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El regreso de Ruben Paz, el 10 que Peñarol le sacó a Nacional y que se entrenaba con una pelotita de tenis

Ruben Paz regresa a Peñarol como ayudante de Mauricio Larriera. CONMEBOL

Cuenta la leyenda que un ómnibus que hacía el traslado de Artigas a Montevideo fue detenido en medio de la ruta. Al mejor estilo policial, un grupo de dirigentes de Peñarol abordó el vehículo. La misión: llevar a unos jugadores juveniles que viajaban en el vehículo a la sede de la calle Maldonado para ficharlos en el club. Se trataba de Venancio Ramos, Manuel Anzorena y Mario Saralegui. Los tres habían causado buena impresión en la selección juvenil y los aurinegros los querían fichar.

Pero el tema es que faltaba uno: un tal Ruben Walter Paz. ¿Dónde estaba? Ni más ni menos que en el Parque Central, la casa de Nacional. Una tarde Ruben estaba mateando con Amaro Carlos Nadal, excompañero de aquella selección juvenil, cuando llegó el Intendente del Parque para avisarle: “Paz, teléfono”.

“Fui al corredor donde estaban colgados aquellos teléfonos de Antel en las paredes. Atiendo y era Mario Saralegui que me dice: “estoy con tu padre, Cataldi (presidente de Peñarol) y el presidente de Peñarol de Artigas. Solo contestame sí o no. Tomate un taxi y venite”, reveló Paz en una nota con El Observador. Y Ruben se tomó el taxi.

De ese modo nació la historia de Ruben Walter Paz con Peñarol, club en el que se convirtió en ídolo de varias generaciones, incluído el entrenador actual del club, Mauricio Larreira. Y mire las vueltas de la vida: el propio Larriera fue el encargado de devolver a Ruben a Peñarol como uno de sus colaboradores en el cuerpo técnico.

Como jugador Paz fue exquisito. Música para los oídos, al punto tal que Gerardo Pelusso no dudó en afirmar que fue el mejor jugador que dirigió.

De aquellos primeros años Ruben recordó al técnico Dino Sani que siempre le insistió para que fuera al paredón de Los Aromos a pegarle a la pelota de izquierda y de derecha. “Me daba una pelotita de tenis para cabecear distintos perfiles, yo pensaba que sabía más y no le daba bolilla, pero la verdad es que no tenía virtud para el cabezazo”, recordó. Otro que lo ayudó a perfeccionar la pegada fue Luis Cubilla.

Entre sus recuerdos figuran dos clásicos que lo marcaron. El primero, jugado en 1978, donde Peñarol ganó 1 a 0 con un gol de Paz. Y el segundo fue su último clásico cuando lo vendieron a Inter de Porto Alegre.

“Aquel partido no lo puedo olvidar porque fue el de la despedida ya que me vendieron a Brasil. Ganamos 2 a 1, salimos campeones, clasificamos a la Libertadores, pero además anoté un gol y el otro tanto fue una jugada mía que terminó con gol de Morena en la hora. Me fui con una extraña sensación de tristeza porque me iba a Inter de Porto Alegre”.

El resto de la historia es conocida. Ruben jugó en Inter, luego pasó a Racing Matra de Francia, y en 1987 desembarcó en Racing de Avellaneda. En la Academia, Paz es adorado. El día que lo contrataron lo llevaron al estadio. Esa tarde Racing le hizo seis goles a Boca y el artiguense preguntó: “¿Para qué m… me trajeron?”. ¡Se convirtió en ídolo!

En su largo recorrido fue jugador de la selección uruguaya. Mundialista dos veces y campeón sudamericano juvenil. El 10 se retiró profesionalmente en Frontera Rivera cuando, con más de 40 años, destilaba calidad en Primera División. Desgastado por los problemas económicos en un club donde costaba percibir los salarios, decidió dar un paso al costado.

Como entrenador estuvo siempre al lado de su eterno compinche Mario Saralegui en carácter de asistente técnico.

Pero al margen de su larga trayectoria, Ruben Paz tiene un carisma especial, algo que lo llevó a ganarse hasta el respeto de sus rivales.