El Barcelona vive una nueva crisis y el panorama no luce muy claro, con lo que parece un momento clave para que Xavi y la directiva tomen decisiones importantes para enmendar el camino.
BARCELONA -- El Barcelona perdió en Riad algo más que un título. Decadente en el campo y abrumado por un Real Madrid que le pasó por encima, el discurso de Xavi se repite y desmoraliza por la falta de soluciones tácticas, convirtiendo la noche en que sostenía el entrenador debía redimirse su equipo en un auténtico calvario.
No se quiere discutir la permanencia de Xavi pero su posición es más débil que nunca. Y el Barça, derrumbado en el césped, acompaña en su depresión una situación social y financiera que invita tanto a la reflexión como al pesimismo.
EL CLUB
A base de palancas y energía financiera de dudosa ética pero probada solvencia, de momento, ante el control de LaLiga, el Barcelona ha pasado de no renovar a Messi a invertir cerca de 300 millones de euros en fichajes desde el verano de 2021. Entre todo ello, mientras el discurso oficial del club insiste en la mejoría del estado económico, en el entorno se advierte de una deriva peligrosa, alertando de una deuda superior a los 1,500 millones de euros y con una obra del Camp Nou que aún la aumentará más.
Joan Laporta, en el ecuador de su mandato, mantiene un tono optimista que desde la oposición se considera temerario, mientras busca nuevas vías de financiación en países árabes, se agarra a la Superliga como tabla de salvación y entra en el escenario la posibilidad de convertir el club en Sociedad Anónima, algo que se descarta oficialmente pero va tomando cuerpo.
Mientras malvive en Montjuïc, apoyado por los más fieles pero abandonado por la mayoría de sus abonados, los meses se hacen largos y crece la sensación de desafección por parte de la afición más cercana. El presidente que ganó unas elecciones a golpe de pancarta se agarra hoy a un milagro que evite el derrumbe a todos los niveles porque si en años precedentes, en la era Bartomeu, se afirmaba que era el equipo el que sostenía al club en la actualidad la caída es global.
LA PLANTILLA
De la primera convocatoria que presentó Xavi como entrenador del Barça, el 20 de noviembre de 2021, solo permanecen en el club Ter Stegen, Gavi, Araújo, Pedri, Sergi Roberto, Iñaki Peña y Balde. Hasta 23 futbolistas se han incorporado al club desde la llegada de Laporta a la presidencia... de los que solo siguen 12 en la plantilla, con un rendimiento cuanto menos cuestionable.
El entrenador ha hecho bandera de su apuesta por la cantera, pero su trascendencia en el primer equipo es, hasta el momento, más que discreta, pudiéndose apuntar apenas el nombre de Fermín como asentado de entre todos los jugadores que han debutado desde que Xavi dirige al equipo.
Y de entre todos los fichajes cuesta encontrar un futbolista que haya respondido a las expectativas creadas, contemplándose hoy a Lewandowski como un problema a corto/medio plazo, lamentando el derrumbe de Koundé o no entendiendo el mínimo impacto de Raphinha y el nulo de Romeu.
Es tan cuestionable la urgencia por incorporar a Vitor Roque en este mercado de invierno como la insistencia del técnico en la necesidad de fichar a un mediocentro, en una plantilla cuyo rendimiento global ha caído en picado.
EL JUEGO
Al poco de llegar al cargo Xavi anunció que en el Barça "no basta con ganar". En su rueda de prensa previa a la semifinal de la Supercopa afirmó que se conformaba "con ganar los dos partidos por 1-0". El día antes de jugar la final contra el Real Madrid trasladó a los medios que había insistido a sus jugadores en la necesidad de "disfrutar el momento" y "ser más cruyffistas que nunca"; tras la debacle lamentó "no haber estado a la altura".
Al cabo de 118 partidos no se adivina una mejoría colectiva en el juego del Barça, que conquistó la Liga haciéndose fuerte en las áreas pero quedó, y sigue quedando, muy lejos del dogma que tanto proclama el entrenador. De tanto usar palabras marcadas a fuego en la personalidad del club, estas han perdido consistencia. Estilo, posesión, adn, cruyffismo... Pero sin energia, presión, intensidad y remate su juego queda, demasiado a menudo, en la nada.
El equipo se rompe a pedazos con una delantera que no defiende y menos aún presiona, un centro del campo que no enlaza con los delanteros y una defensa vendida a la rapidez de los rivales cuando no han sido frenados antes. Xavi, el defensor del estilo, el mediocampista por antonomasia, insiste, al menos en el su discurso, en la necesidad imperiosa de que su Barça se haga fuerte a través de la pelota... Pero a la que la pierde, se pierde todo porque no se contempla esa ansia del pasado por recuperarla. No hay tensión ni ambición desmedida.
Más allá del resultado el Barça siempre ha puesto en el escenario la imagen. Mostrar que tenía una idea clara de lo que pretendía a través de un relato futbolístico que se ha perdido en los últimos tiempos. Y que, lo más preocupante, parece cada vez más lejano.
Guardiola reinterpretó el cruyffismo entendiendo la evolución del fútbol. "Perdonaré a mis jugadores que no acierten, pero nunca les perdonaré que no se esfuercen" anunció Pep el día de su presentación como entrenador del primer equipo. Y llevó aquella consigna hasta las últimas consecuencias. De hecho, las mantiene en Manchester como lo hizo en Múnich. En una nueva interpretación, adaptado a sus futbolistas, Luis Enrique llevó aquella presión a límites máximos... En unas imágenes que no se adivinan en el equipo actual.
El Barça de Xavi juega a ratos y funciona a impulsos. Se conforma con proclamar que jugó bien durante una hora en el Clásico de Montjuïc o de asegurar que también lo hizo bien contra el Girona. Pero la realidad es que va al trote mientras los rivales parecen cohetes. Cada línea juega un partido distinto y de la presión se ha pasado a la depresión.
EL FUTURO
Del "perder tendrá consecuencias" con que se presentó Laporta tras ganar las elecciones se ha pasado al "las notas a final de curso". El Barça es lo que es pero no lo que se cree que es. Perder la final de la Supercopa no debería ser una tragedia, pero viendo la realidad presente la preocupación es evidente. Tanto en los despachos como en el vestuario, por más que Xavi afirme estar "preparado" para aguantar las críticas.
Es aventurado apostar por lo que pueda pasar en el futuro inmediato. Nadie quiere ni imaginarse una eliminación en la Copa frente a un Salmantino que juega dos categorías por debajo pero está claro que los dos próximos partidos, este de Copa y el de Liga en Sevilla el domingo frente al Betis pueden dejar muy marcado al entrenador.
Pensar en recuperar el terreno perdido en la Liga se aventura tan difícil como suspirar con la Champions se entiende una utopía. Porque el nivel de este Barça no alcanza, hoy por hoy, para competir con la aristocracia del continente.
Al final del camino, sin embargo, regresa al plano una única sentencia: El Barça de Xavi ya ganó (una Liga) y después de ello lo necesario sería ver a un equipo con personalidad. Se entendía que había desaparecido la urgencia... Pero cuando a los malos resultados acompaña una imagen como la actual, todo se cae, otra vez , a pedazos.