Matthew Stafford se sobrepuso a la presión y las expectativas, al frente de una franquicia que también se sobrepuso a la presión y las expectativas, para transformar su trayectoria profesional
INGLEWOOD -- TENÍA SENTIDO que la primera fiesta de Matthew Stafford como campeón del Super Bowl ocurriera en un aeropuerto privado, considerando que hace 13 meses partió hacia unas vacaciones familiares a Cabo San Lucas como miembro de los Detroit Lions, y voló en un jet privado a L.A. unos días más tarde como miembro de Los Angeles Rams. También tuvo sentido que tomó una desviación en su camino allí. Después de abandonar SoFi Stadium el domingo por la noche, Stafford y su familia se detuvieron primero para cenar con Cooper Kupp y su familia.
Así es él: siempre elegirá una pequeña sala privada en un restaurante con su esposa y algunos amigos para beber cervezas y reír durante una gran celebración, y esta no solamente llenó un hangar completo, sino también parte de la pista, con aviones repentinamente aterrizando demasiado cerca de los asistentes.
Sirvió como una metáfora decente para la campaña de los Rams, de hecho: por momento, coquetearon con el desastre, pero una y otra vez, hallaron modos de evitarlo, y Stafford, siempre calmado, siempre pareció saber a dónde iba y dónde pertenecía.
DESDE EL MOMENTO en que Stafford arribó a L.A., intentó congraciarse con sus nuevos compañeros, ya sea estudiando el nuevo libro de jugadas, recibiendo a sus linieros para cenas en su casa cerca de las colinas de Calabasas, y nunca actuando como si estuviera por encima de los demás, a pesar de ser la más reciente adquisición de alto perfil. Le gusta jugar con la gente en tono de broma. En Detroit, a veces pedía a empleados de la organización redactar cartas falsas de multas de la oficina de la liga, y dejarlas en los casilleros de los compañeros. Antes de su temporada en L.A., vi como habló basura a Kupp respecto a sus autógrafos apresurados durante una firma de memorabilia: "clásica firma de receptor". Pequeños momentos como ese, cosas del vestidor, empujando y jalando a los chicos, ayudaron a aliviar la presión de las expectativas de una victoria de Super Bowl en Los Angeles este año.
Fue una presión extraña e intensa, nacida en las decepciones del pasado tanto para el quarterback como para la franquicia. Stafford y el head coach Sean McVay sabían que necesitaban acoplarse, y sabían que el equipo había cedido dos selecciones de primera ronda para adquirir a Stafford de Detroit, por una razón. Y, todos los demás sabían esa razón, también. Cualquier cosa menos que un Trofeo Lombardi sería un fracaso. Eso pendía sobre todo lo demás. Sobre el escenario de SoFi Stadium en junio pasado, para un evento del comité organizador del Super Bowl, el maestro de ceremonias Kevin Frazier pidió a McVay y Stafford, "tráenos los anillos, hombre".
Stafford arribó en L.A. conocido por lanzar pases bellos, pero no por ganar grandes partidos. Poseía un brazo singular --la primera ocasión en que Peyton Manning vio a Stafford lanzar, en la Manning Passing Academy, exclamó, "Wow, eso es diferente"--, pero Stafford quería probarse, quería jugar en partidos grandes. Ahora, tenía lo que había deseado. Stafford intentó lidiar con la presión del mismo modo en que lo hizo cuando perdía en Detroit: fingiendo ignorarla, incluso si sabía que existía en el éter. Se aisló. A diferencia de su esposa, Kelly, quien es generosa al compartir la vida privada de la familia en Instagram, Matthew no está en redes sociales. Eso no es solamente porque es más reservado que ella, sino porque se conoce tan bien como para saber que podría no tener control de impulso, y estaría tomando su teléfono cada tantos minutos para revisar los "me gusta" y comentarios, en lugar de ser un padre, esposo, hijo, o amigo; en lugar de enfocarse.
Los Rams jugaron bien por los primeros dos meses de la campaña, y entonces, en noviembre, chocaron contra un muro y se fueron sin victorias en todo el mes. El estrés se comenzó a asomar. McVay, como todos los coaches ambiciosos, queda devastado por las derrotas, y a menudo es torturado por las victorias, quedándose solo para procesar todas las emociones y encontrar el camino hacia la luz. Stafford fue un poco más mesurado, más paciente que McVay, en las palabras del coach. "Pienso que siempre hay presión en este negocio", me dijo McVay a lo largo del verano. "Pienso que siempre hay presión en esta liga cada semana. Y pienso que la presión es un privilegio".
No se sintió de ese modo en noviembre, en medio de una racha de tres derrotas consecutivas ante los Tennessee Titans, San Francisco 49ers y Green Bay Packers. Algo necesitaba cambiar. Stafford y McVay se sentaron para lo que fuentes describieron como una reunión "corazón a corazón". No se trataba solamente del fútbol americano. Se trataba de encontrar un plan de juego ganador en lugar de encender el marcador en cada salida. Se trataba de soportar las derrotas, algo que Stafford aprendió a hacer en Detroit. Una racha de derrotas múltiples en L.A. fue causa de desesperación; en Detroit, llegaba a suceder varias veces por campaña. "La conversación no fue en torno al fútbol americano", me dijo Kelly. "Se trataba de levantarse, saber cómo separar el fútbol americano de la vida".
"Creo que he aprendido más de él que él de mí", expuso McVay la semana pasada.
La ofensiva se vio reformada. Los Rams comenzaron a emplear seis linieros ofensivos para fortalecer el juego terrestre y alinear múltiples alas cerradas. Un día, McVay, Wes Phillips y Kevin O'Connell pasaron nueve horas en reuniones rediseñando a la ofensiva para ocuparse de todos los nuevos jugadores y todas las nuevas ideas. A partir de allí, los Rams ganaron nueve de sus 10 partidos finales, no que todos hayan sido sencillos. En el Juego de Campeonato de la NFC, los Rams se vieron abajo ante los 49ers por 10 en el cuarto periodo. Allí es donde todo lo que esperaba McVay que Stafford pudiera ser, y todo lo que Stafford deseaba ser, entraron en foco. Completó el único pase que era menester conectar --una diagonal hacia Kupp-- y los Rams ganaron, convirtiéndose en el segundo equipo consecutivo en recibir el Super Bowl en estadio propio.
Los Staffords se apegaron a su rutina normal durante la semana de Super Bowl. Un montón de amigos y familiares estuvieron en la ciudad para el juego, y Kelly planeó mantenerlos fuera de la casa el sábado hasta que Stafford partiera hacia el hotel de concentración. Pero, al final, ella le dio una despedida a su marido. Todos los visitantes se formaron a lo largo del camino que recorrió Stafford hasta su automóvil negro, quienes lo vitorearon, con la promesa de volver a todos ellos en caso de una victoria.
POR UN TIEMPO, parecía que Stafford iba a ganar solo el Super Bowl, y luego, parecía que iba a perderlo, solo. Completó nueve de sus primeros 10 pases para 127 yardas y dos touchdowns, con un índice de pasador perfecto de 158.3. Después, los Rams chocaron contra un muro. Stafford tiró dos intercepciones, ambas robando a los Rams no solamente de puntos potenciales, sino de momento. Hubo un lapso en el tercer y cuarto periodos en que ningún equipo parecía querer el partido. Stafford se lastimó el tobillo y salió rengueando el campo. Cuando Odell Beckham Jr. se lastimó la rodilla, los Rams necesitaron modos de ganar los enfrentamientos individuales, pese a los Bengals usando doble cobertura en contra de Kupp.
Los Rams tomaron posesión con 6:13 por jugar. Desde el palco del propietario, el COO de los Rams, Kevin Demoff, volteó hacia Stan Kroenke y dijo, "Este es el legado de Matthew, justo aquí".
Fue un momento de legado dentro de una temporada de legado, y el equipo comenzó a reflejar a muchos de los Rams de este año: Los Angeles podía verse frenado, incluso atravesar largos periodos de fútbol americano terrible, algo raro para un equipo con tantos estelares en posiciones de habilidad, pero lograban descifrar todo eventualmente. Cuando los Bengals emplearon zona, dando a Kupp un desprendimiento libre, él y Stafford lo explotaron. Stafford miró hacia la izquierda, miró hacia la derecha, acomodó los pies, y conectó con Kupp por el centro --otro tiro decisivo por el centro, otro que cambió el rumbo de un partido de playoffs, y otro que no solamente partió a dos defensores, sino también transformó la carrera de Stafford-- y Kupp lo llevó 22 yardas hasta la 24 de Cincinnati 24. Nueve jugadas más tarde, después de una serie trabajada, Stafford conectó con Kupp hacia su hombro trasero para lo que resultó ser el touchdown del triunfo. "¿Cuán crítico ha resultado ser este tipo en nuestros cuatro partidos de playoffs?", preguntó McVay después del encuentro, más una declaración que una interrogante. "Entregó en todos los momentos. El tipo sabe lo suyo. Es mucho mejor de lo que pensaron todos. Es uno de los grandes. No sé cómo no es un tipo de chaqueta dorada".
Una hora más tarde, Matthew, quien seguía sosteniendo el balón del juego, Kelly y sus hijas estaban paradas en un túnel en SoFi Stadium, mirando el carrito de golf que los llevaría hasta el vestidor. Nadie sabía hacia dónde ir; los Rams eran, técnicamente, el equipo visitante en su propio estadio.
"¿Hacia dónde vamos?", preguntó Kelly.
El conductor se sentó tras el volante, esperando instrucciones. Nadie las daba. Finalmente, se subieron al vehículo.
"¡Vamos!", exclamó Stafford. Miró a sus hijas. "Mismos asientos que la vez pasada".
Y, arrancaron.
SE ACERCÓ LA MEDIA NOCHE, Y los Staffords no tenían prisa. A través de los altoparlantes, el DJ siguió gritando a aquellos dentro y fuera del hangar aquel viajo cántico de los Rams de "¿Casa de quién?". En los últimos años, a veces era una pregunta difícil de responder. La ciudad pareció indiferente hacia el regreso del fútbol americano después de dos décadas de separación, al menos hasta la apertura de SoFi Stadium. El apresurado matrimonio entre los Rams y Los Angeles Chargers resultaron en que hubiera enojo entre ellos. En contra de los 49ers, hubo tantos aficionados de San Francisco en SoFi que Stafford debió emplear el conteo silencioso. Este otoño, Kroenke amenazó con demandar a la liga para evitar el pago de la totalidad del acuerdo por 790 millones de dólares con la ciudad de St. Louis; la cantidad que Kroenke y los otros propietarios pagarán sigue sin ser resuelta. Ha sido un año largo, pero también uno mágico, y por una noche, y probablemente más en el futuro, la afición se vio unificada y clara: "¡Casa de los Rams!".
Pero, de regreso en junio, antes de que alguien supiera cómo terminaría la campaña, pero todos sabían cómo se esperaba, Stafford pasó una tarde en el Valley, firmando memorabilia. Se vio abrumado por el número de cascos y fotografías que debía firmar.
"¿Piensas que esto está mal? Espera a febrero", dijo un empleado.
"¿Sí?", preguntó Stafford.
"Ustedes ganan un Super Bowl", explicó el empleado, "y no has visto nada, todavía".
A las casi 2 a.m., la fiesta seguí en todo su furor. Los Staffords no parecían haber visto nada de eso, aún. La cena se alargó, después de una campaña que se alargó. Hubo presión en el aire en la noche y en toda la temporada, pero también hubo gozo, y nada se sintió mutuamente exclusivo, ni tampoco lo siguiente: Matthew Stafford, campeón.