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La milagrosa victoria sobre Patriots no concuerda con la realidad que viven los Dolphins

MIAMI -- El deporte no conoce de lógica.

Esa es, quizá, la única manera de explicar la mala racha que viven los New England Patriots cada cuando visitan a Miami, donde han perdido seis de los últimos siete partidos y donde Tom Brady ahora tiene un récord de 7-10 en su ilustre carrera.

Y es, quizá, la única manera de explicar cómo los Dolphins se “robaron” un triunfo que parecía imposible de conseguir ante New England este domingo.

A Miami le quedaba una última bala y 69 yardas los separaban del milagro.

El quarterback Ryan Tannehill completó su pase a Kenny Stills, quien le pasó el ovoide hacia atrás a DeVante Parker, quien, a su vez, hizo lo propio a Kenyan Drake, quien en la serie anterior había salido lastimado.

Los defensivos de New England tomaron malos ángulos, Ted Larsen tuvo un gran bloqueo, Rob Gronkowski se patinó y Drake encontró la zona prometida para mantener las esperanzas de Postemporada de los Dolphins con vida.

La misma ofensiva de Miami que fue limitada por los Buffalo Bills a 175 yardas totales gozó de un muy buen día en la oficina ante la endeble defensiva de New England.

Los Dolphins corrieron para 189 yardas en 21 carreras con el interminable Frank Gore como abanderado y ese ataque terrestre les permitió, por momentos, disfrazar las deficiencias que tienen en el interior de esa línea ofensiva.

Tal es así, que Tannehill fue capturado en cinco ocasiones, presionado además reiteradas veces y más aún, luego de haber doblado el tobillo en el final del segundo cuarto.

La realidad es que los Patriots tuvieron todo para ganar este partido y sus propios errores les terminaron costando el encuentro.

El habitualmente confiable pateador Stephen Gostkowski falló un intento de gol de campo y un punto extra que pudieron haber definido el partido antes, la defensiva fue una invitación por todas sus vías y la última jugada es sencillamente inexcusable.

New England movió el ovoide a placer a la ofensiva, aprovechando la ausencia del esquinero Xavien Howard en Miami, dado que el novato Minkah Fitzpatrick se vio forzado a jugar más en el extremo y pasó muchos problemas en cobertura.

El entrenador en jefe Adam Gase una vez más tuvo la oportunidad de ser agresivo y optó por no serlo.

Los Dolphins tenían un cuarto intento y cuatro yardas por recorrer cerca de la mitad del campo y Gase optó por confiar en su defensiva con poco más de cuatro minutos por jugar.

El problema es que la unidad de Matt Burke, quien seguramente estará buscando trabajo después de este año, no ha parado a nadie durante todo 2018 y menos iba a detener a Brady y compañía.

En el pasado, los Dolphins han complicado a Brady cuando visita Miami, en gran parte, debido a su capacidad para presionarlo, pero los años no pasan en vano para Cameron Wake y no hay muchas más opciones confiables.

La “fortuna” de Miami fue la penalidad de Fitzpatrick, quien de alguna manera indirecta le dejó a los Dolphins la posibilidad de ir por el milagro.

Contra todo pronóstico, los Dolphins ahora tienen récord de 7-6 y con la derrota de los Ravens están igualados con otros tres equipos con ese mismo registro en la batalla por ese segundo comodín de la AFC.

Miami visitará a Minnesota la próxima semana, recibirá a Jacksonville al domingo siguiente y cerrará la campaña en Buffalo.

Ryan Tannehill dice que su tobillo “se siente horrible”, aunque la radiografía probó que no hay daño estructural.

¿Lucen los Dolphins como un equipo de playoffs?

Definitivamente no, pero el deporte no conoce de lógica.