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La final de Qatar 2022: a un año de un partido inolvidable entre Argentina y Francia

El momento que pudo haber cambiado la historia: la atajada de Dibu Martínez ante Kolo Muani. EFE

Pasó un año, apenas un año. Parece que fue ayer. Es que el recuerdo de la final de Qatar que le dio a la Argentina su tercera Copa del Mundo se mantiene inalterable en el tiempo. Las imágenes son imborrables, únicas, irrepetibles. El 18 de diciembre de 2022 quedará en la memoria de todos los argentinos. Y de buena parte del mundo del fútbol: Messi logró su esperado Mundial, y la celebración del pueblo argentino con la tan ansiada Copa se convirtió en un hecho que dejó sin palabras a propios y extraños.

Para entender semejante entusiasmo hay que remontarse a 1986, año en el que la Argentina había logrado su segundo Mundial. Pasaron 36 años, varias frustraciones, finales perdidas, y equipos que prometían pero que no terminaban de dar el saldo en los momentos decisivos. La ansiedad era cada vez más grande, el deseo y la obsesión, también. Pero a diferencia de otros años había antecedentes alentadores: la Copa América de 2021 en el Maracaná y la Finalísima ante Italia daban esperanzas.

La Selección de Lionel Scaloni llegó a esa final con el desafío enorme de enfrentar a Francia, el último campeón, nada menos. Pero con la convicción de haber recorrido el camino a la final de menor a mayor, sobreponiéndose a momentos difíciles, con un Messi más líder que nunca, y un equipo que a partir de su arquero y en todas las líneas generaban mucha confianza. Francia era el último obstáculo: no llegaba en su mejor versión futbolística, pero contaba con jugadores de enorme jerarquía y con Mbappé, compitiendo con Messi por ser el mejor del Mundial.

Repasando, tras perder en el debut ante Arabia Saudita, los de Scaloni vencieron luego en fase de grupos a México (2 a 0) y a Polonia (2 a 0). En octavos Australia (2 a 1), en cuartos a Países Bajos (2 a 2 y triunfo en los penales) y a Croacia (3 a 0), en semis.

Francia le había ganado en fase de grupos a Australia (4 a 1) y a Dinamarca (2 a 1), y luego perdió con Túnez (1 a 0). En octavos eliminó a Polonia (3 a 1), en cuartos a Inglaterra (2 a 1) y en semis a Marruecos (2 a 0).

La Argentina salió a la cancha con: Dibu Martínez; Nahuel Molina, Cuti Romero, Nicolás Otamendi y Nicolás Tagliafico; Angel Di María, Rodrigo De Paul, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister; Lionel Messi y Julián Alvarez.

Francia formó de la siguiente manera: Hugo Lloris, Jules Koundé, Raphael Varane, Dayot Upamecano, Theo Hernández; Aurélien Tchouameni, Adrien Rabiot; Ousmane Dembélé, Antoine Griezmann, Kylian Mbappé; Olivier Giroud.

La final fue, para muchos, la más emotiva y dramática de la historia de los Mundiales. Para los argentinos seguramente la más recordada. El primer tiempo de la Albiceleste fue casi perfecto. Borró de la cancha a un rival de la jerarquía de Francia, anotó dos goles y se fue al descanso con la certeza de que si mantenía el nivel, el título no podía escaparse.

La presión alta y constante de los sudamericanos dio resultado. Di María fue una pieza clave, como en todo el Mundial. Fideo no había jugado la semifinal ante Croacia, y a los 20 minutos con una gran jugada individual generó el penal que le dio a la Argentina la ventaja inicial: eludió a Dembelé por la banda izquierda, entró al área y el mismo Dembelé lo tocó levemente desde atrás. El rosarino cayó, tal vez exagerando el impacto, y el árbitro polaco Szymon Marcianiak cobró la falta. Messi definió bárbaro a la izquierda de Lloris para el 1 a 0.

Argentina siguió siendo superior. Y a los 36 en un modelo ejemplar de contraataque la Albiceleste estiró la diferencia. Di María esta vez le dio el cierre a la jugada marcando el gol, pero en la previa Messi, Julián y Mac Allister, tocando de primera, hicieron por la derecha una combinación perfecta para que Fideo ponga el 2 a 0 entrando desde la izquierda.

Tanta fue la superioridad de Argentina que el DT Deschamps movió el banco a los 41 minutos del primer tiempo, con dos cambios: salieron Dembelé y Giroud y entraron Kolo Muani y Thuram.

Podría decirse que hasta los 78 minutos de juego nadie dudaba de que la Argentina se encaminaba hacia el título, de manera justa y merecida. Francia buscaba pero sin claridad y casi no generaba peligro en el arco del Dibu.

Pero el campeón del mundo vigente no se iba a resignar a perder el título con facilidad. Y a los 78 minutos, un pelotazo para Thuram que no encontró bien parado a Otamendi terminó con penal del defensor argentino. Mbappé puso el 2 a 1 parcial a 10 del final, y el sufrimiento comenzó para los sudamericanos.

Apenas un par de minutos después, se le vino la noche a la Argentina. Todavía sacudida por el golpe, Mbappé aprovechó una muy buena combinación de toques al borde del área y sacó un remate imparable para el arquero argentino, marcando el 2 a 2 final del tiempo reglamentario. Con poco, Francia llegaba a un empate impensado minutos antes.

Llegó el tiempo suplementario. Había más, mucho más. A los 107 de juego, Messi con suspenso puso el 3 a 2 que parecía definitivo. Tras un pelotazo de Montiel, Lautaro la bajó bárbaro para Messi, la Pulga la cedió para el jugador de Inter que sacó un gran remate; Lloris tapó como pudo y Messi marcó el gol. La pelota entró en su totalidad, previó chequeo del VAR (que también revisó si no había en la jugada previa posición adelantada) y la locura se desató en el estadio Lusail.

Sin embargo, a los 115, tras un tiro de esquina, Mbappé capturó un rechazo, remató al arco y el balón dio en el codo de Montiel: penal. Mbappé, otra vez, no falló: 3 a 3 y a los penales.

Claro, para darle más dramatismo, como si se tratara de una película hollywoodense, en el minuto final del suplementario pasó de todo: Kolo Muani, tras un pelotazo, quedó mano a mano con el Dibu para darle el título a Francia, pero el arquero con su pierna izquierda tapó el gol. Una de las atajadas más importantes del fútbol argentino, sin dudas. Enseguida, en la contra, Lautaro cabeceó desviado lo que pudo haber sido el 4 a 3 final.

Y llegaron los penales: Mbappé había marcado tres en el partido, sí tres goles en una final, y marcó el primero; Messi definió con sangre fría con un toque sutil: 1 a 1. El Dibu le atajó el penal a Coman y Dybala puso en ventaja a la Argentina; llegó el turno de Tchouameni y su remate desviado. Paredes puso el 3 a 1, Kolo Muani el 3 a 2, y Montiel llegó para vivir su momento histórico, y el de todo el país: si convertía, Argentina era campeón del mundo. El hombre que en River se había acostumbrado a definir de manera excelente desde los 12 pasos no dudó, la puso a la izquierda de Lloris, que voló a la derecha, y la fiesta se desató.

Así finalizó un partido increíble, que quedará en la historia, y que le terminó dando el Mundial tan esperado a la Argentina. Messi, como Maradona 36 años antes, levantaba la Copa. Argentina quebraba una larga racha, y un país festejaba en las calles de Qatar, en la Argentina, en el mundo.

Las imágenes del final fueron llanto, emoción, abrazos interminables… Messi, sonriente, miraba al lugar donde estaba su familia con un gesto que decía: “ya está”. El mismo, tiempo después, explicó: “Es que se había terminado, después de tanto tiempo, tanto sufrimiento, porque hubo tiempos en los que sufrí mucho con la Selección... Hubo muchas decepciones, siempre haber estado tan cerquita y que nunca se me dé… pero yo sabía que Dios me iba a regalar la Copa”.