En el corazón del barrio Lavalleja, ahí donde el abuelo Aparicio es una especie de patriarca, su sobrenombre comenzó a cobrar fama. En el baby se hablaba de un chiquito al que apodaban Huevo que apilaba rivales y los dejaba plantados en la cancha como troncos de árbol.
El chiquito se formó en una familia numerosa, con 10 hermanos, innumerables primos, abuelos, tíos y sobrinos, entre los que se encuentra el tricolor Leandro Lozano.
Nada le llegó de arriba al Huevo Lozano. Todo se lo tuvo que ganar. Y su esfuerzo fue titánico, porque debió luchar contra su condición física: el ser de baja estatura y menudito, le jugó en contra en sus inicios.
Las primeras corridas fueron en las calles del barrio, ahí donde Brian Lozano jugaba contra el cordón y desplegaba su habilidad de potrero. Tenía 10 años cuando un amigo le pidió que lo acompañara a entrenar en el Tacurú de baby fútbol. De ahí a ponerse la blanca y celeste del club fue apenas un paso.
Al poco tiempo, un técnico del Tacurú llevó a varios botijas a entrenar a Bella Vista. El Huevo recibió la invitación y recaló en los papales. Allí comenzó a pelearla en el fútbol. Tomaba tres ómnibus para llegar a la cancha: 195, 109 y 149. Y cuando no había plata para el boleto, agarraba la bicicleta y arrancaba.
Apenas desembarcó en Bella Vista tomó contacto con un histórico del club como Rubens Navarro, que pasó a ser su representante.
“Me encontré con un gurí con un corazón enorme, muy familiero, vive pendiente de su familia. Lo manejo desde los 14 años y puedo decir que es un botija que deja el alma en la cancha. Cuando estaba en Defensor, Ahuntchain me decía que entrenaba más de lo que su físico podía. El Huevo tiene la magia del potrero, el caño, el cordón, eso que traen los gurises del barrio. El Huevo es barrio”, expresó Navarro a ESPN.
LA PRUEBA EN BOCA
Fue justamente el Pocho el que poco tiempo después lo llevó a probarse en Boca Juniors de Argentina. El empresario contó a ESPN que viajaron junto con Maxi Rodríguez de Wanderers.
Lozano entrenó en los xeneizes. Era un chiquilín de 14 años que se deslumbró el día que vio a las figuras de Boca del momento como Martín Palermo, el Negro Ibarra, y Juan Román Riquelme.
Pero el sueño se frustró por su físico. “Macedo, que era uno que manejaba la captación en Boca, me dijo: ‘uruguayo, ponele 15 kilos y tráelo nuevamente que tiene la magia… Pero nunca llegó a los 15 kilos, siempre fue magro”, comentó Navarro entre risas a ESPN.
Lozano volvió a Bella Vista, pero el destino le tenía deparada una sorpresa.
Resulta que en un partido que jugaron los papales contra Defensor Sporting, los violetas se interesaron por el Toro Gabriel Fernández. El día que lo fueron a buscar, el Toro estaba con Lozano y se los llevaron a los dos, no era para menos, el Huevo era el que asistía a su compañero para que fuera el goleador.
En los violetas inició otro proceso, lo empezaron a potenciar desde el punto de vista físico. Y pese a que no le gustaban las pesas, lo metieron en el gimnasio.
Lozano debutó en el primer equipo violeta en setiembre de 2014 ingresando por un histórico del club como Nicolás Olivera. Curiosamente, su debut fue ante Peñarol, club en el que desembarca ahora de cara al Torneo Clausura.
Tiempo después fue citado para la Selección Uruguaya que disputó los Juegos Panamericanos de Toronto. Uruguay fue campeón y Lozano marcó un gol en la definición.
Aquella actuación, sumada a la que tuvo con Defensor Sporting en la Copa Sudamericana, despertó el interés del América de México, que en diciembre de 2015 compró su ficha.
La adaptación no fue sencilla y, sumado a una lesión, contó con escasas posibilidades en el club, lo que determinó su salida a préstamo a Nacional para cumplir con el sueño de su padre.
“Fui a Nacional por una decisión propia y no como mucha gente habla que me obligaron, porque yo he declarado que era hincha de Peñarol. En ese momento yo tuve la oportunidad de ir a Peñarol y decidí no ir. No es porque me hayan obligado, pero las cosas no salieron como quería”, expresó Lozano en nota con ESPN.
Y agregó: “Cuando fui a Nacional fui por decisión mía y por cumplirle el sueño a mi padre, que es de Nacional. Ahora me gustaría cumplir mi propio sueño que, siempre lo he dicho, es jugar en Peñarol”.
Después de salir campeón con los tricolores, Lozano regresó a México, donde encontró su lugar en el mundo: Santos Laguna, club con el que se consagró campeón en 2018.
Sus actuaciones fueron determinantes para que Oscar Tabárez lo convocara a la Selección mayor de Uruguay.
El Huevo no lo podía creer. Pasó de correr detrás del ómnibus en la caravana de regreso de la Selección del Mundial de Sudáfrica a ser compañero de los jugadores que admiraba.
Así lo contó a ESPN: “Me acuerdo que fui al Palacio Legislativo cuando llegaron de Sudáfrica, iba corriendo atrás del ómnibus de la Selección como un hincha más, me acuerdo del Loco Abreu filmando con su cámara, son cosas que te quedan grabadas”.
Y agregó: “Fue algo increíble estar en el Complejo Celeste con los jugadores. Llegar y tener a Cavani, Godín y Muslera como compañeros es algo muy lindo. Me tocó sentarme al lado de Cavani que, además de ser uno de los mejores del mundo, es una excelente persona, que siempre está pendiente de todos los detalles”.
Luego de cuatro temporadas en México, Lozano regresa a Uruguay. Ahora para cumplir su sueño: ponerse la amarilla y negra de Peñarol.