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Las anécdotas de Chelís: El día que bajé del avión al Cherokee Pérez

En ese Puebla no había despilfarros. Éramos modestos, pero había de todo. Por ejemplo, en los viajes de avión, solo viajábamos 32. Si algún directivo quería ir, se pagaba su boleto, hotel y comidas.

También había reglas para todo. No se podía usar gorras, los pants de viaje no se podían remangar a la rodilla, si el pantalón era de mezclilla no podía ser moderno con roturas o flecos, el teléfono prohibido en comidas, nadie podía cambiarse de cuarto, ni ir a jugar o a lo que sea al cuarto de un compañero, la puntualidad de reuniones era a rajatabla, en los alimentos no te podías sentar con los mismos de siempre y tenías que rotar de compañero, y muchas más.

Todo esto con el simple motivo de estar atentos, de vivir el aquí y el ahora (teoría gestal). En el fondo no importaba lo contrario a lo que les pedía, no pasaba nada, pero para mí era un indicativo que no estaban atentos y a lo que se había platicado. Si todo esto lo pasas a la cancha, sucede, por ejemplo, en una táctica fija, si no estás atento, no haces el movimiento adecuado de distracción y tu compañero no puede ocupar el nuevo espacio. Y a la defensiva, es lo mismo; si tienes que marcar a equis jugador y té distraes, dalo por seguro que te meterán gol.

Bueno. Este era un viaje al que teníamos que ir en avión. En la organización, como era temprano la salida, ya tenía el doctor pactado en un restaurante del aeropuerto el desayuno para toda la delegación. Era la terminal 1 y en la sala de espera hay unas tocatas que todo mundo dice que son muy buenas.

Llegamos directo al restaurante del desayuno, mientras Nacho Sánchez que fungía como entrenador de porteros y secretario técnico en los viajes, veía lo del equipaje y los pases de abordar. Ya sentados en el lugar, noté que Sergio 'Cherokee' Pérez no consumía nada y que aparte hacía cara de fuchi a la comida del lugar. Se me hizo raro que no comiera nada, ya que todos los jugadores, por lo normal, no comen, devoran la comida como cualquier joven.

Terminado el desayuno, ya con su pase de abordar, me di la tarea de seguir a distancia al Chero. Para mi sorpresa lo vi entrar a las famosas tortas. Me espere a que le sirvieran y como la PGR le caía en la mesa. Me senté con él y me dijo que eran una maravilla de tortas. Me esperé a que se la acabara, le pedí su pase de abordar, me lo quedé y le dije que no viajaba. Se quedó sorprendido, pero no dijo nada. Me imagino que se fue a la salida y tomo un camión de regreso.

Me imagino que la noticia se regó como pólvora ya que los jugadores no me dirigían la mirada en todo el viaje. Llegando y antes de que subieran al cuarto, los reuní y les di la explicación del porqué no había viajado el Chero.

Nadie dijo nada. No me acuerdo cómo quedó el juego en su resultado final, pero se ganó más en cuanto a que las reglas se tienen que seguir y que lo más importante era el grupo y no el individuo.