En la línea de banda terminaba de calentar un diminuto jugador con el número 14 en la espalda. Se preparaba para ingresar al campo cuando Cruz Azul y Puebla todavía empataban a cero en el Estadio Azteca. Algunas voces se preguntaban quién era, de dónde había salido y cuál era la intención de Pedro Caixinha cuando le dio entrada a Misael Domínguez en lugar de Roberto Alvarado.
A Domínguez le bastaron un par de jugadas para arrancar aplausos y susurros positivos ante su soltura y su habilidad. El jugador de 18 años y apenas 1.59 metros, llamó la atención de los aficionados por su desfachatez para jugar, por la seguridad con la que entró y sus ganas de hacer algo diferente en el ataque de La Máquina, que hasta esos momentos estaba estancada frente al Puebla.
Apenas con unos segundos en el campo, el juvenil de Cruz Azul pidió el balón, asumió su rol y buscó la manera de causar estragos de inmediato. Peleó con sus rivales sin importar que estos le llevaran por lo menos 20 centímetros de diferencia -la estatura no es un problema. Respondió con habilidad en los pies, con el balón atado al botín y unas ganas de comerse el mundo.
Fueron esas mismas ganas de trascender que llevaron a Misael a salir de su casa y dejar a su familia en Saltillo cuando apenas tenía 11 años, edad a la que llegó a Monterrey. Fue una oportunidad única y no dudó en dejarla pasar. Tanto él como su familia entendieron que había que hacer algunos sacrificios si perseguían ese sueño, que solo cinco años después se hizo realidad al debutar en Primera División.
El nuevo futbolista de La Máquina empezó a jugar cuando tenía cinco años. Como todo niño lo hacía por mera diversión y se entrenaba a diario con su padre, su gran mentor que siempre lo impulsó a seguir sus sueños. En un torneo en Monterrey, Rayados lo detectó y le ofreció llevárselo a Fuerzas Básicas para que siguiera su desarrollo. Ahí estuvo desde la Sub-13 y creció hasta el primer equipo. El destino lo llevó a Cruz Azul, donde debutó este sábado en el Estadio Azteca.
De una combinación suya con Elías Hernández surgió el tercero y definitivo gol de los cementeros frente a la Franja con lo que sus primeros 15 minutos oficiales como jugador de La Máquina fueron todo un éxito. La afición celeste de inmediato se aprendió su nombre ante la calidad vista desde las gradas.
Su llegada al conjunto celeste fue obra de Ricardo Peláez y Pedro Caixinha, quienes tenían informes y detalles más que interesantes como para pensar en su arribo para esta temporada. La Máquina negoció un préstamo con opción a compra –y ayuda para cumplir con la regla 20/11. Fue toda una ganga para un equipo que desea explosión en su ofensiva.
“Misael asume el juego, quiere la pelota e intentó encontrar algo”, destacó en conferencia de prensa Caixinha después del debut de Domínguez el sábado pasado.
Por sus condiciones físicas, el diminuto jugador es parecido a Christian ‘Hobbit’ Bermúdez, quien apenas alcanza el 1.60 metros de estatura o a Daniel Villalva, de también 159 centímetros. La estatura es lo de menos cuando la habilidad habla por sí sola y fue por esa razón que Rayados lo reclutó.
En la actualidad, además de estar en el primer equipo de Cruz Azul, donde promete tener minutos de manera constante, también es seleccionado Sub-20 y apunta a jugar el Mundial del siguiente año, siempre y cuando se clasifique al mismo en los próximos meses.
Domínguez ha cautivado a Caixinha en sus primeros partidos como celeste y de inicio, ya arrancó algún suspiro entre los aficionados cementeros en su debut en el equipo. A sus 18 años y con apenas nueve partidos en Primera División en los que suma 72 minutos, el diminuto jugador celeste es una de las esperanzas del equipo de cara al futuro.