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Figueredo: del golpe de quedar libre en Peñarol a ser votado como el mejor del Uruguayo

Julio César Giménez, el pibe de oro, fue sincero. Llamó a aquel niño de 13 años que dirigía en su segundo año en Quinta división y le dijo la verdad. “Mirá Hernán acá vas a tener pocas oportunidades y vos necesitas jugar, así que te recomiendo que te busques un equipo”. El silencio gobernó la escena. El chiquito cargó la amargura en la mochila y se marchó. Se terminaba el sueño de Peñarol. Aquel que había comenzado en la Preséptima luego de superar una prueba de aspirantes cuando su amigo Álvaro Denis lo llevó tras terminar el baby fútbol en el Atenas de Tala.

Al poco tiempo el propio Denis lo volvió a llamar. Esta vez con otra propuesta: volver a la capital para probarse en Bella Vista. Dos o tres entrenamientos y adentro. A la cancha.

La historia de Hernán Figueredo fue a puro sacrificio. ¿Qué le queda de aquel pasaje por Peñarol? Aunque les parezca mentira: agradecimiento.

“Hoy en día le agradezco a Julio César Giménez porque me fue frontal, me dijo que no iba a tener muchas oportunidades y él consideraba que era una edad en la que necesitaba competir. Ustedes dirán porqué agradezco si me dejó libre, porque fue honesto y frontal. Busqué otro camino y volví a intentar de nuevo”, reveló Figueredo en diálogo con ESPN.

En los papales tenía como técnicos a Adolfo Barán y Fernando Topo Rosa. El viático que percibía le permitía viajar diariamente desde Tala a Montevideo. Pero el problema no era el dinero sino el tiempo.

“En Quinta división empecé a viajar en ómnibus y era un odisea. Hacía todo a las corridas. Esas cosas se hacen una sola vez en la vida y no sé si lo volvería a hacer. Iba de mañana al liceo, salía a comer, 12:30 me tomaba el ómnibus y volvía a casa estudiando a las 10 de la noche. Pude terminar el liceo, no tengo nada que reprocharme”, indicó Figueredo.

La mayor parte de las veces lo traía su madre que lo esperaba a que terminara de entrenar para regresar a Tala. Hasta que un día decidió que era hora de cortar el cordón umbilical y se vino a la capital a vivir con sus hermanos que estaban estudiando.

“Al ser el más chico de mis hermanos no fue fácil cortar ese cordón. Hice una prueba, me acuerdo con 13 años, y no soporté y tuve que viajar hasta que mi hermana mayor me dijo esto no puede seguir así. Estaba muy angustiado y me dijo que volviera a Tala”.

Y, conforme fue ascendiendo divisionales en Bella Vista, fue madurando. Recién cuando tenía 17 años se terminó radicando definitivamente en Montevideo con sus hermanos.

Cambiaron las responsabilidades. Entre otras cosas ahora había que cocinar, pero Hernán reconoce que los fines de semana viajaba a su ciudad natal y regresaba con el bolso cargado. “Volvía en el ómnibus con un olor a comida tremendo”, recordó entre risas.

EL DEBUT EN BELLA VISTA
Hernán Figueredo no olvida el día que Ildo Maneiro lo llamó en pleno partido contra Nacional para debutar en el primer equipo de Bella Vista. Corría el año 2006. Los papales ganaban 1 a 0 y terminaron perdiendo 1-2.

“Bella Vista es un club que me dio la oportunidad de tener continuidad, de jugar, sentirme bien, mostrarme, y ser profesional. Es una institución a la que apreció mucho y es una lástima que hoy Bella Vista no pueda estar en Primera”, expresó el volante.

A mediados de 2008 Hernán fue cedido a préstamo a Villa Española que había ascendido a Primera división. Jugó seis meses. No los olvida.

“Un club bien de barrio, al que estoy agradecido de haber podido ir, porque buscaba continuidad. Jugué todos los partidos con un cuerpo técnico donde estaban Pablo Hernández, Omar Otero y Polillita Da Silva”.

Volvió a su club hasta que a mediados de 2009 se fue a Liverpool con Eduardo Favaro como entrenador.

Cuando llegó a Belvedere se encontró con un vestuario fuerte donde estaban Paulo Pezzolano, Emiliano Alfaro y Carlos Macchi como referentes.

En Liverpool se quedó hasta mediados de 2012 cuando le surgió su primera oportunidad para emigrar.

Cuando le dijeron Bielorrusia, lo primero que hizo fue meterse en la computadora para ver qué era. Y allá se fue con su señora, a jugar en el Dinamo de Minsk. La vida social fue difícil. La barrera del idioma no fue sencilla de sobrellevar. En invierno el frío era cruel, con temperaturas bajo cero. “En verano amanecía 3 de la mañana y se ponía de noche a las 11 de la noche. El día era larguísimo”, reconoció.

Pero se adaptaron rápidamente. Desde el punto de vista futbolístico Figueredo reveló que le fue bien. “Llegué a jugar una Europa League donde entramos a los grupos”, expresó.

De Bielorrusia se fue a Colombia para jugar una temporada en el Deportes Tolima. Ciudad chica y todo el año calor. Le hubiese gustado quedarse pero no le renovaron contrato.

Y regresó al país. Una vez acá el teléfono solo una sola vez. Fue suficiente. Era de Torque, cuando el club no era la sociedad que es hoy y jugaba en la B.

“Decidí ir a Torque cuando no todos iban a Torque, porque ahora todos quieren jugar en el club. En aquel año 2016 decías Torque y te preguntaban ¿y eso qué es? Estaba el Papa Pezzolano como técnico. Jugué todo el año 2016 y en 2017 hicimos la histórica campaña donde logramos el ascenso”.

Finalizado el campeonato, y con el objetivo cumplido, el club prescindió de varios jugadores. Entre ellos estaba el Tofi.

Y mire lo que es el destino: Pezzolano se fue del club, arregló en Liverpool y de esa forma se produjo el regreso de Figueredo al club de Belvedere.

“Yo no sé si mi regreso a Liverpool se hubiese dado si no hubiese ido el Papa Pezzolano. Estoy seguro que no se daba”, asume.

Maduro, como líder del grupo, Figueredo entró en la historia de Liverpool. Campeón del Intermedio 2019, la Supercopa 2020 y el Clausura 2001, Hernán reconoce que lo vivido marcó un antes y un después en el club.

“Liverpool desde la llegada del equipo de trabajo con el Papa a la cabeza tuvo un cambio revolucionario. Le han cambiado la manera de jugar, de lo que era su historia de juego. No fue fácil cambiar y no va a ser fácil mantenerlo. Esta forma de jugar a mi me encanta, me favorece, y se dio con títulos”.

Figueredo terminó la temporada con el reconocimiento de sus pares. Fue elegido como el mejor jugador del campeonato en la primera edición de la encuesta de ESPN con técnicos y capitanes.

“Estoy agradecido porque te eligen tus colegas, que capaz que el único vínculo que tenés son esos 90 minutos donde los enfrentás. La verdad que valoro este reconocimiento. Hay que disfrutarlo y siempre digo lo mismo, este reconocimiento individual es porque el colectivo está muy bien. Valió la pena el esfuerzo de mi carrera. Siempre vale la pena el esfuerzo”.