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Cartas desde Barcelona: Messi se queda porque no puede irse

Se acabó el culebrón... Pero se abrió una herida que difícilmente se cicatrizará en el Barcelona. Lionel Messi anunció que se queda en el Barça y en su anuncio, una larga entrevista a goal.com, dejó patente que lo hace en contra de su voluntad, reveló que "nunca iría a juicio contra el club de mi vida" y en esa sentencia firme, en esa declaración de fidelidad al Camp Nou, quedó patente una realidad acaso menos amable: ningún club, ni Manchester City ni PSG ni nadie, estaba dispuesto a correr el riesgo de reclamar al Barcelona su transfer y encontrarse dentro de 10 meses, un año o tres, con una resolución judicial que le condenase a pagar al club azulgrana un importe millonario.

Messi, de cuyo cariño por el Barça no se puede dudar, se queda porque no puede irse, porque entendió que por más razones que tuviera, ya fueran personales, futbolísticas, legales o de todo tipo, Josep Maria Bartomeu, ya convertido en un mayor enemigo, no iba a ceder en su amenaza de acudir a los tribunales si Leo se marchaba. Con muy buenas palabras, con muy buen talante, con muchas sonrisas... Pero con las cartas marcadas.

Esto fue lo que le trasladó el presidente del Barcelona a Jorge Messi en la reunión que mantuvieron el miércoles y esa postura, inamovible de principio a fin, del dirigente acabó por quebrar la decisión firme del jugador. A través del burofax entendió Leo que estaba totalmente desligado del Barça y convino que a partir de ahí pasaría lo que tuviera que pasar, pero en cuanto dos días después de remitir su decisión al Camp Nou recibió como respuesta a su oferta de negociar amistosamente un "no" rotundo del club comenzó, él y todo su entorno con sus asesores legales al frente, a entender que el Manchester City no entraría en el juego.

Messi se quedó solo. Por difícil que parezca, el mejor futbolista del mundo, el número uno de la historia, no encontró un club dispuesto a correr el riesgo de que un tribunal le condenase a pagar 700, 400 o 300 millones de euros de indemnización al Barça en un futuro a corto o medio plazo. Menos aún en la actual situación financiera que atraviesa el fútbol mundial por la pandemia del coronavirus y, también, atendiendo a los 33 años de Leo.

Y ahora… ¿qué?

El escenario que se abre a partir de ahora es un auténtico galimatías. Messi se cuidó mucho durante la entrevista en desvelar sus planes de futuro. Se limitó a asegurar que se queda en el Barça con la misma ambición deportiva de siempre, que jugará al máximo por ganarlo todo y que nada cambiará... Pero no dijo ni una palabra de sus intenciones a partir del 30 de junio de 2021.

Sabe el crack que un año es mucho tiempo. Sabe que su enemigo Bartomeu tiene fecha de caducidad y sabe que, dependiendo de cómo se desarrolle la temporada y quien sea el ganador de las elecciones a celebrar en abril del próximo año, podrá negociar, o no, un nuevo contrato.

Hoy por hoy se contempla muy improbable que Messi quiera acabar su carrera en el Barça porque la herida abierta es difícil de cicatrizar (imposible a corto plazo), pero diez meses en fútbol es una eternidad y nadie puede adivinar qué ocurrirá a partir del mes de febrero, marzo o abril de 2021. Nadie.

Lo que está claro es que en este conflicto no hay ganadores y sí perdedores. Pierde Messi por no poder cumplir su deseo de marcharse, pierde Bartomeu porque su imagen deteriorada ya ha quedado derrumbada absolutamente y ya veremos hasta qué punto perderá también el club, el Barça, que no traspasándole, no aviniéndose a negociar con él una salida pactada, gana tiempo pero pierde capacidad de maniobra.