El derbi recuperó sus esencias del pasado. No en fútbol pero sí en nervios, malos modos, patadas fuera de tiempo, protestas y pasión. Y, también, en la novedad de ver por primera vez después de 14 visitas al Espanyol llevándose un buen resultado del Camp Nou.
Lo tuvo tan cómodo y claro el Barça que cuando tuvo que matar el partido comenzó a rebajar su intensidad y después del empate, con la urgencia en los talones, ni supo ni pudo recuperar el mando. Después de 55 minutos soberbios como mediocentro de Frenkie de Jong, la entrada de Busquets por Gavi le restó protagonismo al neerlandés y la cada vez menor velocidad de juego azulgrana ya desembocó en un juego tan anodino que, sin darse cuenta, le dio vida al Espanyol.
Hace tiempo que el derbi perdió el carácter de antaño. Tan grande es el Barça que mira con desdén al Espanyol y tan pequeño se ve el propio Espanyol que observa con un punto de rabia al Barça. Y esa mal llevada vecindad en los despachos ha provocado que entre las aficiones el odio haya ido ya más allá de un asunto deportivo.
No puede entrar un aficionado del Espanyol con su camiseta en el Camp Nou como tampoco uno del Barça al RCDE Stadium y no se contempla una mejoría de esas relaciones. Se diría que se volvió a los viejos tiempos, pero ni en esos viejos tiempos se habría entendido una situación social así.
Futbolísticamente el derbi tuvo lo necesario. Una excelsa presentación de Frenkie de Jong, un gol rápido, y soberbio, de Marcos Alonso; un dominio claro del Barça ante un rival empequeñecido... Hasta que vio que el 1-0 no iba más allá y eso le daba la opción de resucitar a pesar de verse contra las cuerdas.
Y resucitó el Espanyol porque se lo permitió un Barça que se dejó ir de manera tan inexplicable como inaudita. Si apretaba el público no le acompañó el equipo y en una de sus llegadas contadas al área azulgrana Christensen, hasta entonces enorme, pisó a Joselu, que provocó con maestría el penalti que después transformó para enloquecer a un Camp Nou incrédulo con lo que sucedía.
El Barça no supo ganar y el Espanyol sí supo sufrir para quitarle dos puntos que de tan claros que los vio el equipo de Xavi abandonó el Camp Nou sin entender nada. Se acabó el año de las palancas en azulgrana... Con una decepción mayúscula.