DOHA -- Como si fuera un partido definitorio, “la cancha” se llenó 30 minutos antes de la hora señalada. Los que no encontraron lugar en la platea preferencial, intentaron sentarse en las escaleras hasta que la seguridad los retiró. Muchos terminaron en los pasillos o detrás de las cámaras de TV. La expectativa era total.
Se hicieron largas filas desde temprano. El anuncio atrajo la atención de periodistas de todas partes del mundo. En la conferencia oficial de la Selección Argentina antes del debut contra Arabia Saudita, el elegido para hablar fue nada más y nada menos que Lionel Messi.
Se hizo costumbre que Leo hable en el arranque de los torneos. Ocurrió en 2014, el día después del 2-1 ante Bosnia y Herzegovina en el debut del Mundial 2014. También en 2015, en su llegada a La Serena para la Copa América 2015. Claro que esas veces no hubo aviso previo y la sorpresa fue total. Esta vez, la situación fue muy distinta.
Para fortuna de todos, las dimensiones de la sala 1 de conferencias del centro de prensa en el Qatar Convention Centre son lo suficientemente grandes como para evitar que se cuelgue el cartelito de “localidades agotadas”.
Con mucha puntualidad, La Pulga salió a escena y se sentó frente al micrófono. Con una risa nerviosa en su rostro, el capitán de la Selección tuvo que probar varias veces los auriculares porque no lograba dar con la traducción. Rápidamente, una auxiliar de la FIFA le alcanzó uno, pero el problema ya estaba resuelto.
Descartó problemas físicos, contó que llega “en un gran momento”, admitió que “seguramente” sea su último Mundial y confesó: “No sé si es el momento más feliz de mi carrera, pero me encuentro muy bien. Y es verdad que me agarra con otra edad, más maduro, trato de disfrutar todo al máximo. Vivirlo con mucha intensidad”.
También explicó qué lo llevó a mantener las ganas de continuar, después de las finales perdidas: “Lo que me llega a seguir intentando es la ilusión, las ganas, el querer siempre más. Siempre hay que intentarlo, sea lo que sea, y no quedarse con las ganas y pensar qué hubiese pasado. Al final, es lo que Dios quiera”.
La encargada de prensa de la FIFA anunció el final de la atención porque ya era el turno de Lionel Scaloni. Se escucharon expresiones de lamento. Una vez que se levantó, se lo despidió con aplausos, algo poco habitual en este tipo de encuentros. El parecido de la sala de conferencias con una sala de cine provocó que esa imagen no hiciera tanto ruido.
No era una cancha, tampoco un partido, pero ya no sorprende todo lo que puede generar el dueño de la 10 celeste y blanca y de todas las ilusiones de Argentina.