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Josema y su debut en la Selección: "Nunca me di cuenta lo que estaba en juego en ese partido"

Getty Images

En el día de su 25° cumpleaños, Diego Muñoz recuerda junto a José María Giménez su debut en la Selección de Uruguay aquel 10 de septiembre de 2013, en un partido clave rumbo al Mundial de Brasil 2014.

A continuación, un fragmento del libro Nuestra generación dorada sobre uno de los días más gloriosos de la vida de Josema:

Uruguay le ganó 2 a 1 a Perú por las Eliminatorias para Brasil 2014. El partido jugado en Lima fue áspero y tanto Diego Lugano como Diego Godín fueron amonestados. Como ambos ya arrastraban una amarilla, quedaron suspendidos para el juego frente a Colombia en el Estadio. Tabárez tampoco podía contar con Martín Cáceres, sustituido por lesión a falta de 10 minutos para terminar el partido.

La selección retornó a Montevideo y se concentró en el Complejo Uruguay Celeste. Si bien en la lista inicial solo Andrés Scotti y Giménez eran zagueros, Tabárez convocó a Gastón Silva y Emiliano Velázquez, ambos compañeros de Josema en la sub-20. Pero en la primera práctica de cara al partido frente a Colombia, Lugano se le acercó a Giménez: “Preparate, preparate bien, mirá a Scotti, mirá cómo apronta el partido”. Josema no entendió, o no quiso entender, por qué el capitán le había dicho eso. “Era un gurí. En mi cabeza yo pensaba que me podía concentrar, pero no que iba a jugar. No sabía qué hacer, estaba perdido”. Su mamá y su esposa Regina le decían que él iba a jugar. Pero Giménez pensaba que eso no iba a ocurrir.

Faltaban dos días para el partido y en el entrenamiento Tabárez iba a parar el equipo. Terminado el calentamiento, el técnico se le acercó a Giménez, lo apartó unos metros y le dijo: “Mirá, no me gusta poner nervioso a nadie, pero va a ser un lindo partido, vas a jugar. Lo único que te digo es que disfrutes y hagas lo que sabés”. Ahí fue cuando Giménez supo que iba a debutar con la mayor.En el Centenario, ante Colombia, en un partido decisivo para clasificar al Mundial. Llamó a su mamá y se lo contó. También le pidió que le avisara a su padre, que estaba en España, porque se había olvidado del número.

Desde que Tabárez se lo comunicó hasta que empezó el partido, transcurrieron dos días que para Giménez fueron “los que pasaron más lento” de su vida. “Fue una situación rara, porque por un lado cada segundo era una hora pero por otro yo no caía. Juro que no me di cuenta de todo lo que estaba en juego en ese partido. Si no, la hubiese pasado mal. Pero en ese momento no me daba cuenta en qué situación y dónde estaba”.

El martes 10 de setiembre de 2013, la selección partió desde la concentración hacia el Estadio tres horas antes del partido. Giménez se acomodó en un asiento, se puso música en los auriculares y tuvo la intención de abstraerse de la gente que saludaba el paso del plantel. Al llegar al Centenario, se bajó del ómnibus y se metió rápido para el camarín. Cuando la selección salió a reconocer el campo de juego, él caminó hacia la Colombes y recibió una ovación. No podía creerlo. Enseguida se acercó Lugano para decirle que no mirara a las tribunas. El capitán estuvo a su lado todo el día, le habló, lo aconsejó, lo tranquilizó y le dio su camiseta para que debutara con la selección. Giménez creía que iba a jugar con la número 6 pero en el vestuario, cuando se fue a vestir para salir a calentar, se enteró que jugaría con la número 2 por expreso pedido de Lugano.

El pibe que hacía un año ni siquiera había debutado en Primera División saldría con la Celeste número 2 de Lugano a jugar, ante 50.000 uruguayos, un partido decisivo para clasificar al Mundial. Giménez encabezó la fila por el túnel rumbo al campo. Al llegar a las escaleras se frenó, esperó a sus compañeros y comenzó a estirar. Detrás de él estaba Cavani, quien lo abrazó y le habló al oído. Después se juntaron todos a escuchar la arenga de Scotti: “En este barco estamos hace años. Y para llegar a la meta tenemos que estar todos juntos. Los que estamos adentro y los que hoy están afuera. Así que con todo. Los quiero bien prendiditos. Vamo’ Uruguay carajo”.

Josema entró a la cancha con una ansiedad fuera de lo común, se acomodó como pudo en la fila para cantar el himno y se le puso la piel de gallina mientras el Estadio lo entonaba. Después corrió a su puesto, se abrazó con Scotti y Muslera y empezó a jugar. Iban dos minutos de juego cuando entró en acción. Radamel Falcao, la estrella colombiana, fue a buscar una pelota larga por la América y el zaguero se tiró a barrer y cortar. No logró sacarla, pero se levantó de inmediato y fue de nuevo por su adversario. Cuando Falcao se desprendió del balón, Giménez lo golpeó con dureza. Como si lo necesitara para su moral, para marcar la cancha. A partir de ese momento se afianzó en el campo y jugó un partido impecable. Lució sólido, concentrado, intenso y se complementó a la perfección con Andrés Scotti, el otro central del equipo.

Uruguay ganó 2 a 0 con goles de Edinson Cavani y Gastón Ramírez y encarriló su clasificación al Mundial. Cuando terminó el partido, el plantel quedó liberado. Josema se fue a su casa a comer un asado en familia y a disfrutar de lo que había vivido. “Recién después de que llegué a mi casa caí en lo que había pasado. En ese entonces no sabía bien qué significaba ese triunfo. Cuando me di cuenta de que era la llave para el Mundial”.

Al otro día se levantó temprano. Ya sabía lo que haría antes de volver a España. Tomó un taxi y se fue a una galería en 18 de julio, donde el tatuador Nacho Debia le tatuó en su antebrazo derecho: “10 de setiembre 2013”.

Extraído de Nuestra Generación Dorada, por Diego Muñoz.