes de salir al escenario. "Tenemos que hacer algo grandioso", le dijo. "Tienes que lucir espectacular".
Teófimo besó a su padre en la mejilla. "Te apoyo, papá. Siempre te voy a apoyar".
Una vez en el ring, Teófimo despachó a Menard después de 44 segundos.
"Fue como si Dios me volviera a hablar", dijo Senior.
Ambos vieron la pelea estelar en un salón dentro del Madison Square Garden. Lomachenko (quien se recuperaba de una cirugía en el hombro) requirió de 11 asaltos para imponerse a José Pedraza.
Teófimo se acercó a su progenitor. "Papá", le dijo, "lograste meterte en su mente".
EN ABRIL PASADO, Teófimo y Senior estaban de vuelta en el Madison Square Garden. Teófimo pelearía en la antesala de una pelea estelar con Terence Crawford, transmitida por televisión bajo el sistema de pago por evento. Una vez más, los eventos preliminares eran más interesantes que la pelea en sí.
"Loma está en graves problemas", expresó. "Este chico lo va a matar. Este tipo no va a durar tres asaltos con mi hijo".
Teófimo no expresó desacuerdo, aunque sí confesó: "No se imaginan cuánta presión impone este hombre sobre mí".
Una vez más, se quedó quieto. Sabía que los presentes en el salón estaban riéndose de su padre. Él lo había sentido durante toda su vida. Para Teófimo, esto no tenía que ver con la presión que le imponía pelear contra Loma. Se trataba de la presión que imponía la mortalidad: "Cuando el tiempo de mi padre en esta Tierra haya terminado, quiero que él esté consciente de que se hizo de un nombre por sí mismo. Lo trataron como basura, desde que él estaba en España. Cuando la gente corea el nombre 'Teófimo', no solo va por mí. Va por él y por mi abuelo. Quiero que él sea sepultado en paz".
Los comentaristas intercambiaron miradas. Lo que no sabían era que Senior había sobrevivido a un ataque cardíaco el verano anterior.
Era el cumpleaños de Dreana, su nieta. Senior había bailado y bebido un poco. "Juro por Dios que no usé cocaína", indica.
Fumó un cigarro Newport. Pensó que tenía gas. Y allí colapsó.
Teófimo estaba de viaje con Cynthia.
EL 23 DE abril, cuatro días después de noquear al dos veces campeón de Europa Edis Tatli, Teófimo contrajo nupcias con Cynthia en Jonesboro, Arkansas, donde ahora residía su familia. Teófimo le dijo a su familia en el último minuto. Ninguna de las mujeres de la familia López hizo acto de asistencia.
"Jamás dije que no me agradaba", indica Jenny López. "Pero todo fue demasiado rápido. ¿Por qué ella está tan desesperada? ¿Cuál es el afán?"
"No quería estar presente", indica Senior, quien le rogó a Teófimo que esperara, al menos, hasta después de pelear con Lomachenko. "Pero lo hice por mi hijo".
"Él se apareció ebrio", dice Teófimo, quien indica que su padre lo admitió. "Fue duro para él. Fue duro para él verme contraer matrimonio a una edad tan joven. Pero él intentó hacer lo mejor posible y lo mejor que pudo hacer era adormecer ese dolor".
Apartando esa situación, fue un gran día.
"Simplemente, me sentí en paz", afirma Teófimo.
PARA SU SIGUIENTE combate (contra Masayoshi Nakatani, con marca 19-0), Teófimo aceptó la enfática sugerencia de su promotora de relevar a su madre en el rol de nutricionista, sustituyéndola con los servicios de Perfecting Athletes, firma de nutricionistas que ha ganado elogios por su labor con deportistas de combate.
"No estuve de acuerdo", dijo Senior. "Rompieron mi círculo".
El campamento, con sede en Las Vegas, fue un desastre absoluto. Las tensiones entre Cynthia y su familia política se intensificaron. Teófimo entrenó esporádicamente. Su padre volvió a caer en sus peores hábitos. Olvídense de Lomachenko. Varios personeros de Top Rank y algunos miembros del propio campamento creían que Senior no sobreviviría seis meses más.
A pesar de ello, cuando se llevó a cabo la presentación, Senior parecía haber recobrado su característico arrojo. "Loma es débil", afirmó. "Logré meterme en su psique".
"Veintidós años y mi papá aún no lo entiende", dijo Teófimo, viendo a su progenitor. "Te apoyo de aquí hasta el infinito".
A la noche siguiente, mientras calentaba en el vestidor, Teófimo se enteró de que su hermana Adriana estaba en su residencia. Le había pedido que se abstuviera de ir, ya que tenía una relación particularmente amarga con su esposa.
"Él me echaba la culpa por lo de Adriana", afirma Senior.
Independientemente de los temas familiares y tal como concuerdan padre e hijo, Teófimo no fue el mismo de siempre esa noche. Más preocupado con lo que sucedía fuera del cuadrilátero que con la propia pelea, Teófimo pudo ganar de forma fácil por decisión unánime al tercer contendor en los rankings de la IBF. Después vendría la pelea por el título. A pesar de ello, Teófimo fue acusado de ser un fraude, al no haber propinado el acostumbrado nocaut.
Parecía que el viaje a Grecia no llegaría lo suficientemente pronto.
LO OCURRIDO EN el vuelo de regreso fue un ataque de pánico.
Y no se detuvo al llegar a casa.
"Me encontraba sumido en una profunda depresión, solo lloraba", dice Teófimo. "Estaba en una habitación a oscuras. Hacía pucheros. Bebía... casi que me convertía en mi padre".
Y cuando no hacía muecas, estaba enfadado. "Rompía cosas", recuerda.
Una fotografía enmarcada. Con Cynthia y él.
"Necesitas ir a terapia", le insistía su esposa.
Él era un boxeador. Con la oportunidad de alzarse con una corona mundial. ¿Terapia?
"No estás solo", le dijo. "Reconoce tu dolor. Eso es lo difícil".
Finalmente, Teófimo accedió y asistió a la consulta. Porque se sentía como todo un desastre y quizás, porque fue valiente.
La oficina del especialista quedaba cerca del Madison Square Garden. Repasaron todo lo que le había sucedido: sus padres, los padres de sus padres, desde Brooklyn hasta España.
"El doctor me dijo que soy tremendo director", afirma. "Puedo hacer películas en mi mente, actuarlas, hacer que parezcan reales cuando no lo son. Mi padre tiene mucho que ver con todo ello".
"MI HIJO SIGNIFICA todo para mí", dice Senior. "Él representa la esperanza".
Entonces, ¿por qué ir por el título? ¿Por qué esa fijación con Lomachenko?
"Mi padre siempre me decía que no iba a ser nada en la vida, por mi afición a beber, mi gusto por estar en las calles. Quería hacer algo antes de morir. Quería demostrarle al mundo que no estoy aquí en vano. Eso me mantenía con vida. Toda mi vida giró en torno a demostrar a mi madre y a mi padre que no criaron a un tipo de baja calaña. No criaron a un vago".
TEÓFIMO TIENE UNOS meses sin ver al terapista; no obstante, aquí se encuentra, entrenando en el Old Dog Boxing Club de Flemington. Teófimo no se considera curado; más bien, piensa que se trata de una obra en desarrollo. Aún siente esa ira en la sangre. Y Richard Commey (un hombre a quien admira) será el próximo en sentirla, según indica. Y después de Commey, vendrá el turno de Lomachenko.
"Esa pelea va a escenificarse", afirma.
Actualmente, su padre se encuentra asistido por Joey Gamache, un veterano entrenador quien fue campeón del mundo en dos categorías diferentes. Gamache tiene cuidado para no sobrepasar sus límites. "Pero sí necesitábamos de una estructura mayor", dice Teófimo.
Quiero que mi padre descanse en paz. ¿Por qué dijiste eso?
"Todo lo que él siempre quiso fue enorgullecer a su familia", afirma. "Pienso que esa es la razón por la cual se dedica tanto a mí".
¿Intentas salvarle?
"Hay días en los cuales quiero salvarle y hay días en los que quiero dejarle ir. Y hay días en los cuales quiero abofetearlo para darle algo de juicio... Él es un buen padre. Crio hijos buenos. No tuvimos que pasar por las cosas que él sufrió. Tenemos vidas mejores. Mi abuelo y mi abuela ya se sienten orgullosos de él. Pero él no lo entiende".
"Él no puede ver las cosas en grande, como yo".
El objetivo. A eso se refiere.
Tiene este aspecto. Esta casa, el juego imaginario de "campeones y sus psicólogos", con una cocina grande con vistas al huerto, con los troncos, más allá de la piscina cubierta, hasta los pinos White Oaks y Jersey. Tienen dos mascotas, un Morkie y un Pomerania. El niño que baila y se ufana por encima de los cuerpos tendidos de sus victimas procura vestir un overol similar al de su esposa. Él y Cynthia, renos y hojuelas de nieve.
Hay algo en Cynthia que le hizo renunciar a la ostentación. Acaba de comprar una chaqueta marca North Face. Se imagina a ambos criando a sus hijos en Seattle.
¿Seattle?
Por supuesto. Lo más lejos posible de la Florida o Brooklyn.
Mientras Teófimo rompía portarretratos, Cynthia tuvo una idea. "Quería que él escribiese las cosas para los cuales es bueno", afirma. "Para que él se sintiera orgulloso de sí mismo".
Teófimo recita:
"Soy buen esposo".
"Buen hermano".
"Buen hijo".
"Aún soy capaz de acabar con cualquiera sobre el cuadrilátero".
"Seré buen padre".
En otras palabras, Teófimo López III no fue criado para convertirse en vago.