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River tuvo su tarde de perdón y recuperó la sonrisa

En total, fueron 658 minutos sin convertir un gol de jugada. El penal de Borja en el medio maquillaba la estadística, sí, pero al propio hincha no le alcanzaba con esa especie de engaño al estómago. 39 días, seis partidos y pico y, entre otras cosas, una eliminación de la CONMEBOL Libertadores. Todo, con el grito de gol atragantado.

Si bien el gran objetivo del día, el que figuraba bien arriba en la agenda, era sumar de a tres para que la clasificación a la próxima Copa no se empezara a convertir en un gran dolor de cabeza, todos sabían que el equipo debía volver a enamorarse con el gol.

Y por segunda vez en sus últimos ¡22 partidos!, River anotó tres goles, algo común y corriente en tiempos contemporáneos. Banfield, su 'víctima', no vendió muy cara la derrota, pero sí le puso suspenso a la tarde.

Desde la previa del encuentro, una mezcla de sensaciones se apoderó de Núñez, que vio por enésima vez al Monumental repleto, aunque en esta ocasión con una tribuna, la Centenario Alta, suspendida por el histórico recibimiento del martes.

Cuando el equipo saltó al campo de juego, todavía sin tantos hinchas, el aplauso fue unánime, pero la tendencia se matizó cuando la voz del estadio anunció los equipos. Las palmas fueron constantes, con altibajos, como siempre, pero en algunos casos también se mezclaron algunos tímidos silbidos.

Esos chiflidos perdieron la vergüenza cuando nombraron a Miguel Borja, el gran goleador de River en el último año, que atraviesa un flojo presente y fue apuntado tras los últimos malos resultados, perdiendo incluso la titularidad para este sábado.

Con ese panorama, River volvió a chocar en reiteradas ocasiones con una pared imaginaria en el área rival. Porque si el Millonario no marcó goles en las últimas semanas no fue solo por su baja eficacia, sino también porque careció del juego fluido de otrora en la zona de gestación. River va y va, pero en general va y va solo por ir e ir, con más empuje que fútbol.

En el primer tiempo, el más claro fue el Diablito Echeverri, de gran ingreso el martes ante Mineiro, demostrando una vez más que es un muy buen futbolista y será un crack. Porque aun en el terreno más adverso la pide e intenta, y si la pierde la vuelve a pedir y lo vuelve a intentar.

Con aciertos y fallos, el chaqueño trató de conectarse con Facundo Colidio y Pablo Solari, siempre activos en ataque, contando con el constante apoyo de Fabricio Bustos en la banda derecha.

Aunque si la primera etapa no terminó sin goles, una vez más, una insoportable constante en el octubre de River, fue pura y exclusivamente por Solari, que recibió de Santiago Simón, dio media vuelta y sacó un remate fantástico. La volada del arquero Sanguinetti, que llegó a tocarla, solo hizo más linda la conquista.

Y en el festejo, una imagen que un rato después fue déjà vu: el ex Colo Colo le pidió perdón a todo el Monumental. Sin muchas explicaciones, Solari se encargó de que cada hincha presente en el estadio entendiera que le estaba pidiendo disculpas.

Si ese marcado gesto fue algo individual, por su irregular rendimiento en los últimos meses, que lo dejó muchísimos partidos sin jugar, o algo colectivo, probablemente solo lo sepan él y sus compañeros. Pero ese perdón bien podría ser algo de todo el equipo, asumiendo que no estuvo a la altura en el momento más importante del año, a diferencia de los hinchas, que coparon Belo Horizonte y dejaron imágenes impactantes en el recibimiento del martes.

Solari, entonces, evitó que River cerrara un primer tiempo digno del River actual, buscando y chocando contra su rival y contra el River mismo.

Y el propio Solari armó un jugadón en la primera del complemento, tiró una pared con Echeverri y definió entrando al área, para anotar su doblete y volver a pedir disculpas.

A partir de ese momento, y por primera vez en mucho tiempo (quizás de la semana en la que despachó a Boca en La Bombonera con suplentes y a Colo Colo en Núñez), el hincha de River respiró y disfrutó. Porque el equipo empezó a manejar el partido, pudo hacer el tercero y se relajó.

Quizás se relajó tanto que Banfield, necesitado, fue a buscar el descuento, algo que terminaría llegando por el zonzo penal de Adam Bareiro, definición de Leandro Garate mediante.

Y sobre la hora, si se trataba de una tarde de redenciones, llegó una de las más necesarias: Borja, resistido en la previa, capturó la pelota tras una jugada del Pity Martínez y con una gran definición liquidó el pleito.

El Colibrí, en esta ocasión, fue opacado por un enorme desahogo. Pocas veces se había visto al colombiano gritar un gol así con la banda roja. Ese fue, de alguna manera, su pedido de disculpas. Su 'vamos de nuevo'. Su vuelta a los pepinelis, uno más con la camiseta de River.

River no jugó un gran partido, pero le ganó merecidamente a Banfield, que se metió cerca de su arco, apostó al contragolpe (si hubiera estado más preciso, habría complicado más a la a veces endeble defensa local) y jugó poco, acomodándose en el quinto puesto del Torneo de la Liga Profesional 2024 y en el segundo lugar de la Tabla Anual.

Muchas veces el fútbol es contagio: un gol trae otro gol, una victoria trae otra victoria y, en definitiva, una sonrisa trae otra sonrisa. Eso necesitaba el River de Marcelo Gallardo, que dejó atrás el golpe de la Copa que anhelaba definir en casa y volvió a sumar de a tres después de mucho tiempo.

Ahora será, sin dudas, el momento de seguir mejorando y aprovechar este impulso para volver a ser. Instituto, el domingo que viene en Alta Córdoba (21:30), será el próximo capítulo.